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Enrique Ghersi: "La derecha que no tiene principios, sólo intereses, acaba siendo prisionera de la izquierda"

El peruano recuerda la importancia de la batalla de las ideas: "Los políticos que no tienen miedo a impulsar un cambio son los que terminan ganando".

Enrique Ghersi está acostumbrado a jugar en terreno contrario. Este abogado con un currículum eterno (diputado, profesor en la Universidad de Lima, experto en derecho y economía, escritor...) es liberal y peruano, una combinación que no debe ser sencilla. Defender las ideas liberales en Sudamérica ha sido un deporte de alto riesgo en el último medio siglo.

Sin embargo, algo parece estar cambiando. En los últimos dos años, prácticamente todas las citas con las urnas (en Venezuela, Bolivia, Argentina...) se han saldado con la derrota del populismo de izquierdas y la victoria de opciones más o menos cercanas al libre mercado, la globalización y la libertad individual. Queda mucho camino por recorrer pero, como dice Ghersi, ya no es una locura pensar que "la vieja izquierda chavista murió con Chávez y ahora la estamos enterrando".

Este miércoles, Libre Mercado le entrevistaba con motivo de su participación en el Free Market Road Show, un ciclo de jornadas impulsadas por el Austrian Economics Center y el Instituto Juan de Mariana, que en esta ocasión se celebraba en Madrid, en la sede de la Fundación Rafael del Pino. Ghersi se declara optimista por naturaleza y anima a los liberales europeos a no dejarse vencer por la apatía. "Las ideas importan", proclama con entusiasmo, pero sólo defendiéndolas con convicción se puede salir victorioso. Su país, explica, lo ha conseguido gracias en parte al legado de Mario Vargas Llosa, con el que se presentó a aquella famosa campaña electoral del año 1990: "Tuvimos una derrota electoral, pero un triunfo político, porque fijamos la agenda hasta hoy. Son los políticos con ideas definidas, que no tienen miedo a impulsar un cambio político, a pesar del coste, los que terminan ganando, porque fijan la agenda".

- Usted es experto en derecho y economía, en la importancia de las normas en el desarrollo económico y en la relevancia del Estado de Derecho y el respeto a los derechos de propiedad. Cuando preparaba esta entrevista, pensaba que si hubiéramos tenido esta conversación hace 10 o 15 años yo habría enfocado el tema como algo ajeno a mi realidad. En España ésta era una cuestión que se daba por sentada, como si fuera algo superado. Los problemas relacionados con este tema eran más propios de Sudamérica y otras zonas del mundo no desarrollado. Sin embargo, le soy sincero, no sé si ahora podemos seguir pensando en esto como algo que no nos afecta…

- Lo recuerdo bien porque he participado en muchas discusiones en España desde la década de los noventa. Y el tema de los derechos de propiedad ha pasado de ser un tema académico a ser un tema político. Se cometió el error de creer que en una sociedad libre todo se encuentra dado y no puede haber retrocesos. La evolución no necesariamente significa progreso, también puede haber retrocesos. Ése es el caso de Europa, que en los últimos 20 años ha retrocedido dramáticamente.

Jefferson decía que el precio de la libertad es su eterna vigilancia. Uno nunca puede creer que está todo hecho. Claro que hay múltiples retrocesos. Y no sólo a través de expropiaciones directas, sino también a través de expropiaciones indirectas, implícitas en la regulación estatal, se puede provocar un deterioro tal en los derechos de propiedad que termine destruyendo las bases de una sociedad liberal, restándole eficiencia al sistema económico y favoreciendo la economía sumergida.

- Cuando hablamos de crecimiento todos nos fijamos en las medidas puramente económicas: subir o no impuestos, lo que decida hacer el BCE con la moneda o el interés, la normativa laboral… Sin embargo, hay un requisito previo que damos por sentado: un Estado de Derecho y un sistema de protección de los derechos de propiedad. Sin esta base, todo lo demás no se puede sostener. ¿Son estos fundamentos sobre los que se asienta el sistema los que ahora están en peligro?

- Absolutamente de acuerdo. Hay un error muy común. Los políticos creen que el derecho tiene un coste cero. Que uno puede cambiar la ley y no pasa nada. Que la tienes que obedecer porque es la ley. Pero eso no es así. El derecho y las leyes son costosos. No hay nada gratis, decía el viejo Friedman, y tenía toda la razón. Eso también es válido para la estructura institucional.

Por ejemplo, las leyes laborales. En el Perú también son atroces. El costo de la plantilla en el Perú es el 48%. Si gastas un sol (la moneda peruana) en la plantilla tienes que gastar un 48% adicional de tu bolsillo. ¿Eso que significa? Pues en términos prácticos que el trabajo formal cuesta un 48% del salario. Como comprenderás, hay muy pocos incentivos para, con esos costos, generar trabajo en el sistema formal. Lo que se está favoreciendo es la economía sumergida, gente que trabaja al margen de la ley.

Esto es igual en la estructura tributaria. En Perú tenemos impuestos más bajos que en la UE, pero para los peruanos son muy altos. En un país con un 70% de informalidad, es evidente que el costo de la estructura fiscal y laboral es muy alta. ¿Por qué? Porque el coste de la legalidad es inversamente proporcional a los ingresos de la población. El coste es aquello que yo sacrifico para hacer algo. ¿Quién tiene un coste más alto frente a las leyes? El que gana menos, porque sacrifica más. Si cumplir con las leyes vale uno y tú ganas 100 y otra persona gana 10. ¿A quién le cuesta más cumplir con la ley? Al que gana 10.

- Los revolucionarios americanos, a finales del siglo XVIII, pensaban que el Estado tenía que ser una herramienta para proteger estos derechos de propiedad. Su función era salvaguardarlos para que luego cada individuo 'buscara' la felicidad por sus propios medios. Sin embargo, ahora muchos sienten que el Estado es el mayor peligro para los derechos de propiedad.

- En esto yo siempre cito a un español del siglo XIX, que no era liberal, era un hombre de izquierdas: Joaquín Costa. Porque fue en materia de derecho civil un precursor de estas ideas. Él sostenía que la ley sólo era obligatoria cuando la gente decidía obedecerla voluntariamente. Decía que no era suficiente con que el Parlamento sancionara una ley para que ésta fuera ley, sino que sólo se convertía en ley cuando se volvía una costumbre de la gente.

Esta tesis es muy a propósito para lo que ocurre en los tiempos modernos. Es lo que Hayek llamaba la perversión del ideal democrático. En Europa, el Parlamento y el Gobierno creen que porque se dictó una ley formalmente, esa ley es obligatoria. Yo, recuperando un poco a Costa, diría que esa ley no es obligatoria hasta que la gente decide obedecerla. Y eso ocurre cuando la gente, en un análisis subjetivo de costes-beneficios, cree que le conviene. Cuando cree que no le conviene obedecerla, porque no obtiene nada a cambio, no la obedece, aunque esté vigente. Eso explica las altísimas tasas de economía sumergida en Europa. A medida que hay más crisis económica, hay más economía sumergida. La gente se desplaza de la costosa economía formal a la economía informal, porque es la única manera de subsistir. En el Perú tenemos tasas de economía informal del 70%, aunque tenemos tasas de crecimiento del 8% del PIB.

¿Y dónde están esos informales? Todos somos informales. No es que haya gente de color verde y roja. Todos informalizamos parte de nuestra actividad económica: no declaramos todo, recurrimos al cash en determinadas actividades, no pedimos factura… Es la vida de la gente que trata de sobrevivir al Estado. El Estado moderno se ha convertido en un instrumento ineficiente que lo único que hace, como diría Bastiat, es tratar de vivir a costa de los demás.

- En Sudamérica ahora parece que las cosas están cambiando.

- Mira lo que ha pasado en el último año, los populismos se han venido abajo. Es muy interesante cómo América Latina ha logrado recuperar, democráticamente, lo que es muy importante, espacios políticos; no sólo para una democracia liberal sino también para el desarrollo de una economía de mercado. Podríamos decir que hemos pasado de una hegemonía de la izquierda a una hegemonía liberal. Incluso en Venezuela, pese a los intentos desesperados y a los fraudes del Gobierno, la oposición ganó.

Bolivia, la semana pasada: Evo Morales, que es un caudillo con mucha fuerza política, cayó derrotado en un referéndum que impide su reelección por tercera vez y lo confina a una situación defensiva, porque además está involucrado en un escándalo de corrupción.

La señora Bachelet, probablemente la más moderada de los gobernantes de izquierda, está sitiada por denuncias de corrupción que afectan a los miembros de su familia y su Gobierno es el más impopular de la historia. Sebastián Piñera va a ganar las próximas elecciones con un triunfo muy importante.

Macri acaba de desbancar a los Kirchner, es un triunfo notabilísimo. Dilma Rouseff está en el borde de ir a la cárcel. El socialismo brasileño se desploma.

En Perú, Humala ganó las elecciones como un candidato de izquierdas, y termina siendo una izquierda vegetariana. Muchos le han criticado por ser el Gobierno más de derechas de los últimos 25 años… y creo que tienen razón. Ahora tenemos elecciones el diez de abril. Hay 19 candidatos (el Perú es así) y los cinco primeros son candidatos de derecha. Todos creen en la economía de mercado.

Por todo eso, me atrevería a decir que en Sudamérica en el último año se ha producido un cambio de paradigma. La vieja izquierda chavista murió con Chávez y la estamos enterrando. Sólo queda Ecuador, con Correa. Pero el caso de Correa es muy especial. Es un gobernante de izquierdas que tiene al dólar como moneda. Y nunca cambió esa situación, porque Correa fue el ministro de Economía que dolarizó al país. Hay mucha gente que dice que Correa de izquierda no tiene nada, más allá de la moda. No nos extrañe que Correa dé un salto en el espacio y que vuelva a ser el ministro de Economía que dolarizó al país. Correa es capaz de cualquier cosa.

El cambio en Sudamérica ha sido muy importante en un año. Y lo que viene tira hacia una derecha liberal. Mucho más liberal que la europea. Porque la derecha europea… uno tiene sus dudas incluso de que sean de derechas.

- Con esta perspectiva, ¿qué enseñanzas podemos sacar en Europa?

- Yo diría que en América Latina hubo tres-cuatro cosas muy importantes. Lo primero es que se aprobaron una serie de reformas macroeconómicas muy importantes y que funcionaron. Esto fue en los noventa. Luego llegó el gran contragolpe de la izquierda en los 2000. Pero todo eso reveló que lo que se hizo en los 90, poner orden fiscal, funcionó y mucha gente le ha dado valor ahora.

En segundo lugar, está la corrupción. Ha sido fundamental en la caída de la izquierda. La evidencia de que el crecimiento del Estado fue un pretexto para la corrupción.

Finalmente, el ciclo económico internacional (con los altos precios de las materias primas) favoreció mucho a América Latina en los años 2000. Pero ahora ese ciclo se terminó. Justo en el momento en el que se termina la prosperidad, la gente decide buscar gobiernos responsables fiscalmente. Ahora hay que vivir de lo que hay. Le tocó a la izquierda gobernar con el ciclo y no hizo nada, se robó el dinero. La historia del chavismo es así: nunca ha estado el precio del petróleo como ha estado con estos gobiernos. Es muy curioso. Habrá que encontrar la correlación entre el ciclo y el surgimiento de la izquierda y el fin del ciclo y la vuelta de la derecha liberal. Da la impresión de que la gente prefiere que la prosperidad sea administrada por gobiernos dispendiosos, pero que cuando la cosa se estrecha, inmediatamente el elector dice: 'Ahora necesitamos gobiernos de derechas, porque la cosa está difícil, como pongamos gobiernos de izquierda nos morimos todos'.

- ¿Qué lecciones podríamos sacar desde España para evitar que este populismo llegue al poder y, si llega, para contenerle en la medida de lo posible?

- No me atrevo a dar un consejo, pero sí te puedo contar algo que me parece que sí es importante. Mi principal experiencia es que las ideas importan. El secreto en el Perú ha sido la importancia de las ideas y ha habido una persona que ha jugado un papel fundamental. Hay que reivindicar su figura y su influencia: Mario Vargas Llosa. Él fue el candidato perdedor en el 90, pero a pesar de todo, transformó el Perú. Por una razón: porque dio la batalla de las ideas y ganó. Yo me declaro vargasllosiano: he sido diputado con él, soy admirador de su trabajo, he colaborado en todas sus iniciativas políticas, soy su amigo… Tiene una influencia continental, no sólo peruana.

El caso del Perú nos dice que uno puede perder una elección y tener a la vez un triunfo político. Es la paradoja del gran reformador. Esto ocurre cuando en un proceso electoral, uno de los candidatos es un Rey Filósofo, alguien que tiene ideas, es un ideólogo, no sólo un político. Eso pasó en 1990 con Vargas Llosa. Tenía un programa ideológico liberal y una visión integral del país, no sólo de una política económica particular, de si subir un punto o no el Impuesto de la Renta, que es la discusión que hay en Europa. Vargas Llosa discutió el paradigma, defendió una sociedad de hombres libres y responsables. Lo que implica un cambio importante en la sociedad. Muchos criticaron a Mario por ser tan ideológicamente definido, sin concesiones. Pero Mario tenía razón. Él decía: "Prefiero perder una elección que conceder ideológicamente". Los asesores políticos nos dijeron todos: "Van a perder". Y perdimos. Pero cambiamos el país. Tuvimos una derrota electoral, pero un triunfo político, porque fijamos la agenda hasta hoy. Son los políticos con las ideas definidas, que no tienen miedo a impulsar un cambio político, a pesar del coste, los que terminan ganando, porque fijan la agenda. Luego no importa quién es el presidente, porque es prisionero de una agenda que no puede cambiar.

- ¿Y ese es el problema de Europa, que la agenda la está fijando la izquierda?

- El problema es que la izquierda fijó la agenda al final de la Guerra Mundial y lo que ustedes están viviendo es consecuencia de una agenda fijada hace 30, 40 o 50 años.

- De hecho, da la sensación de que la extrema izquierda defiende sin complejos sus ideas, mientras que la derecha o los liberales se avergüenzan y tienen miedo.

- Lo que Europa necesita es un Vargas Llosa, alguien dispuesto a encabezar una lucha política, aun perdiendo, pero para fijar su agenda. Europa tiene que cambiar su agenda. Margaret Thatcher era más política que ideóloga, pero a su manera lo hizo. O Adenauer en su momento en Alemania: en cierto sentido, también lo hizo. Lo que necesitas es un político con convicciones filosóficas fuertes. Si no lo tienes, no vas a poder gobernar, aunque ganes las elecciones, porque vas a ser rehén de la misma agenda. Mira el Perú, lleva cinco gobiernos, de todos los signos (derecha, izquierda, socialdemócrata…) y todos gobiernan con la agenda de Vargas Llosa. Va a tener 30 años continuos de la misma política económica, institucional, social. Y fíjate, es por el derrotado del año 90.

Los liberales siempre hemos sido partidos de cuadros, partidos algo elitistas. Pero podemos ayudar a cambiar una sociedad, porque tenemos agenda, tenemos principios. El gran problema de la derecha en el mundo es que no tiene principios, sólo tiene intereses. Esa derecha coincide con la izquierda y acaba siendo prisionera de la izquierda. La derecha liberal tiene que construir una opción basada en principios. El ejemplo sudamericano está ahí. Hemos logrado derrotar al chavismo, cosa que parecía imposible (y Vargas Llosa tiene su importancia ahí, a través de la Fundación Internacional para la Libertad). Uno puede cambiar las cosas si tiene las ideas claras y una agenda política transparente.

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