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Jaime de Piniés

¿Puede España romper la Unión Monetaria?

Tienen razón los que apuntan a la posibilidad de que España sea el responsable del quebrantamiento de la zona euro, con un Gobierno débil, sometido a la voluntad de los sindicatos y de los nacionalistas.

Durante los últimos días venimos oyendo reiterativamente esta afirmación: España puede romper la Unión Monetaria Europea. Analistas de la talla del Nobel Krugman y Roubini son algunos de los que lo han dicho y, desgraciadamente, tienen toda la razón.

Podríamos intentar una contestación algo más elaborada a la citada pregunta argumentando que durante los últimos diez años la economía española ha perdido entre un 25% y un 30% de competitividad en relación a las economías más potentes de la Unión Monetaria Europea. Y, esa falta de competitividad, junto con una tasa de crecimiento de la demanda interna casi el doble a la media europea hasta el año 2007, ha llevado a la economía española a tener un déficit externo por cuenta corriente del 10% del PIB. En pocas palabras, esto es una autentica barbaridad, totalmente insostenible.

Muchas voces argumentaban por entonces que tal déficit corriente no tenía ninguna importancia práctica en la Europa de la zona euro, porque en su conjunto Europa estaba equilibrada frente al resto del mundo y, según esas mismas voces, ese equilibrio exterior era el que importaba. Bien, ha llegado el momento, y lo cierto es que el déficit español sí importa y es el punto de mira central de quienes cuestionan la permanencia de España en el euro y la continuidad de la Unión Monetaria Europea tal y como la conocemos hoy día.

Durante los últimos años, tener un déficit por cuenta corriente abultado no suponía problema alguno para las economías del euro. El crédito estaba al alcance de todo el mundo y encima era barato. Pero, a principios del año 2008, las condiciones crediticias cambiaron radicalmente y el dinero dejó de fluir como antes y, según parece, esta situación no lleva camino de mejora en los próximos años.

Si analizamos y atacamos el problema hay dos formas de abordar y corregir un déficit por cuenta corriente. La primera es por la vía de precios: ajustar los salarios reales o devaluar la divisa nacional. El ajuste de los salarios reales es una medida que corrige el déficit sin fomentar un proceso inflacionista. La devaluación de la divisa nacional, por otra parte, ha sido y todavía lo es, allí donde se puede implementar, el mecanismo tradicionalmente empleado. Eso sí, incorporando el proceso inflacionista que esta medida acarrea implícitamente. Ahora bien, cuando España se incorporó al euro cedió este derecho; al formar parte del euro esta opción era expresamente prohibida y casi totalmente inhabilitada para todas las economías dentro del euro. Sin embargo, hay que destacar la palabra "casi" porque, si se diera el caso en que un país decidiese salir del euro y de la Unión Monetaria, por muy equivocada y costosa que fuera esa decisión, no existe mecanismo alguno que lo impida. La Unión Monetaria no es una unión ni fiscal, ni política, es, simplemente, una casa a medio construir a la que llamamos Unión Europea.

Pero cuando las correcciones por vía de precios no llegan, la economía se ajusta por cantidades, es decir, la economía entra en recesión y el empleo desciende. En el caso de España, con una tasa de paro del 19%, podríamos pensar que la corrección del déficit vía cantidades ya habría llegado a su fin. La realidad es que no. La economía española sigue teniendo un abultado déficit corriente de aproximadamente el 5% del PIB. En tiempos, no rebasar un 2% ó un 2,5% del PIB se consideraba un déficit por cuenta corriente sostenible; eso sí, contando con que los prestamistas lo dieran por bueno. Ahora bien, las cifras de hoy día nos delatan; es decir, la economía española va a tener que seguir sufriendo hasta alcanzar un equilibrio, o al menos, alcanzar un nivel de déficit que los mercados interpreten como suficiente y ello implique reanudar el flujo de capital.

Un indicador muy seguido por el mercado internacional es el diferencial de bonos a 10 años. El diferencial de España en el año 2007 apenas llegaba a diez puntos básicos. El diferencial de los últimos días ha rozado los cien puntos básicos. Todavía los hay con un diferencial mayor, como es el caso de Grecia que alcanza los cuatrocientos puntos básicos. Pero lo que le importa a España es que los datos de dicho indicador han detonado todas las alarmas financieras internacionales. Hasta el extremo de que lleva a una simple deducción: un diferencial de intereses tan alto es fruto de un empeoramiento del riesgo país que representa España. Esta afirmación resulta nefasta y se acentúa en la medida en que nuestro presente Gobierno lo que lleva presentado es un repertorio de incoherencias en el manejo de las políticas económicas. Esto afecta la credibilidad nacional y apuntala el convencimiento de que España será el último furgón de crecimiento de la zona euro.

Ahora bien, demos una vuelta más a la tuerca. Un diferencial tan abultado también indica que el mercado empieza a detectar la posibilidad de que la Unión Monetaria Europea no aguante y que España termine saliendo del euro. Las comparaciones basadas en el referido indicador diferencial revelaban peores cifras como en el caso de Grecia. Sin embargo, la cosa cambia cuando se gira la observación hacia el peso del PIB. Aquí el tamaño del PIB sí importa. Una economía como la griega o la portuguesa que juntas suman menos de la mitad del PIB español, podría recibir suficiente ayuda financiera oficial del resto de la zona euro para facilitar el ajuste. Pero el tamaño de la economía española hace inviable esta alternativa. Y esto ya ha ocurrido. Recordemos al predecesor inmediato de la Unión Monetaria, el Sistema Monetario Europeo, al que precisamente le puso fin el hecho de que los alemanes se negaran a seguir financiando el déficit italiano.

La situación está llegando al límite y en los próximos meses, el Sr. Rodriguez Zapatero se va a ver abocado a decidir entre dos alternativas: o bien introducir reformas serias y de calado en el mercado laboral, energético, educativo, sistema de pensiones y, por supuesto, una reducción importante del gasto público, encaminadas a mejorar la maltrecha competitividad de la economía española; o bien, se verá obligado a sacarnos del euro y devaluar la moneda nacional.

Cualquier analista sensato optaría por el primer camino. Pero hasta la fecha ni los sindicatos ni el Sr. Rodriguez Zapatero han estado por la labor, ni han mostrado la más mínima intención. Por ello, tienen razón los que apuntan a la posibilidad de que España sea el responsable del quebrantamiento de la Unión Monetaria Europea, con un Gobierno débil, sometido a la voluntad de los sindicatos, de los nacionalistas y sin ni siquiera un mecanismo de control eficaz sobre las comunidades autónomas.

Donde sí cabe la discrepancia con ciertos analistas es en decir que es un problema exclusivo de la economía española. No lo es. También es cómplice Alemania que se encuentra en el otro lado de la ecuación con un superávit muy elevado.

En Libre Mercado

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