Menú
José T. Raga

Navegando sin rumbo

Cada día es más real que la economía española sigue viviendo pese a su Gobierno. ¿Será posible más deterioro aún? Les aseguro que sí.

En muchas ocasiones nuestro presidente del Gobierno, que es de tierra adentro, ha utilizado referencias náuticas para expresar su opinión o para afianzar una decisión en el quehacer político. Bien es verdad que como sus decisiones cambian radicalmente de orientación, el timón de su nave está pronto a resquebrajarse y tanto tripulantes como pasajeros están deseando llegar a puerto, sin importar de qué puerto se trate. Sólo se desea poner pie en tierra firme.

La situación es cada día más grave, porque a base de giros de ciento ochenta grados, que se multiplican por momentos, es el propio capitán el que ya no es capaz de saber si está orientado a norte o a sur; si se encuentra mirando a saliente o a poniente. De tal naturaleza es su problema, que ha conseguido volver loca a la mismísima brújula, por lo que también ésta ha dejado de tener alguna utilidad.

Muchos consideran que nuestro presidente está KO. Así se han pronunciado no pocos medios de comunicación. Yo no sé si aceptar tal diagnóstico, es más, aceptarlo tampoco me proporcionaría la mínima tranquilidad. Un KO, no enterrado, puede producir los mayores males, porque en esa situación sus movimientos son incontrolados e incontrolables. Sí, ya sé que me dirán que así son los movimientos del presidente en estos últimos tiempos, pero... dejémoslo así si les parece.

En mi opinión, nuestro presidente está como siempre estuvo. Asumió la presidencia del Gobierno sin tiempo para imaginar que así podía ser la cosa. Es decir, fue investido presidente, sin un proyecto realista de gobierno y, lo que es peor, con un simulacro de proyecto basado en las arengas a una izquierda trasnochada, retrógrada, dogmática y autoritaria, que no podía servir para gobernar en el siglo XXI sino únicamente para emborrachar a las masas desinformadas. El problema fue que hubo un 11-M y, miren por dónde, sin pensarlo lo vemos hecho presidente de la noche a la mañana. Ni siquiera pudo reflexionar en la jornada de reflexión porque se lo impidió su ad latere Pérez Rubalcaba, en esa lluvia de mensajes con la intención de dirigir las voluntades y no permitirles reflexionar.

Aquellas arengas y el clientelismo nacionalista con el que tuvo que pactar, le han tenido esclavizado a él, desde el primer momento, y también desde entonces nos ha estado succionando sangre y tuétanos a todos los españoles de buena fe. Que si en un momento optaba por la decisión blanca, la tenía que corregir segundos después pasando a la negra, porque había que acallar a algún descontento de aquellos que ayudaron a auparle. Ha llevado locos a los ministros que nunca han sabido a qué atenerse, porque nunca han dispuesto de un criterio mínimamente definido. Las contradicciones entre ellos han alcanzado niveles grotescos, hasta el punto de que lo que inicialmente se liquidaba con controversias entre los miembros del Gabinete ha llegado en ocasiones a afectar a las manifestaciones públicas del propio presidente.

La falta de rumbo para gobernar, que siempre ha sido notoria, se ha agravado en los últimos tiempos. ¿Será el cansancio? Cansado estaba ya al principio de su mandato; no se nos puede olvidar el plante con el que obsequió a su homólogo polaco simplemente porque estaba cansado. La imagen ahora es más preocupante. La falta de rumbo, si se da cuando hay presiones externas o internas que originen sensación de premura, se traducen en huida. Y ahí es donde creo que estamos en este momento.

El presidente nunca ha estado muy dispuesto a escuchar, no en balde alguien que estuvo en su equipo ha calificado a los ministros como simples ayudantes del presidente del Gobierno. Hoy, esos oídos sordos ni siquiera quedan reducidos a un problema auditivo sino a un problema de capacidad de atención; es decir, a una cuestión de disposición mental.

Le tiene sin cuidado lo que digan las agencias de rating sobre la deuda pública española; él se encierra en un estribillo que proclama la solvencia. Una solvencia que no se cree nadie y, si me apuran, me cuesta pensar que se la crea él. El problema es que los mercados creen a las agencias y no creen a ZP. ¡Quizá es que sean muy poco patriotas!

Que nuestra deuda tenga que pagar intereses dos puntos porcentuales por encima de la alemana, la holandesa, la francesa o la austriaca, parece ser un pequeño detalle para él sin importancia. Que se haya tenido que insistir al sistema bancario español para poder colocar alguna emisión, es algo que a todos, quizá no al señor presidente, nos tiene muy preocupados, porque si los recursos disponibles para financiar la inversión privada –la que crea empleo de veras y no de ficción– los absorbe el sector público, las empresas privadas seguirán viviendo con dificultad, y eso las que consigan seguir viviendo. Cómo será nuestra falta de crédito en el universo mundo, que el gran gestor de renta fija del mundo, el señor Bill Gross, no está dispuesto a que la deuda española figure entre los 220 mil millones de dólares que gestiona en su fondo de renta fija Pimco Total Return; el mayor fondo de renta fija del mundo.

Por eso, el sentido de acorralamiento del presidente del Gobierno es visible y está alcanzando niveles inaceptables, de los que pueden derivar males importantes a nuestra economía y a nuestra propia nación. ¿O no es por complejo de inferioridad por lo que el presidente se ha permitido pedir al de Telefónica espíritu de diálogo ante la acción de oro esgrimida por el Gobierno portugués, frenando la adquisición de Vivo? Ni siquiera la opinión de la Comisión Europea de una posible ilegalidad en la conducta portuguesa ha permitido a nuestro presidente apoyar a nuestra compañía de telefonía.

Cada día es más real que la economía española sigue viviendo pese a su Gobierno. ¿Será posible más deterioro aún? Les aseguro que sí. El deterioro no tiene límite. Ejemplos elocuentes de ello los tenemos en un buen número de países que fueron grandes y ahora viven en la miseria.

Dios quiera que esto se pare cuanto antes. Esto significa el gobierno.

En Libre Mercado

    0
    comentarios