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Europa es responsable

El conflicto del gas tiene un origen claro. No está en Kiev ni en Moscú. Está en las sociedades europeas y en sus representantes que de buena gana y durante demasiado tiempo han permitido que la dependencia energética siga creciendo.

Desde hace unos años es habitual que la plácida, cómoda y pacífica Europa vea turbada sus celebraciones de año nuevo por culpa de los conflictos de intereses entre Rusia y Ucrania respecto al paso del gas ruso con destino a la Unión Europea. Se hace necesario recordar que casi un tercio del gas europeo es extraído en Rusia y un 80% cruza Ucrania hasta las redes de países de la UE. Las diferencias entre Rusia y Ucrania radican en el precio del gas que Ucrania consume y en los peajes que paga el gas ruso. Dada la volatilidad de los mercados energéticos y de las divisas afectadas, existen discrepancias respecto a las cuestiones económicas.

Este conflicto es, en cierto modo, distinto de sus precedentes y no sólo por su duración, con más de dos semanas con problemas de suministro. Sorprende la capacidad de Ucrania para oponerse a Rusia y negarse a ceder. Amparándose en una dudosa orden de un juez de Kiev y sabedora de tener almacenadas reservas de emergencia suficientes para más de un mes, Ucrania utilizó una posición de fuerza para negociar los precios de suministro con Rusia, quien necesita desesperadamente mantener el ritmo de sus exportaciones ante la caída de su economía y la fuga de divisas. Una prolongada parada de las ventas de gas saturaría la capacidad de almacenamiento de Rusia que tendría que proceder a quemar sus propias reservas. Sin embargo Rusia sabe que tiene de su parte un aliado inesperado. La urgencia y la desesperación de una Europa que año tras año se hace más dependiente del gas ruso y una opinión pública que, en medio de una crisis económica y una ola de frío polar, puede convertir unas molestias en algo más serio y cuestionar a los diferentes Gobiernos.

Sería bueno no obstante bascular el foco del debate. Rusia y Ucrania, en definitiva, desean obtener los mayores réditos por sus activos. En el caso de Rusia es su gas. En el caso de Ucrania, su posición geográfica. Es natural que ambos gobiernos respondan antes sus respectivas opiniones públicas maximizando sus beneficios y defendiendo sus intereses nacionales.

La responsabilidad está en el oeste. Está en unos políticos y en unas sociedades que han permitido que se llegue a una situación de debilidad estratégica en la que Rusia y Ucrania son paradójicamente mucho más necesarias para la UE que a la inversa. La razón está en esa doble dependencia, de energía y de Rusia. Una dependencia que permite a Moscú realizar unas prácticas extorsionadoras respecto al precio del gas y respecto a cualquier negociación. ¿Alguien puede pensar que en cualquier cuestión diplomática estarán en igualdad de condiciones dos países cuando uno es dependiente del otro energéticamente?

La situación actual es muy complicada. Moscú consideró que desde Europa se vería a Ucrania como responsable. En Kiev pensaron que Europa ejercería su presión sobre Rusia. Y al final Europa no puede convencer a nadie sin sacar la chequera y aceptando, por ejemplo, compensar a Ucrania por las diferencias de precio. Es irrelevante que Europa considere a Moscú un suministrador no fiable, pues seguirá necesitando su gas. Es inútil que Europa manifieste que Kiev no se ha comportado como un buen vecino. Necesitará siempre el gas que pase por Ucrania.

La previsión es que la crisis se arreglará. Será cuestión de dinero y lo pagará Europa. Lo que no tiene de momento posibilidades de arreglarse es la monstruosa dependencia energética europea que cada día nos cuesta una ingente cantidad de recursos económicos y que, no lo olvidemos, tiene un precio añadido y no visible que es la falta de competitividad y por tanto un mayor desempleo.

El conflicto del gas tiene un origen claro. No está en Kiev ni en Moscú. Está en las sociedades europeas y en sus representantes que de buena gana y durante demasiado tiempo han permitido que la dependencia energética siga creciendo. Hasta que eso no cambie, Europa tendrá que ceder ante los chantajes de Rusia y Ucrania.

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