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Menos inflación y menos impuestos: las reformas liberales de JFK y Reagan

John F. Kennedy terminó encontrando a sus mejores aliados en espacios de corte liberal.

John F. Kennedy terminó encontrando a sus mejores aliados en espacios de corte liberal.
John F. Kennedy | LD

Para disgusto del progresismo americano, la derecha intelectual del país del Tío Sam lleva ya varios años reivindicando como propia la figura de John F. Kennedy. Aunque no pocos historiadores y comentaristas habían dejado deslizar esta idea a lo largo de los años, fue el periodista Ira Stoll quien se atrevió a desarrollar un tratado que presente al presidente demócrata como un dirigente que, en la práctica, se escoraba hacia las ideas liberal-conservadoras.

Aquel proyecto cristalizó en el libro JFK: Conservative, que generó un gran revuelo en 2013. Desde entonces, la reinterpretación de la figura de Kennedy ha seguido ganando en profundidad, dando pie a la aparición de nuevos trabajos. Quizá el más interesante de todos es el que acaban de firmar Larry Kudlow, uno de los analistas económicos más influyentes del panorama económico estadounidense, y Brian Domitrovic, un historiador especializado en el diseño de políticas liberales. Ambos autores firman el libro JFK and the Reagan Revolution, que estudia la evolución de las ideas monetarias y fiscales del propio John F. Kennedy y del celebrado mandatario republicano Ronald Reagan.

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"Si algo nos enseñan los años de Kennedy y Reagan es que el crecimiento económico es la mejor forma de lograr el progreso social. En los últimos años hemos comprobado que, cuando la economía no funciona, el malestar social se multiplica. Eso explica que cada vez se encuentren más chivos expiatorios a los que echar la culpa: los inmigrantes, la globalización comercial, el 1% más rico, el todopoderoso sector financiero de Wall Street… Pero las décadas de 1960 y 1980 nos recuerdan que el crecimiento económico, no la lucha de clases, es la mejor forma de conseguir que el país avance", señalan.

"Desde los primeros compases de la civilización, las distintas sociedades humanas han lidiado con un número determinado de recursos naturales. Lo que ha cambiado el rumbo de la historia es nuestra capacidad para emplear esos recursos naturales y nuestra imaginación para encontrar nuevas formas de producir. Y ese milagro se alcanza cuando tenemos libertad para buscar alternativas y generar riqueza. En última instancia, el crecimiento económico es un proceso humano que genera satisfacción moral, no solo material", explican Kudlow y Domitrovic antes de proclamar que "el capitalismo es el mejor camino hacia la prosperidad".

La evolución intelectual de JFK

Refiriéndose de forma más concreta a JFK, los autores del libro explican que el Partido Demócrata le puso en contacto con todotipo de asesores keynesianos, si bien el presidente fue alejándose de estos consejeros y terminó encontrando a sus mejores aliados en espacios de corte liberal. Un buen ejemplo fue el nombramiento de C. Douglas Dillon como Secretario del Tesoro. Hablamos de un republicano de carnet que defendía que los dos ingredientes centrales del progreso económico eran la solidez monetaria y la mejora de la fiscalidad.

A Kennedy también le marcaron intelectualmente otras tres figuras. Su asesor y escritor de discursos, Ted Sorensen, encontró la forma de defender una política económica más liberal sin abandonar la retórica habitual del Partido Demócrata. El economista Robert Mundell, que luego cobraría fama con sus ideas monetarias, popularizó en la Casa Blanca la idea de adoptar políticas monetarias más ordenadas. El fiscaliza Stanley S. Surrey, cercano a Dillon, insistió de forma incansable en la necesidad de bajar los impuestos.

El 26 de diciembre de 1962, el día después de Navidad, JFK estaba convencido de la necesidad de apostar por una agenda de corte liberal. Reunió a todos sus asesores económicos en Palm Beach y perfiló una propuesta de rebaja fiscal que redujo el Impuesto sobre la Renta y el Impuesto de Sociedades. En la década siguiente, la economía creó 16 millones de empleos, la renta media de las familias aumentó un 50% su ritmo de crecimiento, la tasa de ahorro se duplicó, la compra de automóviles subió un 60%, la adquisición de tecnología para el hogar triplicó su ritmo de ventas, las aportaciones privadas a proyectos filantrópicos se multiplicaron por dos…

Son los años de la emergencia de Silicon Valley y de la creación de gigantes empresariales como Ralph Lauren o MasterCard. Una acelerada expansión económica, facilitada por el repliegue de la inflación y de los impuestos.

De Laffer a Reagan

Los años 60 también tuvieron un profundo impacto en las filas del Partido Republicano. En 1964, Barry Goldwater se presenta a las Elecciones Presidenciales con un programa marcadamente liberal en lo económico y conservador en lo social. Nace una nueva derecha que tardó quince años en cuajar, pero hizo historia de la mano de Ronald Reagan, un actor y directivo empresarial que hoy aparece de forma recurrente en las encuestas como el presidente mejor recordado por los estadounidenses.

Reagan conoció en los años 60 a Arthur B. Laffer, que ya por aquel entonces intentaba popularizar la idea de que bajar impuestos no solo genera progreso sino que puede reportar más recaudación a largo plazo, gracias a la creación de riqueza que permite un marco tributario más atractivo. El caso es que, como gobernador de California entre 1967 y 1975, Reagan optó por subir los impuestos para equilibrar el presupuesto.

La cosa había cambiado en 1976. Reagan se presentó a las primarias del Partido Republicano con la esperanza de lograr la nominación a la Presidencia. En su programa, una rebaja de impuestos del 23% que pretendía financiar con un repliegue del gasto equivalente a 90.000 millones de dólares anuales. Su derrota en las primarias supuso cuatro años de espera hasta 1980, cuando Reagan derrotó al presidente Jimmy Carter y se convirtió en el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

En clave monetaria, la elevada inflación de los años de Carter pasó a mejor vida. En clave fiscal, la reforma tributaria de 1986 supuso un recorte sin precedentes de los impuestos exigidos al sector privado. Se repetía la receta liberal de los años de JFK. Y el resultado volvía a ser espectacular. En 1983 y 1984, el crecimiento trimestral oscilaba entre el 5% y el 7%. De hecho, durante el resto de su gobierno, la economía avanzó a un nivel medio del 4%. Además, bajo su gobierno, el empleo subió un 20%, lo que se tradujo en 19 millones de nuevos puestos de trabajo.

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