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Emilio J. González

Obama opta por el modelo Clinton

Obama, lejos de poner en cuestión el capitalismo y el mercado, se está rodeando de hombres que creen en ellos, que no piden más Estado y menos mercado sino todo lo contrario. El riesgo de más intervencionismo por ahora parece descartado.

Si de los fichajes que está realizando Barak Obama para conformar su equipo de asesores económicos se puede inferir cuál va a ser su política económica, el próximo presidente de Estados Unidos está tomando el camino correcto. Obama, como en su momento el presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva, suscitó muchos temores acerca de su forma de encarar la crisis financiera y de gestionar la economía. Su campaña ha estado cargada de referencias a subidas de impuestos e incrementos del gasto social que, de ponerlos en práctica, agravarían todavía más la situación en Estados Unidos y, con ello, en todo el mundo. Sin embargo, ahora que ya es oficialmente el vencedor en las elecciones presidenciales norteamericanas, el político de Chicago parece estar dándose un baño de realismo. Sus conocedores dicen que es una persona que aprende rápidamente. Por los primeros gestos que está llevando a cabo en el ámbito económico, desde luego esto es cierto porque en lugar de tratar de poner en marcha lo prometido en campaña –que, como dijo en su momento Enrique Tierno Galván, es para no cumplirse– está articulando un equipo que va a sugerirle caminos distintos, más parecidos a los de su predecesor demócrata en el cargo, Bill Clinton, y, sin duda, mucho más acordes con las exigencias de la crisis.

En el equipo llama la atención el fichaje de Warren Buffett, el hombre más rico del mundo según la revista Forbes y el inversor de más éxito de todos los tiempos. Buffett cree en el mercado; en lo que no cree es en los derivados y los productos estructurados de los que decía que eran una bomba de relojería para la economía norteamericana. Esa bomba ha estallado debido al mal uso que han hecho de los mismos la banca de inversión y los fondos de alto riesgo. Buffett, sin duda, contribuirá a racionalizar su uso y supervisión del que debe llevar a cabo la Reserva Federal. Pero Buffett, seguramente, está en el equipo de asesores de Obama por algo más: por su conocimiento de la economía, la empresa y las finanzas. Poco amigo del intervencionismo, sin duda sabrá aconsejar bien al próximo presidente de Estados Unidos. Por otra parte, no deja de llamar la atención que se le pida a Warren Buffett semejante compromiso justo pocas semanas después de que su sociedad de inversión, Berkshire Hathaway, se hiciera con un paquete importante de acciones de Goldman Sachs para ayudarlo a salir de la crisis. A lo largo de las últimas décadas, Goldman Sachs ha aportado muchos de sus hombres a la dirección de la economía estadounidense. El actual secretario del Tesoro, Henry Paulson, sin ir más lejos, proviene del banco; lo mismo que Robert Rubin, que ocupó el mismo cargo con Clinton y que también ha sido llamado por Obama. Goldman Sachs, por lo visto, sigue teniendo mucho que decir en la gestión de la economía y ahora acaba de enviar a su primer accionista a ayudar a Obama a sacar al país, y al mundo, del profundo abismo económico y financiero en que se está sumergiendo.

La incorporación de Rubin y de Larry Summers, sucesor de Rubin en el cargo de secretario del Tesoro con Clinton, así como la de Robert Reich, ex secretario de Trabajo con el mismo presidente, constituye, sin duda, un gesto claro acerca de que Obama quiere parecerse más, en política económica, al anterior presidente demócrata del país que a Franklin D. Roosvelt. Rubin, Summers y Reich distan mucho de ser intervencionistas, de propugnar un nuevo New Deal que tan costoso fue a la economía norteamericana durante décadas. Por el contrario, los tres trabajaron codo con codo con Clinton, no sólo para seguir avanzando en la liberalización y la desregulación de la economía norteamericana, sino también en la consecución del superávit presupuestario y en la apuesta decidida de Clinton por la globalización y la apertura a la misma de su país. Con estos nombres, Obama parece querer marcar distancias tanto con el ala izquierda de su partido, que pide más intervención y una vuelta al proteccionismo, como con sus promesas de campaña en ese mismo sentido. Esperemos que lo lleve a la práctica y, de paso, que la actual crisis financiera y los esfuerzos que Obama y sus asesores van a tener que desplegar para resolverla sirvan de lección a Rubin y Summers acerca de que no se puede estar salvando así como así a bancos imprudentes en sus inversiones porque con ello lo único que se consigue es dar lugar a esa situación de riesgo moral.

El nombre de Paul Volcker tampoco se debe pasar por alto. Volcker fue el antecesor de Alan Greenspan en la presidencia de la Reserva Federal, cargo desde el que consiguió poner fin a la inflación de dos dígitos que azotaba a la economía estadounidense en la década de los 70 gracias a su monetarismo ortodoxo. Es un hombre que no duda en hacer lo que hay que hacer hasta el punto de que no le tembló el pulso lo más mínimo cuando subió los tipos de interés para extirpar el cáncer inflacionista aunque fuera a costa de provocar una recesión, como hizo. No se para ante nada ni ante nadie, ni siquiera ante el presidente de Estados Unidos. Famosas fueron sus constantes discusiones con el Ronald Reagan de los primeros meses en la Casa Blanca cuando éste presionó a Volcker para que abandonara la ortodoxia monetaria y Volcker se negó y dimitió. Carácter, desde luego, no le falta y Obama va a necesitar a una persona así a su lado. Pero, además, el antecesor de Greenspan es uno de los críticos más duros, y con más conocimiento de causa, de la política de la Reserva Federal de los últimos años, que ha acabado dando lugar a la crisis actual. En este sentido, Volcker también puede resultar de gran ayuda para Obama.

Por último, el fichaje del consejero delegado de Google, Erich Schmidt, deja entrever que Obama va a apostar por uno de los principales sectores exportadores y generadores de empleo y bienestar de la economía estadounidense: las tecnologías de la información, donde los norteamericanos son líderes aventajados sobre el resto del mundo.

¿Qué cabe concluir de estos nombramientos? En primer lugar, que Obama, probablemente, va a seguir los dictados de la lógica, en vez de verse atrapado por su partido, por los sindicatos y por sus promesas de campaña. Además, lejos de poner en cuestión el capitalismo y el mercado, se está rodeando de hombres que creen en ellos, que no piden más Estado y menos mercado sino todo lo contrario. El riesgo de más intervencionismo y de vuelta al proteccionismo y al aislamiento, que tanto daño haría no sólo a EEUU sino a la economía mundial, por ahora parece descartado. Otra cosa es que se hagan reformas donde se tienen que hacer, por ejemplo, en la supervisión de la banca por parte de la Reserva Federal, pero de ahí al intervencionismo y la regulación media un trecho demasiado largo. Obama, de hecho, está mandando muchos mensajes a los mercados en ese sentido con su política de nombramientos. El próximo presidente de Estados Unidos, asimismo, está dejando claras sus prioridades en política económica: dejar que los mercados, sobre todo el financiero, funcionen; apostar por la industria y las tecnologías de la información y seguir los dictados de la ortodoxia. Por lo que está dejando entrever, Obama entiende la crisis y, en vez de caer en la demagogia fácil, el estatismo y la socialdemocracia, apunta a que va a hacer todo lo contrario, posiblemente porque, al igual que Clinton, sabe que ha ganado las elecciones por la economía y que se le va a juzgar por cómo la gestione. Zapatero, que se siente tan próximo de corazón al político demócrata norteamericano, debería aprender de su ejemplo, de lo que hay que hacer y de que hay que ponerse a ello desde el primer día.

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