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José T. Raga

¡Cuidado! No da para tanto

Por fin llegó: la OMS ha calificado de pandemia el coronavirus. ¡A buenas horas, mangas verdes!

Me había propuesto no decir una sola palabra acerca del ya familiar coronavirus, que ha azotado irremediablemente a muchas familias y que ha entrado cual elefante en una cacharrería, haciendo presa de la sociedad en su conjunto.

La razón no podía ser más natural y, por ello, evidente: no sé una palabra de medicina, aunque sí que con frecuencia distingo cuándo considero que me están engañando con la arrogancia suficiente para que la altivez adquiera el carácter de tomadura de pelo.

Los queridos lectores de mis líneas semanales tienen bien claro mi especial escepticismo ante los pronunciamientos que proceden de los más reputados – todavía no conozco el fundamento de su reputación, salvo que fuera por los datos universalmente conocidos de corrupción – organismos internacionales (ahorro la enumeración…).

Hoy quisiera dedicar mi atención a la –OMS– Organización Mundial de la Salud, parte de ese marasmo de personalidades jurídicas que conforman la ONU –Organización de las Naciones Unidas–, sus representantes legales y sus portavoces, todos dispuestos a difundir sus verdades, las más de las veces, carentes de rigor científico y de prudencia social.

Y, por cierto, señor presidente del Gobierno, no permita usted ser defendido, y menos aún ponderado como líder, por el señor Tedros Adhanom, director general de la OMS, porque con defensores de ese género no necesita usted buscar acusadores. Por fin llegó: la OMS ha calificado de pandemia el coronavirus. ¡A buenas horas, mangas verdes!

Finalmente, si yo pudiera darle un consejo –sé que usted considera que no lo necesita, pues para algo es el sumo hacedor–, le diría que no se le ocurra convertir el coronavirus en el negocio de la Presidencia del Gobierno. Negocio en cuanto refugio de su incapacidad de administrar responsablemente los recursos escasos, recaudados coactivamente de los españoles.

Ya está corriendo la tinta en los diversos medios, en un alarde de cifras, hoy por hoy, de promesas de ayudas, que desde diversos organismos –esos que antes recaudan para poder gastar y donar– lloverán –salvo que nos sorprenda la pertinaz sequía– sobre los países para paliar los efectos de la pandemia.

Ante tales promesas, convertido usted, fuera de tiempo y lugar, en un rey mago, aunque sin virus en la corona, ha empezado a prometer salarios no trabajados, a compensar cotizaciones, a subvenir a las pérdidas empresariales consecuencia de los cierres productivos, a demorar las obligaciones tributarias de grupos de contribuyentes, en definitiva, a que el pueblo fiel escuche aquello que le gusta oír.

La economía española entraba en recesión gracias a los anuncios de la campaña electoral, de quienes conformarían esa coalición social-comunista a cuyo Gobierno nos vemos sometidos. No atribuya los males de la economía española al coronavirus; ya procedían de sus desmanes cuando aún estaba en funciones.

Convénzase de que no llega el maná. Lo que parece tanto se acaba enseguida. ¡No, no da para tanto!

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