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José T. Raga

Ante el abismo fiscal, un paso al frente

El presidente Obama ha hecho alarde de las virtudes de una expansión del gasto público, sin considerar que estas virtudes hay que financiarlas.

La Historia nos muestra la incontestabilidad del fenómeno. Desde sus orígenes, la izquierda gobernante –no importa que sea más radical o menos– gasta sin mesura, ignorando la escasez de los recursos, y la derecha liberal –bien es verdad que de ésta hay pocos gobernantes– toma en consideración lo limitado de las disponibilidades; aunque hay derechas –las poco liberales– que les cuesta apretarse el cinturón o cerrar el bolsillo.

El pensamiento liberal –pensemos en Adam Smith y su Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, año 1776– describe cómo y porqué actúan los sujetos individuales, bien cuando lo hacen aisladamente, o mediante grupos o asociaciones. En los cinco libros que comprende la obra, ni siquiera se desliza una línea en la que se valore la acción de los sujetos. En otras palabras, se describe lo que es y no lo que se supone que debería de ser.

Contrariamente, si centramos el pensamiento de izquierda en la obra de Carl Marx El Capital. Crítica de la Economía Política (primer volumen en 1867), ya el subtítulo es una provocación. Con afán normativo, el contenido de los tres libros de la obra muestra cómo no debe ser la economía, para él, la economía capitalista. Con ello se establece el predominio de una ficción –la economía socialista–, nada contrastada, que critica y relega una realidad evidente: lo que ocurre en la que él conoce como economía capitalista.

Pues bien, parece que nada hemos adelantado en siglo y medio, de forma que la izquierda, relegando la realidad económica, sigue considerando que el presupuesto público no debería ser tan escaso y, consecuentemente, gastando sin límites que lo restrinjan. Resultado: el anuncio en Estados Unidos del llamado abismo fiscal, es decir, la situación de insolvencia del Estado que sólo se podría resolver, mediante reducción del gasto –pero eso es reconocer la realidad, que no va con la izquierda– o por incremento de los impuestos –que esto sí gusta a quien considera la sociedad como una entelequia sin presencia de los individuos–.

Desde su inicio en el gobierno, el presidente Obama ha hecho alarde de las virtudes de una expansión del gasto público, sin considerar que estas virtudes hay que financiarlas. Llegado el momento de la verdad, situado ante el abismo que él mismo ha creado, ha predominado su resistencia a contraer el gasto, incrementando los impuestos –lo que implica alargar la enfermedad–, frente a reducir el gasto sin lastrar potencialidad a los agentes económicos; porque la enfermedad se llama "gasto excesivo". Ante este abismo, el presidente ha decidido dar un paso al frente, y con la ayuda de algunos republicanos, ideológicamente en las antípodas de esta solución, ha conseguido tomar unos días de vacaciones, dejando el problema a la espera de una nueva negociación.

También en la España de Zapatero pudimos comprobar lo que ocurre, cuando la ideología se construye de espaldas a la realidad.

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