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Japón baraja monetizar deuda a discreción para reconstruir el país tras el terremoto

Japón prevé un gasto público récord de 800.000 millones de euros para afrontar la reconstrucción. El problema es cómo financiarlo: monetización o impuestos.

Este martes ha quedado aprobado el Presupuesto Público de Japón para el próximo ejercicio, que empieza este mes de abril. Con más de 92 billones de yenes (800.000 millones de euros) supone un récord para Japón y, sin embargo, el Gobierno ya está contemplando próximas ampliaciones. El Senado, controlado por la oposición, lo rechazó, pero la Constitución nipona permite que prevalezca la decisión de la Cámara de Representantes cuando ésta sea distinta a la del Senado. Y la Cámara de Representantes, en donde tiene mayoría el gobernante Partido Democrático, ya lo había aprobado el pasado día 1 de marzo.

Bloqueo parlamentario

A pesar de su aprobación, ya se han levantado muchas voces en contra de este Presupuesto. Algunos miembros de la oposición han pedido elecciones anticipadas, y algunos miembros del propio partido gobernante han expresado su rechazo frontal a las cuentas públicas. Tal es el desacuerdo que buena parte del gasto presupuestado todavía está pendiente de financiación debido a la oposición existente en el Senado. Entre otras, hay una propuesta para que el Gobierno obtenga 38 billones de yenes (un 42% del total, de momento) mediante la emisión de deuda pública.

Sin estos bonos públicos el Gobierno japonés podría verse obligado a suspender algunas partidas presupuestarias de menor prioridad, según fuentes del Ministerio de Economía. Parte de las discrepancias se explican por el hecho de que el Presupuesto fue elaborado con un marcado carácter "social" antes del histórico terremoto del pasado 11 de marzo y, en consecuencia, no han podido incluirse todas las partidas referidas a la reconstrucción de las zonas afectadas por el desastre. Por tanto, la discrepancia política de la oposición no estriba tanto en el elevadísimo gasto público que contempla el Presupuesto sino, más bien, sobre el destino de las distintas partidas.

El primer ministro, Naoto Kan, ya estaba en apuros desde que se destapó el escándalo de las donaciones irregulares que había aceptado de un ciudadano no japonés. Con el terremoto, el escándalo pasó a un segundo plano y Kan invitó a Sadakazu Tanigaki, líder de la oposición, a unirse a su Gobierno. Tanigaki se comprometió a prestar su ayuda en lo referente a la ampliación del Presupuesto para la reconstrucción.

Sin embargo, para dar su visto bueno a la citada emisión de bonos públicos, la oposición puso como condición que Kan cancelara lo que ellos consideran políticas electoralistas, como las ayudas a las familias con hijos. Estas ayudas son una de las promesas electorales con las que Kan ganó las elecciones en agosto de 2009 y consistían en 26.000 yenes (228 euros) mensuales por cada niño aunque, a la hora de la verdad, ya se habían quedado en la mitad debido a las restricciones presupuestarias.

Kan quería ampliar las ayudas, pero el Gobierno anunció el pasado miércoles que renunciará a aumentarlas durante el ejercicio 2011. Su intención ahora es prolongar el actual programa tan sólo seis meses.

De momento, el Gobierno ya está considerando la primera ampliación del Presupuesto por un importe de 2 a 3 billones de yenes (de 17.000 a 26.000 millones de euros) para la reconstrucción de la región nororiental, afectada por el terremoto.

Gasto extra para la reconstrucción

Japón lleva por el momento dos décadas consecutivas de estancamiento económico que China ha aprovechado para adelantarle en PIB. La deflación crónica, un yen fuerte que dificulta las exportaciones, una demanda doméstica que ya no es lo que fue y el índice Nikkei 225 todavía muy por debajo de los máximos alcanzados a finales de los ochenta reflejan que la economía nipona llevaba tiempo en muy mal estado, aunque algunos empezaban a ver signos de recuperación.

Después del 11 de marzo, con más de 11.000 víctimas mortales y 16.493 desaparecidos, el tsunami y los múltiples terremotos han alterado drásticamente las perspectivas del país. grafico Las infraestructuras en la costa norte han quedado seriamente afectadas y muchas fábricas están cerrando por los cortes de electricidad. Es el caso, entre otras, de Sony y Nikon. Toyota ha cerrado 18 fábricas.

El Gobierno japonés ha estimado que el coste de la reconstrucción no costará menos de 16 billones de yenes (140.000 millones de euros) y podría alcanzar los 25 billones de yenes (220.000 millones de euros). Eso sin tener en cuenta otras posibles complicaciones, tales como el impacto que la radicación de la central nuclear de Fukushima pueda tener en los suministros de agua y alimentos.

Impuestos o monetización

Por ello, miembros de ambos partidos han pedido que el Banco de Japón compre deuda pública por importe de 20 billones de yenes (175.000 millones de euros) para financiar un paquete adicional de medidas para la reconstrucción. Esta medida puede aprobarla en circunstancias especiales. Se ha argumentado que, puesto que Japón ya está en deflación, el riesgo de monetizar la deuda es bajo.

Por su parte, miembros del partido de Kan recomendaron el 18 de marzo que se suban los impuestos para financiar la reconstrucción. De hecho, para evitar un excesivo endeudamiento, el Gobierno ya ha anunciado que no se aplicará la reducción de 5 puntos prevista en el Impuesto de Sociedades, cuyo tipo ahora se sitúa en el 40%. Sobre la posibilidad de aumentar los impuestos, Kan dijo que no lo están contemplando, pero que está dispuesto a discutir "todas las posibilidades".

La emisión de más deuda no es un asunto baladí en Japón, ya que su nivel de endeudamiento público ya es casi el doble que su PIB como resultado de las fallidas políticas de estímulo monetario y fiscal llevadas a cabo desde la crisis de los 90. Algunos analistas han considerado que esto no tiene por qué ser un problema si el Gobierno lleva a cabo la prometida reforma de la Seguridad Social y del sistema impositivo. Pero, tras el tsunami, la atención del Ejecutivo se ha desviado a otras prioridades aunque, oficialmente, sigue comprometido a tener estas reformas listas para el próximo junio.

Robert Feldman, de Morgan Stanley en Tokio, considera que "no es de esperar que la ventana de oportunidad esté abierta más de unos pocos meses" para decidir si se apuesta por un plan "atrevido" o "cauto". Por "atrevido" se refiere a un gasto total para la reconstrucción de 40 billones de yenes (351.000 millones de euros), sin subidas de impuestos y financiado al 50% por el Banco de Japón. Eso, según sus cálculos, conduciría a un crecimiento anual del 2,7% entre 2012 y 2015.

El plan "cauto", por el contrario, se limitaría a 10 billones de yenes (88.000 millones de euros), un incremento de 2 puntos en el impuesto sobre el consumo, hasta el 7%, al tiempo que el déficit sería financiado por el Banco del Japón. El PIB real se contraería un 1,1% anual entre 2012 y 2015, según Feldman.

El problema es que Masaaki Shirakawa, el gobernador del Banco Central de Japón, se ha opuesto reiteradamente a la monetización de más deuda pública. Ha dicho que ya hay efectivo en abundancia para las instituciones financieras y que el banco central ya está comprando "grandes cantidades" de bonos en el mercado secundario. Monetizar la deuda "acarrearía una expansión ilimitada de la emisión de moneda, avivaría la inflación y sería un fuerte golpe para las vidas de la gente", dijo el 22 de marzo.

Temores en EEUU

Durante años, la enorme capacidad de ahorro de Japón le sirvió para convertirse en uno de los principales acreedores a nivel mundial. Actualmente, Japón tiene un billón de dólares en bonos del Tesoro norteamericano. Pero tras dos décadas sin crecimiento y con una unas perspectivas de gasto enormes, Japón podría dejar de ser un acreedor tan conveniente para los Estados Unidos.

El Gobierno de EEUU, por su parte, ya tiene un endeudamiento elevado y algunos analistas ven con preocupación la posibilidad de que Japón se deshaga de esos bonos americanos.

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