En México y casi todos los países latinoamericanos se han creado bancos públicos con la supuesta finalidad de ayudar a los pobres. En su mayoría, esas instituciones generaron corrupción y provocaron el cierre del crédito de la banca privada a sectores como el de los campesinos. El Banco Ejidal y el Banco de Crédito Rural, entre otras instituciones gubernamentales que se crearon para ayudar al campo, además de costarle al Gobierno mexicano miles de millones de pesos, sembraron la cultura del impago, lo cual hizo que la banca privada diera la espalda a unos agricultores mal acostumbrados. Actualmente, apenas el 2% de los créditos de la banca privada va al campo.
La recesión en Estados Unidos tuvo su origen en el populismo financiero. Gobierno y legisladores, con el supuesto objetivo de proporcionar casas a los pobres y a la clase media, crearon las dos sociedades hipotecarias que desataron la actual crisis: Fannie Mae y Freddie Mac. Por mandato del Congreso norteamericano, tenían que destinar más del 50% de sus recursos a la financiación de hipotecas a sectores de bajos ingresos. Además, para ampliar aun más este objetivo, el Congreso les permitió operar con una baja capitalización.
Esa misma historia la han vivido varios países latinoamericanos. Todavía el Gobierno mexicano tiene entre sus pasivos la deuda millonaria del Banco de Crédito Rural. La diferencia es que en México no vendieron como activos los créditos del Banrural. En Estados Unidos sí se titulizaron los malos créditos y provocaron un efecto dominó. Las deudas hipotecarias de alto riesgo se convirtieron en activos de otras instituciones financieras y fueron la base para otorgar a su vez más créditos.
La crisis no es consecuencia del capitalismo, sino de la intervención populista en el mercado financiero y la falta de supervisión a instituciones cuasi gubernamentales y privadas que cometieron actos irresponsables y fraudulentos.