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A quién engaña Pedro Sánchez: ¿son compatibles las versiones de Moscovici e Iglesias?

El Gobierno promete a Podemos más de una decena de medidas de subidas de gasto y reducción de impuestos, pero no explica cómo las pagará.

El Gobierno promete a Podemos más de una decena de medidas de subidas de gasto y reducción de impuestos, pero no explica cómo las pagará.
Pedro Sánchez y Pierre Moscovici, durante la reunión que mantuvieron este jueves en La Moncloa. | EFE

Pedro Sánchez tuvo este jueves un día muy ajetreado. Lo comenzó temprano, a las 8.30 de la mañana, recibiendo en el Palacio de la Moncloa al comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici; luego acudió al Congreso, a la presentación de los actos de conmemoración del 40º Aniversario de la Constitución; y lo terminó (entre medias sacó un rato para recibir a la primera ministra de Rumanía, Viorica Dancila) recibiendo a Pablo Iglesias, el que se supone que va a ser su socio prioritario en esta legislatura que parecía amortizada hace unas semanas y que el presidente parece empeñado en alargar lo máximo posible.

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EFE

No es extraño que la agenda del presidente ocupase buena parte de la actualidad informativa del viernes. Y no sólo por la relevancia de los actos y sus acompañantes, sino por el contenido de los mismos. Porque como muchos comentaristas han apuntado en las últimas horas, en apenas unas horas el líder socialista envió dos mensajes que se pueden interpretar como casi opuestos. Por la mañana, era el alumno disciplinado y cumplidor, que se comprometía con Bruselas a mantenerse por la senda de la estabilidad presupuestaria y las obligaciones adquiridas; por la tarde, Iglesias, convertido en una especie de portavoz gubernamental, daba cuenta de un buen puñado de medidas de incremento del gasto y reducción de los ingresos.

Porque además, aquí la cuestión no es sólo lo que Sánchez les dijo, sino lo que sus interlocutores interpretaron. Así, su socio de Gobierno parecía eufórico ante la prensa por las concesiones recibidas. Iglesias habló incluso de "un acuerdo global" para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Y eso en el lenguaje de Podemos no parece muy compatible con un estricto cumplimiento del déficit. Por su parte, Moscovici, tras la entrevista con Sánchez pedía "un Presupuesto para 2019", que España "mantenga sus compromisos", "no repetir los errores del pasado" y tener muy presente "el déficit estructural" que en su opinión es más importante que el nominal (y que está subiendo en España en los últimos tres años). En apenas unas horas y en el mismo lugar, se sucedieron dos relatos muy diferentes respecto a la actitud que el Gobierno español está dispuesto a tomar con los PGE, el gasto y los ingresos. La duda es cuál de las dos versiones es la correcta y si son compatibles.

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Nadia Calviño y Pierre Moscovici, este jueves en Madrid. | EFE

A esta última pregunta respondía este viernes afirmativamente la ministra de Economía, Nadia Calviño. En su opinión, se puede pagar todo lo prometido sin salirse de lo pactado con Bruselas: "El Gobierno español tiene clara una senda de déficit y unos objetivos de consolidación presupuestaria que nosotros anunciamos y explicamos, y son plenamente coherentes con las discusiones que están teniendo lugar". Será ella la que tenga que dar la cara ante sus colegas si no es así.

Las cifras

En principio, mantener las últimas condiciones pactadas con Bruselas debería ser sencillo. El año pasado España terminó el ejercicio presupuestario con un déficit del 3,1% del PIB, el más elevado de la Eurozona. Pero la tendencia es descendente (venimos del 5,3% en 2015) y el crecimiento económico debería ayudar: la previsión del Gobierno es un incremento del PIB del 2,7% para este año. Además, el nuevo objetivo de déficit ya no es el 2,2% con el que se inició el año. Bruselas asume (o se resigna) que el déficit alcanzará como mínimo el 2,6-2,7%, que es también el objetivo que se ha marcado el nuevo Gobierno. De hecho, viendo las últimas declaraciones de Moscovici en Madrid todo apunta a que cualquier cosa que implique bajar, por fin, del 3% será aceptada. De nuevo, la Comisión acepta los hechos consumados y parece más preocupada de limitar daños y conseguir un acuerdo políticamente aceptable que de comprometerse realmente con la credibilidad de la Eurozona.

También es cierto que aparecen algunos nubarrones en el horizonte que anuncian que las cosas no serán sencillas. Los últimos datos de empleo y crecimiento económico no son tan positivos como los de hace apenas un par de trimestres. Aquí hay una discusión política-ideológica interesante sobre los motivos del enfriamiento y cuánto ha pesado cada uno de ellos: habrá quien culpe de todo a factores externos, como la crisis turca o el encarecimiento del crudo, y también quien señale al Gabinete de Sánchez como principal responsable por sus bandazos y sus anuncios en mercado laboral, impuestos o gasto público. Pero éste es un debate secundario para el tema del déficit: lo relevante es que la economía española parece haber entrado en una fase de desaceleración (ahora mismo no muy pronunciada, también es cierto) y eso impactará en los gastos y los ingresos de las administraciones.

En este punto, llama la atención el listado de promesas que realizó Iglesias ante los periodistas tras la reunión del jueves. Más de una decena de propuestas que marchan todas ellas en la misma dirección: más déficit a través de más gasto o menos ingresos. El líder de Podemos habló de incrementar las becas, bajas las tasas universitarias, ampliar la gratuidad de las guarderías de 0 a 3 años, subir las pensiones, bajar los impuestos a los autónomos, incrementar el gasto en dependencia, bajar el IVA a los productos de primera necesidad, ayudas para pagar la factura de la luz, ampliación de los permisos de paternidad y maternidad…

Algunas son muy llamativas pero tendrían poco impacto en el Presupuesto, pero otras son muy costosas, como la de las pensiones, que podría suponer un desembolso extra de unos 2.000 millones de euros. O, por ejemplo, la bajada del IVA: ¿De qué productos hablaba el líder de Podemos? Ahora mismo, el tipo híper-reducido de IVA (4%) se aplica a algunos alimentos (pan, huevos, leche y quesos, cereales, frutas y verduras…); libros y periódicos; medicamentos; y bienes y servicios para personas con discapacidad (prótesis, sillas de rueda, vehículos adaptados…). Además, hay muchos otros productos a los que se aplica el tipo reducido del 10%: resto de alimentos, otros productos farmacéuticos, viviendas, bienes usados en actividades agrícolas… (listado completo aquí).

España ya es uno de los países de la UE que más bienes tiene en los tipos reducidos e híper-reducidos (lo que provoca que la recaudación por este impuesto esté entre las más bajas de la UE). Según la Memoria de Beneficios Fiscales que acompaña al Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2018, en el caso del IVA estas excepciones respecto del tipo general suponen una pérdida de recaudación de 20.500 millones de euros (documento completo aquí, página 203). ¿A cuánto saldrían las promesas de Iglesias? Pues depende de qué productos quiera tocar. Pero el IVA es un impuesto muy sensible a cambios en los tipos: por eso los gobiernos tiran de él en cuanto aparecen los problemas, porque el impacto recaudatorio es inmediato (tanto Zapatero como Rajoy lo subieron para subir los ingresos durante los peores momentos de la crisis). Desde luego, si es verdad que va a bajar el IVA de todos los "productos de primera necesidad" y entendemos así a los que conforman la cesta de la compra del español medio, el coste no sería menor ni mucho menos. Es una decisión política legítima, pero tiene un impacto en las cuentas, no podemos engañarnos y habría que explicarla mucho mejor de lo realizado hasta ahora.

Porque, además, todas estas promesas de más gasto y menos impuestos apenas tienen contrapartida en el lado de los recortes de gasto (que se sepa, no hay ninguna partida que se vaya a tocar en este punto) ni en el de los ingresos. En cuanto a subidas de impuestos, en unos pocos días el Gobierno ha prometido y des-prometido aprobar o subir los de la banca o el diésel. De todo el lío formado por declaraciones, rectificaciones y globos-sonda ha quedado la sensación de que no habrá nada por este lado. Lo que nos queda es una subida del IRPF a aquellos que ganen más de 140.000 euros al año. Pero es que entonces las cuentas no salen: de los más de 70.000 millones que se recaudaron por IRPF en 2016, algo menos de 11.000 millones lo aportaron los declarantes con ingresos superiores a 150.000 euros. Subirles el marginal 4-5 puntos puede aportar un extra de ¿1.000 – 1.500 millones? Lo más probable es que ni siquiera llegásemos a esas cifras: este sábado Expansión hablaba de apenas 414 millones. Y todo esto siendo optimista y sin contar con el efecto rebote que puede tener una subida de este tipo: desde contribuyentes que pasan a cobrar por sociedades, personas que pasan a situar su residencia en el extranjero… Incluso en el supuesto más optimista, sería una recaudación extra que apenas se notaría frente al resto de medidas anunciadas.

Las opciones

Con este panorama, Sánchez tiene varias opciones:

  • Conseguir más crecimiento: es la más fácil, la que todos los gobiernos quieren. Más crecimiento, más empleos y sueldos más elevados para subir la recaudación sin tener que subir impuestos (y si hay un poquito de inflación, que también ayuda por aquí, pues mejor). Algo de esto habrá pero, como hemos visto antes, menos de lo que podía esperarse hace 6-9 meses y con incertidumbre a medio plazo. No sólo eso, además ésta es una alternativa que no depende del Gobierno: sus medidas pueden ayudar o perjudicar, pero al final hay muchos más factores que ni Sánchez ni Calviño controlan pero que hay que tener en cuenta.
  • Del globo-sonda al pinchazo: hay una cuestión importante sobre las medidas anunciadas esta semana. Casi todas ellas pueden ser muy relevantes en términos de gasto o quedarse en nada, en un nuevo anuncio, en propaganda sin contenido real, en una especie de Aquarius del gasto público. Iglesias no dio apenas detalles en su rueda de prensa. Por ejemplo, cuando se habla de bajar el IVA a productos de primera necesidad, cabe preguntarse qué tienen en mente. ¿El resto de alimentos no incluidos en el tipo híper-reducido? Porque eso supondría varios miles de millones de euros de pérdida de recaudación. ¿O una pequeña lista de productos llamativos ante la opinión pública pero que apenas tienen impacto en la cesta de la compra? La diferencia en términos presupuestarios puede ser muy relevante.
  • El ‘palo’ oculto: también está la opción de la sorpresa inesperada, normalmente en forma de subida de impuestos. Como explicábamos este sábado en lo que respecta a los autónomos, lo que se intuye tras el anuncio publicitario ("Vamos a bajar impuestos a los autónomos") es en realidad un cambio normativo que supondría un incremento de los costes para la gran mayoría de este colectivo (equiparando la base de cotización a la facturación). Lo normal es que el anuncio esas medidas impopulares, si están previstas para cuadrar las cuentas, se retrase lo máximo posible.
  • La negociación con Bruselas: la última carta en la manga de Sánchez puede ser la que los gobiernos españoles llevan utilizando desde 2008. Es decir, jugársela a Bruselas y presentarle unos hechos consumados en marzo de 2019 ante los que poco puedan hacer las instituciones comunitarias: volvemos a incumplir el objetivo de déficit e, incluso, superamos otra vez el 3%. ¿Qué pasaría? Pues puede pensarse que nada, porque eso es lo que ha ocurrido en la última década. Los sucesivos incumplimientos de los Gobiernos españoles apenas han tenido consecuencias. Por qué va a cambiar eso ahora pueden pensar Sánchez y su ministra de Economía.

En este último punto hay que decir que también es cierto que la cuerda está cada vez más tensa, que soplan vientos que anticipan tormenta en las instituciones comunitarias, que es más fácil para los países del norte de Europa ser flexibles con el déficit cuando hay crecimiento que cuando llega la desaceleración y tienen que pedir sacrificios a sus propios ciudadanos… Italia ya ha probado lo que ocurre cuando se rompe ese complicado equilibrio que los países necesitados (y España lo sigue siendo) mantienen con Bruselas. ¿Está dispuesto el Gobierno de Sánchez a arriesgarse? ¿Qué coste tendría para nuestro país una ruptura con la Comisión a lo Salvini? ¿Qué ocurriría en los mercados de deuda pública si vuelve a dispararse el déficit? Este jueves Sánchez les dijo a dos personas tan diferentes y con intereses tan opuestos como Iglesias y Moscovici lo que querían escuchar. En unos meses sabremos a quién le vendió la versión más realista y a quién la más edulcorada.

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