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EDITORIAL

En caída libre

Dado que la liberalización de la economía va en contra de sus dogmas ideológicos, los socialistas –los supuestos defensores de los trabajadores– prefieren seguir agrandando las listas del INEM y el número de familias en una alarmante situación de pobreza.

La Encuesta de Población Activa (EPA) ha venido a constatar una tragedia económica que, por otro lado, ya resultaba previsible: a lo largo de 2008, el número de parados ha aumentado en casi 1.300.000 personas hasta dejar la tasa de paro en el 14%. Como no podía ser de otro modo, el Gobierno del pleno empleo se encuentra descolocado e impotente para atajar la destrucción de puestos de trabajo y por ello recurre a lo único que sabe hacer medianamente bien: la propaganda.

Resulta ridículo, por ejemplo, que la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, trate de lavar la cara al Ejecutivo señalando que el paro ha aumentado porque hay más gente que quiere trabajar. Primero, porque hoy trabajan en España 620.000 personas menos que hace un año, por tanto, el problema de fondo es que la gente que tenía un empleo lo está perdiendo: y, de hecho, se trata del mayor descenso en la población ocupada desde 1976. Y segundo, mucho más importante, porque el problema son las perspectivas que se le abren a nuestra economía.

En el año 2000, España también presentaba una tasa de paro del 14%, pero estábamos creciendo al 5% y éramos conscientes de que la tendencia era a reducir la cifra de desempleados. El futuro se nos presentaba con un cierto optimismo, porque estábamos creando puestos de trabajo a ritmos muy elevaos. Hoy, España vuelve a situarse en una tasa de desempleo del 14%, pero el futuro resulta mucho más incierto.

En 2008, la economía se ha estancado en tasas de crecimiento cercanas al 0% y con estos mimbres el paro ha subido en 1.300.000 personas. Para 2009, las previsiones más optimistas nos dicen que decreceremos un 1,8%, por lo que cabe esperar que, como mínimo, se mantenga esta tendencia durante el presente ejercicio. Si esto fuera así, terminaríamos 2009 con casi 4.500.000 de parados, esto es, alrededor del 20% de la población activa y la cifra absoluta más elevada de nuestra historia.

En el año 2000 nos hicieron una fotografía en mitad de la escalada, ahora nos la hacen en plena caída libre. Pero el Gobierno pretende hacernos creer que resultan equivalentes. ¡Como si lo importante no fuera el dispar destino de una y otra!

El problema es que este discurso sesgado del Ejecutivo le sirve para ganar tiempo y retrasar la cada vez más indispensable reforma laboral. Si, según la vicepresidenta, estamos mejor que hace cuatro años, ¿para qué deberíamos que tomar ahora decisiones que no fueron necesarias entonces? Si durante los últimos quince años hemos tenido, grosso modo, una idéntica rigidez en al legislación laboral, ¿por qué tendríamos reformarla ahora para crear empleo si en su momento no lo requerimos?

Resulta difícil explicarle al que no quiere entender la diferencia entre un período expansivo y otro contractivo. La ignorancia que rezuman los miembros del Ejecutivo, ora subiendo el salario mínimo, ora pidiendo que compremos productos autóctonos para crear empleo, les está pasando una elevada factura a los millones de parados cuyo acceso al mercado laboral está siendo bloqueado, por acción u omisión, por el PSOE. Dado que la liberalización de la economía va en contra de sus dogmas ideológicos, los socialistas –los supuestos defensores de los trabajadores– prefieren seguir agrandando las listas del INEM y el número de familias en una alarmante situación de pobreza, antes que rectificar.

El único remedio que se les ha ocurrido hasta el momento es tirar de gasto público para crear temporalmente unos cuantos puestos de trabajo aun a costa de destruir otros tantos, merced a los mayores impuestos o a la emisión de deuda pública. Es decir, les resulta preferible aparentar que se está haciendo algo a favor de los desocupados –cuando en realidad se está lastrando aun más su futuro– que agarrar al toro por los cuernos.

Uno de los mensajes más repetidos por Zapatero en el último año ha sido que la actual crisis económica debería llevar a un replanteamiento del fracasado modelo "neoliberal". Al margen de que este mantra sea falaz –lo que ha fracasado es el socialismo monetario de los bancos centrales–, debería aplicarse ese mismo talante reflexivo a sus propias ideas. La antieconomía keynesiana que está practicando continúa mostrándose incapaz de solucionar las crisis y de generar empleo.

El único camino real ahora mismo pasa por facilitar que la economía y el mercado laboral se ajusten lo más rápido posible para iniciar, también cuando antes, la recuperación. Pero esto, para el PSOE, implicaría admitir su gran porción de responsabilidad en la recesión actual, así como que el intervencionismo económico, por mucho que lo repitan Obama y ZP, no funciona. El socialismo bien vale 1.300.000 parados.

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