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Los cuatro indicadores que tumban el optimismo económico del Gobierno

El tropiezo que sufrió el PIB en el segundo trimestre, tras un tímido avance del 0,5%, se mantendrá en el tercero e incluso en el cuarto.

El tropiezo que sufrió el PIB en el segundo trimestre, tras un tímido avance del 0,5%, se mantendrá en el tercero e incluso en el cuarto.

El último dato de PIB, correspondiente al segundo trimestre, ha sido un jarro de agua fría para el Gobierno de Pedro Sánchez. España creció un 2,6% en 2018 y todo el mundo daba por hecho que este ejercicio arrojaría un avance algo menor, pero el PSOE confiaba, al menos hasta el momento, en mejorar las estimaciones iniciales. En concreto, el Ministerio de Economía calculaba que el PIB aumentaría un 2,2% en 2019, pero su intención era revisar al alza dicho pronóstico, anotándose así el mantenimiento más o menos intacto de la recuperación económica.

Sin embargo, tales planes corren el riesgo de verse truncados tras el decepcionante crecimiento registrado entre abril y junio. El PIB subió un 0,5% intertrimestral, dos décimas menos que en el trimestre previo, el ritmo más bajo de los últimos cinco años.

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Como resultado, la economía española creció un 2,3% a nivel interanual, una décima menos en comparación con el primer trimestre.

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La cuestión es que, de mantenerse esta tendencia, la revisión al alza que tanto ansía el Gobierno se convertirá en mero papel mojado, desmontando así el optimismo económico que pretende trasladar al conjunto de la opinión pública. Y es que, como mínimo, existen cuatro indicadores adelantados que no dan ningún viso de mejora a corto plazo, más bien al contrario.

El primero y más importante es la creación de empleo, ya que la afiliación a la Seguridad Social suele servir de termómetro para medir la mayor o menor actividad económica en cada momento. Y, si bien es cierto que la generación de nuevos puestos de trabajo se ha ralentizado en los últimos trimestres, el dato obtenido el pasado julio ha disparado las alertas. El volumen de cotizantes aumentó en 15.500 personas (+2,6% interanual), el menor avance en un mes de julio desde 2012, en plena crisis de deuda, siendo éste uno de los peores registros de la serie histórica.

Pero si, además, se excluyen los cuidadores no profesionales, cuya afiliación se disparó en 40.700 personas el pasado mes después de que la Seguridad Social comenzase a abonar de nuevo las cuotas de su convenio especial, la creación real de empleo se reduciría a la mitad, hasta rondar las 7.900 personas, según BBVA Research, a un ritmo del 2,4% interanual.

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Esta evolución es consecuencia directa del debilitamiento que han empezado a experimentar algunos de los principales motores de la economía nacional. Prueba de ello es que la actividad del sector privado, reflejado a través del PMI Composite que elabora Markit, cayó hasta los 51,7 puntos en julio, por debajo de los 52,1 de junio, su nivel más bajo desde noviembre de 2013, mientras que la confianza en el futuro de los agentes encuestados cayó, igualmente, a una de las peores tasas de los últimos seis años.

Este indicador (un registro inferior a 50 significa contracción de actividad) refleja tanto la marcha de la industria manufacturera, que se mantiene en recesión, como del sector servicios, cuyo crecimiento también se está frenando. Si esta situación continúa, desde Markit advierten de que las empresas se verán obligadas a reducir inversión y contratación en los próximos meses.

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El consumo de energía eléctrica es otra de las señales que suelen emplearse como indicador adelantado del PIB y, en este caso, tampoco ofrece motivos para el optimismo. En concreto, los datos que maneja el Ministerio de Economía reflejan un retroceso del 3,4% en julio, superior al 3,1% observado en junio. En el segundo trimestre, el consumo energético bajó un 2,3%, empeorando el 1,9% del trimestre previo. El hecho de que se haya intensificado este deterioro en lo que va de tercer trimestre no augura nada halagüeño a corto plazo.

Y, por último, aunque no menos importante, la confianza del consumidor retrocedió un 4,9% en julio, empeorando de forma sustancial el -2,1% del mes previo, según los datos que maneja Economía. Este indicador no deja de ser una mera percepción de los consumidores sobre la situación económica tanto actual como a seis meses vista, pero sirve para reflejar la propensión al gasto por parte de los hogares, traduciéndose, en este caso, en una menor demanda interna, lo cual afectaría al crecimiento del PIB.

Asimismo, el indicador de confianza del consumidor que elabora mensualmente el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) bajó a 97 puntos en julio (por debajo de 100 indica una percepción negativa), 5,3 puntos menos que en junio. Este descenso se debe a una evolución negativa de sus dos componentes: el índice de situación actual cae 2,8 puntos, mientras que las expectativas arrojan un descenso mayor (-7,8 puntos). De este modo, la confianza del consumidor vuelve a situarse en valores similares a los registrados en abril y mayo.

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Aún es pronto para sacar conclusiones, a la espera de lo que pueda suceder en agosto y septiembre, pero, a día de hoy, la economía española avanzaría, como mucho, otro 0,5% en el tercer trimestre, confirmándose así el menor impulso de la recuperación tras cuatro años consecutivos de crecimientos superiores al 2,5% interanual. Sobre todo si se tiene en cuenta que la zona euro no parece levantar cabeza, después de que apenas avanzara un 0,2% en el segundo trimestre, la mitad que en el primero, y que su PMI Composite cayera a 51,5 puntos en julio, frente al 5,2 de junio. Y es que, la debilidad de la economía europea afecta negativamente a las exportaciones españolas.

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Crecimiento del 0,5% hasta final de año

Así pues, la mejora de las previsiones que pretende llevar a cabo el Gobierno resultaría poco creíble. Tanto es así que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) señaló el pasado lunes que el PIB español crecerá un 0,5% en el tercer trimestre e incluso en el cuarto, tumbando, pues, las esperanzas de mejora que manifiesta el Ejecutivo.

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