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Emilio J. González

Camino de la deflación

La deflación es mala de por sí porque la caída de los precios implica una menor facturación que, en una economía en la que los salarios no pueden bajar, lleva necesariamente a la desaparición de empresas y la pérdida de puestos de trabajo.

Los últimos datos no auguran nada bueno para la economía española. La caída que vienen experimentando los precios industriales –que avanzan en, aproximadamente, seis meses el comportamiento de la inflación– sugiere que en las próximas fechas podría darse una situación bastante preocupante: la deflación, o crecimiento negativo de los precios. La deflación es mala de por sí porque la caída de los precios implica una menor facturación que, en una economía en la que los salarios no pueden bajar, lleva necesariamente a la desaparición de empresas y la pérdida de puestos de trabajo. Para las empresas fuertemente endeudadas, las cosas se complican aún más si cabe porque el peso de esas deudas, en un contexto deflacionista, se hace mayor.

La deflación, por tanto, es peligrosa, pero su combinación con una economía en recesión, como la española, puede ser letal. Este cóctel –unido a los errores de política económica de la Administración Roosevelt, que Zapatero insiste en imitar con tanto empeño– condenaron a Estados Unidos a la Gran Depresión. Aquí, como sigan así las cosas y el Gobierno continúe actuando de forma tan irresponsable, la historia puede volver a repetirse. Desde luego, parece que Zapatero pretende que así sea. La última prueba de ello la tenemos en la subida del 4% del salario mínimo interprofesional (SMI) para 2009 que aprobó el pasado viernes el Consejo de Ministros. El SMI sólo afecta directamente a unas 120.000 personas, pero sus efectos indirectos van mucho más allá porque sirve de referencia para la negociación de los convenios colectivos y para la revisión de partidas presupuestarias tan importantes como las prestaciones por desempleo. ¿Qué sentido tiene una subida tan fuerte del SMI cuando la inflación en 2009 puede ser nula o, incluso peor, se puede vivir una situación de deflación?

Es cierto que Zapatero se comprometió a incrementar el SMI hasta los 800 euros mensuales en esta legislatura, lo que constituye de por sí un error, pero la razón de la subida aprobada el pasado viernes no reside en esa promesa electoral, sino en el deseo de Zapatero de tranquilizar a todo lo que hay a su izquierda. A la llamada a la huelga general del nuevo líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, y del nuevo secretario general de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo, el presidente del Gobierno responde con una subida del SMI –mayor incluso de la que había acordado con los sindicatos– con el fin de demostrar que él es un político muy social y de hacer realidad eso que dijo el pasado viernes de que la crisis se superará con políticas sociales. Así pretende calmar a toda a la izquierda más radical y evitarse problemas de desgaste electoral por el lado del espectro político del que pretende seguir cosechando los voto necesarios para mantenerse en el poder. El problema es que, dadas las circunstancias, lo único que, probablemente, vaya a conseguir Zapatero es destruir más empleo.

Las subidas salariales por encima de la inflación acaban siempre por traducirse en la pérdida de puestos de trabajo y el aumento del paro si los beneficios empresariales no se incrementan al mismo ritmo o incluso superior. En las crisis económicas, los beneficios de las empresas, lejos de crecer, disminuyen. Si, además, la situación es de inflación nula, o de deflación, la cosa es todavía peor porque esas subidas salariales pueden condenar a las empresas a la quiebra y, desde luego, a cientos de miles de personas a irse al paro o a permanecer en él durante mucho tiempo. Y si, además, la subida del SMI se aplica a las prestaciones por desempleo, la cosa va a ser todavía peor porque el Estado no tiene dinero para pagarlas, lo que disparará todavía más el déficit público y provocará la subida de los tipos de interés. Así es que, como sigamos por esta línea, el desastre está garantizado.

Una situación como la actual lo que requiere es la congelación de salarios y de prestaciones sociales, teniendo en cuenta que podemos estar a las puertas de una deflación que lo único bueno que tiene de por sí es que permite la recuperación del poder adquisitivo de los sueldos y las rentas que se mantengan fijos. Ante semejante escenario, la política salarial debe ser muy distinta a aquella a la que apunta Zapatero, convencido erróneamente de que poner más dinero en el bolsillo de los españoles –a través de mayores salarios– para que consuman más es la fórmula adecuada para salir de la recesión. Esa receta, sin embargo, sólo es válida para instalar a España en depresión y las altas tasas de desempleo durante mucho tiempo. De seguir así, es lo que nos aguarda en el futuro.

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