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EDITORIAL

Corbacho contra la lógica

Corbacho se pelea contra la lógica, pues nunca ni en lugar alguno un mercado laboral rígido hizo disminuir el paro.

En lo relativo al empleo hay una ley no escrita que dice que cuanto más regulado y rígido es un mercado laboral mayor es la tasa del desempleo, y viceversa. En España esta ley la conocemos bien. El nuestro es, al menos desde los años 70, el país de Europa occidental que ha registrado peores índices de paro. Hace sólo 15 años la tasa de desempleo en España bordeaba el 20% de la población activa y no se creaban más puestos de trabajo que los salidos de una oposición pública. A partir de 1996, alimentado por el crecimiento económico, el desempleo crónico empezó a remitir hasta tasas más europeas, pero nunca lo suficientemente bajas como para que nuestra economía pudiese presumir de dinamismo laboral.

La primera y principal causa del paro endémico español es la legislación. Lo fue en el pasado, lo es en la actualidad y lo será en el futuro si no se toman las medidas oportunas, hoy más urgentes que nunca. Nuestras leyes laborales son, en cuanto a rigidez, perfectamente equiparables con las de los países del Tercer Mundo y, en algunos casos, aún más severas. Mientras la economía arrojaba números negros, las carencias de nuestra legislación laboral pasaban desapercibidas y es ahora cuando empiezan a cobrarse la factura, pero no sólo en forma de despidos como presume Celestino Corbacho, sino en la de contratación de nuevos trabajadores, totalmente paralizada desde hace varios meses.

Si en el último año se han destruido un millón de empleos se ha debido fundamentalmente a la crisis de la construcción, que ha llevado a la quiebra y al cierre a multitud de empresas cuya plantilla de trabajadores temporales era muy grande. A partir de ahora –y una vez rescindido el grueso de contratos temporales– empezarán a engrosar las listas del INEM antiguos trabajadores que, con un contrato indefinido, se creían a salvo de la crisis. Nada más lejos de la realidad. Las trabas en el despido influyen directa y negativamente en las contrataciones, y esto es así aunque el ministro, que, por lo demás, es un completo ignorante en materia económica, se empeñe en lo contrario.

Los próximos meses van a castigar con especial virulencia el empleo y es muy posible que a finales de año la cifra de parados supere holgadamente los 4 millones de personas. Es necesario abordar el problema con recetas que funcionan y no con supercherías socialdemócratas que sobre el papel son una estafa y en la práctica un suicidio. Corbacho se pelea contra la lógica, pues nunca ni en lugar alguno un mercado laboral rígido hizo disminuir el paro. No hay que mirar muy lejos ni geográfica ni cronológicamente para demostrarlo. Aquí y hace no tanto tiempo lo padecimos con una insólita dureza que frustró las expectativas de una generación entera. Una generación que malbarató forzosamente parte de su juventud en el paro o en los subempleos propios de la economía sumergida. Quien tenga edad no tiene más que hacer memoria.   

Si no queremos volver a pasar por lo mismo –y sería una desgracia y una estupidez hacerlo–, es hora de aprender del pasado retirando de la circulación leyes que van a condenar al desempleo a millones de personas. Corbacho no lo ve así y terminaremos pagando caro su empecinamiento, su falta de miras y la inopia en la que tanto él como el resto del Gobierno vive instalado desde hace casi un año.

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