Una de las causas de la baja creación de empleos en México y otros países latinoamericanos es la actitud arbitraria de ciertos líderes sindicales. En México tenemos un ejemplo dramático en el sector minero, donde el hijo del fundador del sindicato fue acusado de disponer de 55 millones de dólares de un fideicomiso en beneficio de los trabajadores creado por la empresa minera.
En venganza de esa acusación, el líder sindical cerró una importante mina, la tercera productora de cobre más grande del mundo. La mina, donde trabajaban más de 1.000 mineros sindicalizados y otros 200 empleados más, lleva cerrada cerca de dos años. Los sindicalizados ganaban 37.000 pesos mensuales, sueldo al alcance de apenas una minoría de mexicanos.
El municipio donde está la mina, Cananea, depende en más de 80% de ese centro de trabajo. Miles de otras familias se han empobrecido por la decisión del líder sindical de declarar la huelga. Pero ese líder, que actualmente está en Canadá huyendo de la justicia, ha dicho que terminará la huelga solamente si levantan las acusaciones contra él por haber dispuesto de 55 millones de dólares que pertenecen a sus compañeros de trabajo.
Las instalaciones de la mina están semidestruidas. La empresa propietaria pidió autorización a las autoridades para liquidar a los trabajadores y finiquitar las relaciones con el sindicato o cerrar definitivamente la mina.
Hay quienes económica y políticamente se benefician con ese tipo de acciones sindicales y toleran la destrucción de puestos de trabajo ocasionadas por un "líder" que, como en la Edad Media, heredó un gremio. Esa huelga en Cananea significa miseria para miles de familias y menos ingresos para el Fisco. Las minas de cobre en Chile son las beneficiadas, ya que ahora surten al mercado mundial el metal que antes provenía de la mina mexicana cerrada por la huelga.