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José T. Raga

La condición ‘coeteris paribus’

¿De verdad es una buena idea subir el salario mínimo?

¿Qué demonios es eso, se preguntarán algunos lectores? Es bien cierto que cada vez son menos los lectores que se lo preguntan, pues son más los que se han enfrentado a la vigencia de tal condición, muy común en los estudios y pronósticos económicos, pero de uso general también en tantos otros saberes del ámbito de las ciencias sociales.

Cuando, en economía, tratamos de presagiar el resultado de una medida o simplemente de una decisión, nos encontramos ante un escenario de múltiples variables, de órdenes bien diferentes que, al menos en hipótesis, pueden influir o condicionar el resultado pretendido.

Ante esa abundancia de variables, el análisis opta por considerar que todas ellas, menos la que conforma la medida o la decisión precisa para alcanzar el resultado que se pretende, permanecen constantes. Así, el análisis se circunscribe a responder sobre los resultados que pueden esperarse de una medida concreta suponiendo que todo lo demás, al margen de la variable afectada por la medida, que es la que se altera, permanece constante.

Olvidar esta condición supuesta conduce a fracasos y a escepticismos ante medidas de política económica y social, con frustraciones generalizadas y desprestigio para quienes las toman. Son innumerables los ejemplos en los que la apariencia de bondad de una decisión concluye en la disconformidad de todos los afectados, porque no se llegó a considerar que lo supuesto como constante –el resto de variables– había variado, cambiando el signo del resultado estimado.

En estos casos, el político o empresario que tomó la medida suele buscar ventajas laterales, vanamente justificativas, que nunca se pusieron de manifiesto al momento de juzgar su conveniencia: una veces ventajas electorales, otras paz social, o quién sabe si hasta beneficio para el medio ambiente.

Hace un par de días se ha acordado entre el Gobierno y los agentes sociales –empresarios y sindicatos– la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) para el año entrante, con la mirada puesta en 2020. Naturalmente que la medida ha merecido el beneplácito de muchos, pero ¿qué pasa con las variables que concurren que no son salarios? ¿Qué efectos se esperan?

En primer lugar, la subida acordada no afecta directamente a quienes ya hoy están por encima del nuevo SMI. ¿Y los que están por debajo? El empresario se verá obligado a efectuar la subida para cumplir con lo establecido, aun permaneciendo constante la variable productividad, por lo que, para no incurrir en pérdidas, debidas a ese trabajador marginal, la otra opción empresarial es la resolución del contrato de trabajo, es decir, el despido.

Por ello, antes de subir el salario, cualquier salario, deberíamos asegurar que alguna de las otras variables –intensidad de capital, jornada laboral, cambios en el capital humano…– se han alterado de forma que permitan justificar económicamente el cambio salarial. De lo contrario, puede que tenga costes sociales muy elevados –incremento en el desempleo–, aunque no contabilizados.

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