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Rajoy: "Muchas decisiones que vamos a tomar no van a gustar a mucha gente"

Tras su frase prediciendo una huelga general, y al término de la reunión del Consejo Europeo, Rajoy se reafirmó: "Muchas decisiones no van a gustar".

Mariano Rajoy volvió a convertir a la española en la lengua de moda de las instituciones europeas. Aunque sólo fuera por la cantidad de manos que estrechó, las carantoñas públicas que recibió de sus homólogos comunitarios o la inusitada expectación que despertó a cada paso. “Qué tiene él que no tuviera el otro”, se escuchó de un funcionario de la casa, cuando -tras más de siete horas de reunión del Consejo Europeo- no cabía ni un alfiler en la sala España para escuchar al nuevo presidente.

Fue un estreno satisfactorio, ya que devuelve al país a la primera división y sube a su gobernante a la locomotora junto a los grandes de la UE, pero también un baño de realidad. Tanto que Durao Barroso recibió al presidente con un abrazo, pero de esos que ahogan y reclaman más y mayores reformas. Y porque el propio Rajoy, cazado por un micrófono indiscreto, alertó a sus colegas de que la herencia le deja una perspectiva desoladora, con una huelga general a la vuelta de la esquina en cuanto presente, el diez de febrero, la reforma laboral. “Muchas decisiones que vamos a tomar no van a gustar a mucha gente”, proclamó, ya en rueda de prensa.

España, por el buen camino

Los 'veintisiete' se han “congratulado por las medidas de España e Italia” para reducir el déficit público, pero también le han pedido “que prosiga sus importantes esfuerzos de saneamiento presupuestario”, desveló el propio Rajoy, que a renglón seguido entonó un patriótico “y nosotros estamos dispuestos a hacerlo”.

En clave comunitaria, España defendió el Tratado de Estabilidad que se firmará en el mes de marzo, entre otras cosas porque la regla de oro de no gastar más de lo que se tiene, vía déficit público, ya está incluida en la Constitución de 1978. También respaldó dotar de mayor presupuesto a los mecanismos de rescate, a modo de ayuda para los países con dificultades. Por último, nuevo acuerdo sobre Grecia, en el que la delegación patria entró de puntillas, para “poner en marcha a la mayor velocidad posible” su segundo programa de reformas.

Rajoy también se estrenó como orador; fue ponente de una propuesta sobre PYMES (que recibió el aplauso general porque se llegaron a acuerdos para aprobar medidas que permitan fluir el crédito) además de llevar tres medidas concretas a debate, a destacar una norma para utilizar los fondos europeos no gastados para políticas de empleo. Principalmente, para paliar la sangría de jóvenes que no encuentran un puesto de trabajo.

La negociación sobre el límite del déficit

Además, el jefe del Gobierno presentó por enésima vez su programa de reformas -hechas y en camino- y rechazó adelantar la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, tal y como le instó en privado Barroso. No lo hará, argumentó su entorno, porque primero quiere tener en mano las previsiones económicas de la UE -previstas para el día 23-, extremo sin el cual no elaborará el techo de gasto. Y en ese transcurso será, añaden las fuentes, cuando España habrá intentado ya por todos los medios modificar el límite del déficit, situado en el 4,4%, y que el Gobierno considera inadmisible.

En este sentido, Rajoy sí que consiguió de Barroso, con quien le une una relación más que afable, una declaración pública para nada dejada al azar: "Sería conveniente ahora tener una discusión, que se va a seguir en el marco del Eurogrupo y del Ecofin sobre la situación en España. Yo aquí no puedo ahora ir más en detalle sobre eso. Va a haber una discusión sobre las condiciones". O, en palabras del propio presidente, “algo bueno para mí”, que lo es también para el conjunto de los españoles.

Fue la única mención al déficit, ya que ni en el encuentro bilateral ni tampoco en el seno del Consejo se abordó: “Ese asunto no lo hemos tratado”, zanjó Rajoy. Moncloa recuerda que tampoco era la intención, ya que el gran objetivo es que calara en las instituciones la situación económica real, y eso sí que se consiguió.

Recado a los sindicatos

Un buen sabor de boca a pesar de que es un año “complicado, difícil, con previsiones negativas”, y es que, entrando en el perfil más cotidiano de la cita, Rajoy pocas veces se mostró tan claro: “Vienen tiempos difíciles. El Gobierno tiene que gobernar y espero que eso se entienda, y que también lo entiendan las fuerzas sindicales”, afirmó, en relación a su conversación privada. Ahondando en la cuestión, admitió que ha “considerado” que le vayan a hacer una huelga, “como se la hicieron al PSOE” con una protesta “que no sirvió absolutamente para nada”. Pese a todo, reclamó “una buena disposición, que prime el sentido común” ya que “España está en una situación muy compleja”.

Una explicación, ya más prudente a micrófono abierto, que le sirvió para poner fin a doce horas frenéticas en la capital comunitaria. Un Rajoy satisfecho, pero visiblemente cansado, cerrará su tour europeo el próximo día veintiuno de febrero, con una visita a Londres. “Estoy muy contento”, se le escuchó decir. A la vista de cuantos se le acercaron, no es para menos.

En la historia queda ya la imagen de un José Luis Rodríguez Zapatero sólo, al que nadie se acercaba. España volvió a ser protagonista, y el “bienvenido” -en perfecto castellano- de Van Rompuy acabó con una etapa para abrir otra nueva. En marzo, el presidente tendrá otra prueba de fuego, y entonces ya todo su proyecto de regeneración estará en marcha, a la espera de saber cuándo quedarán finalmente aprobadas las cuentas públicas. Y Bruselas volverá a pasar revista.

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