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Pablo Molina

Escuchemos a los altermundistas

Haciéndoles caso a los altermundistas vamos todos a vivir mucho peor y, en efecto, no habrá más crisis pero tan sólo porque esa será la situación natural de nuestra existencia.

El informativo de Iñaki Gabilondo, fiel a su vocación de servicio público, ha realizado durante esta semana una serie de reportajes con objeto de ofrecer ideas para acabar con la crisis económica. Para ello ha recurrido a los portavoces de las asociaciones de extrema izquierda arracimadas bajo el lema "Otro mundo es posible", a los que Iñaki, con paternal devoción, llama cariñosamente "los altermundistas". Fracasadas las recetas neoliberales, culpables de la crisis, Iñaki propone que escuchemos con mucha atención a este improvisado panel de expertos y pide a los políticos que tengan muy en cuenta las ideícas de la tropa, si es que de verdad tienen voluntad de acabar con los problemas que afectan a un número cada vez mayor de ciudadanos (y ciudadanas).

La iniciativa es pertinente porque nunca está de más conocer de primera mano el modelo social de los autoproclamados defensores de La Tierra, el medio ambiente, los desfavorecidos y, por extensión, el género humano. Además, estoy seguro de que los progresistas acomodados, como Gabilondo y los artistas de la ceja, pondrán en práctica inmediatamente en su vida privada todos los consejos de estos líderes revolucionarios, que buscan acabar con el capitalismo de una vez.

Los invitados a esta sección han ofrecido a lo largo de esta semana al espectador de Cuatro (porque probablemente había en ese momento un solo espectador, es decir, yo) sus recetas para acabar con la crisis económica y, lo que es más importante, para que no vuelva a ocurrir jamás nada parecido. Como buenos marxistas, empiezan con un error monumental y, a partir de ahí, sólo van empeorando. Entre otros conceptos más sofisticados como imponer una tasa mundial a las transacciones económicas, dice, por ejemplo, que el planeta no es capaz de proveer de alimentos y energía a una masa de población creciente o que el desarrollo económico constante es un imposible metafísico, por tanto lo que procede es abandonar el desarrollo urbano, acabar con las grandes ciudades y volver todos a la vida rural prácticamente en régimen de autoabastecimiento (en ese momento aparece un señor pastoreando unas vacas muy simpáticas). O sea, volver al Paleolítico, cuando el hombre estaba hermanado con la naturaleza, respetaba sus ciclos, viajaba en carretas de bueyes y construía chozas con sus excrementos.

Los multimillonarios de izquierdas deben estar pensando a estas horas muy seriamente abandonar todas sus riquezas y volverse al terruño a practicar el trueque con sus vecinos utilizando los frutos del trabajo manual... aunque no es seguro. Algunos probablemente sospechen que haciéndoles caso a los altermundistas vamos todos a vivir mucho peor (sobre todo ellos) y que, en efecto, no habrá más crisis pero tan sólo porque esa será la situación natural de nuestra existencia. O sea, como el Real Madrid de Calderón. Aunque quizás no tanto.

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