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Francisco Capella

La desigualdad y la crisis

Gran parte de la población percibe salarios y rentas del capital; trabajan y ahorran (acciones, fondos de inversión, planes de pensiones), y pueden cambiar la distribución de sus ingresos sin que aumente la desigualdad entre las personas.

Una de las ideas más tontas sobre la crisis que la progresía socialista está intentando colar es que su causa fundamental es la desigualdad social. Así intentan pasar su igualitarismo liberticida como una sensata estrategia de estabilidad económica.

Para perpetrar su engaño ofrecen presuntas evidencias empíricas en forma de estadísticas que deberían mostrar que la desigualdad económica ha crecido y sigue creciendo muy rápidamente, y luego se inventan un mecanismo causal para conectarla con la crisis financiera mediante la expansión crediticia a los más pobres.

Algunos estudios empíricos analizan la renta media de los hogares, y los obsesos de la igualdad, quizás algo cortos de vista y entenderas, olvidan que el tamaño y la composición de los hogares ha cambiado en las últimas décadas: ahora son más pequeños, más gente vive sola, con menos hijos, se casa más tarde, o están divorciados o viudos durante más tiempo por el incremento de la esperanza de vida.

Casi todos los estudios se refieren a distribuciones estadísticas de los grupos de renta, y algunos incautos podrían creer que estos grupos son estáticos y están formados siempre por las mismas personas, de modo que la evolución de un grupo refleja los cambios históricos de las personas que pertenecen a él para siempre: siempre los mismos pobres, la misma clase media y los mismos ricos. La verdad es que los individuos suelen comenzar su vida laboral desde abajo, con ingresos pequeños, y según adquieren experiencia profesional van incrementando sus salarios.

Algunos analistas comparan los ingresos por salarios laborales con los ingresos por rentas del capital como si hubiera dos conjuntos disjuntos, por un lado trabajadores que sólo reciben su sueldo y por otro capitalistas que sólo ingresan rentas, cuando gran parte de la población pertenece a ambos grupos, trabajan y ahorran (acciones, fondos de inversión, planes de pensiones), y pueden cambiar la distribución de sus ingresos sin que aumente la desigualdad entre las personas.

Algunos estudios no consideran pagos en especie (seguros médicos) o servicios sociales (sanidad, educación) fruto de la redistribución estatal de la renta, llegando incluso a asegurar que las prestaciones sociales se están reduciendo (cuando no paran de crecer) y que los servicios públicos son cada vez peores (lo cual puede ser cierto por la mala calidad de los servicios de prestación funcionarial, pero no porque cada vez se gaste menos dinero público en ellos).

Si el socialista o comunista incompetente de turno es aun más necio de lo normal puede llegar a olvidar que, a pesar de las posibles diferencias relativas, los ingresos absolutos tienden a crecer para todas las personas y todos los grupos, y entonces afirma con total descaro que las clases populares han visto reducidos sus ingresos, o sea que viven hoy con menos ingresos que en el pasado. Y aquí conectan falazmente con la crisis crediticia: sólo han podido incrementar sus consumo mediante el endeudamiento, una treta insostenible de las clases altas para seguir explotándolas.

Con esta última memez no sólo muestran que están completamente enquistados en el espantajo de la explotación capitalista: ¿se ha obligado a alguien coactivamente a endeudarse? También olvidan cómo se ha comenzado y mantenido la expansión crediticia: mediante la manipulación monetaria de los bancos centrales estatales.

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