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Seis preguntas 'maliciosas' sobre la fusión Caixa-Bankia

En 2012 ya se planteó la operación que ahora está en marcha. Desde entonces, muchas cosas han cambiado (otras, no tanto).

En 2012 ya se planteó la operación que ahora está en marcha. Desde entonces, muchas cosas han cambiado (otras, no tanto).
Una persona camina por el centro de Madrid delante de una sucursal de Bankia. | EFE

El bombazo económico del año saltó el jueves por la noche. Y cogió a casi todos con el pie cambiado. Porque se había hablado mucho del tema en el pasado, pero nadie lo esperaba en este comienzo de curso en el que estábamos más pendientes de los rebrotes, la vuelta al cole o la negociación de los Presupuestos. De hecho, es muy meritorio que una noticia como la fusión Caixa-Bankia se haya mantenido en secreto hasta el mismo momento de su anuncio y habla muy bien de la discreción del equipo negociador de las dos entidades.

Por supuesto, ese perfil bajo terminó en el mismo momento en el que comenzaron a saltar los teletipos. Sede social, nombre, directivos, reparto accionarial, sinergias, despidos… hay demasiados temas encima de la mesa, demasiados intereses en juego (económicos, pero también políticos) y demasiadas incógnitas abiertas.

La lógica nos lleva a pensar que las negociaciones están muy avanzadas. Cuando se anuncia una operación así lo normal es que los implicados lo tengan casi todo bastante bien atado. Por eso, lo previsible es que vayamos conociendo la respuesta a la mayoría de esos interrogantes en las próximas semanas: quizás no se puedan cerrar todos los detalles en unos días, pero sí sabremos por dónde van los tiros de los más importantes.

Algunas otras preguntas, sin embargo, permanecerán abiertas durante mucho más tiempo. De hecho, probablemente nunca sepamos la respuesta. Varias de esas preguntas ni siquiera tienen una contestación sencilla. Son de esas cuestiones que quedan en el aire, sin solución, un tanto maliciosas, de las que hacen que los implicados esbocen una sonrisa de complicidad… para evitar contestarlas. Las siguientes seis son sólo algunas de las que podría deparar la fusión del año (de la década, del siglo) en la banca española:

- ¿Por qué no en 2012?

Hace ocho años, pero parece que fue hace un siglo. Antes de la intervención del Frob, de las black, del enfrentamiento De Guindos-Rato-Goirigolzarri o de la huida a Valencia de La Caixa, ya hablábamos de esta operación. Y no sólo los periodistas, que hablamos de casi todo, sino los propios interesados. En la presentación de los resultados de Caixabank de 2011, Isidro Fainé y Juan María Nin, por aquel entonces presidente y director general de la entidad catalana respondían a las preguntas de los asistentes sobre una posible fusión con una frase tan contundente como inesperada: "Sería factible y deseable".

Estábamos en enero de 2012 y todo el mundo lo dio por hecho. No dices esto en público si no lo tienes claro. Pero apenas tres meses más tarde, el Estado tomaba el control de Bankia y de su matriz, BFA, a través del Frob; forzaba la salida de Rodrigo Rato; e inyectaba 18.000 millones en nuevas ayudas (que se sumaban a los 4.500 millones de 2010) para intentar reflotar la entidad.

¿Por qué no se cerró aquella fusión? La versión oficial (bueno, semi-oficial, porque oficial no hay nada) apunta a que los responsables de Caixabank intuyeron a tiempo que los pufos que Bancaja había dejado en el balance de Bankia eran mucho más importantes de lo previsto en un primer momento. La extraoficial habla de lucha de egos; de disputas sobre la presidencia, la sede, el nombre o el logo; del eterno enfrentamiento entre las élites financieras catalano-madrileñas-valencianas; y de las presiones políticas en uno y otro sentido. Es muy probable que hubiera un poco de todo. Y es más probable todavía que nunca lo sepamos con certeza.

Lo único cierto es que la fusión no se produjo y no tenemos respuesta para la pregunta más interesante (y preocupante) de la crisis: ¿habría sobrevivido la nueva entidad Caixa-Bankia a aquella locura de la primavera-verano de 2012? ¿O el veneno de Bancaja se habría llevado por delante también a La Caixa?

- ¿Por qué no vendimos en 2014?

Sí, hablamos en primera persona del plural porque en teoría todos los españoles somos dueños de Bankia (ahora mismo, del 61,81% exactamente, a través del 100% de BFA).

Pues bien, en el primer semestre de 2014, nuestras participaciones en la entidad cotizaban por encima de los 6 euros: el máximo, se alcanzó el 10 de marzo, cuando tocó los 6,428 euros por título (ver datos en la web de Bankia con el histórico de la cotización; todas las cifras de este artículo se plantean en términos homogéneos respecto de los precios actuales, corrigiendo los efectos de los dos contrasplit de 2013 y 2017).

El pasado viernes, Bankia cerró la sesión en los 1,376 euros por acción. Y eso tras una subida de casi el 33% en la jornada. O, lo que es lo mismo, nuestra participación cotiza a cuatro-cinco veces menos que hace seis años.

El contrafactual de vender a principios de 2014 no es una locura, aunque sólo sea porque en aquel momento el Estado colocó el 7,5% de la entidad por 1.304 millones de euros (a 6,04 euros por acción). También es verdad que no es lo mismo vender el 7% que el 68%, que era lo que en aquel momento pesaba la participación de BFA en Bankia. A lo mejor no habría habido compradores. Y también es cierto que los responsables del Frob y del Ministerio de Economía podrán alegar que nadie en 2014 tenía por qué saber la pésima evolución del sector bancario en el mercado. No han sido ellos los únicos que se han quedado atrapados en un valor que no remontaba... y que cada día marcaba nuevos suelos. Pregúntenles a los grandes inversores en cualquiera de las principales entidades financieras españolas.

Además, en este tema sobrevuela una cuestión que siempre ha sido muy incómoda: los 22.000 millones en ayudas. La acción nunca ha estado cerca del valor necesario para recuperar esa cifra. Por eso, entre otras cosas, los sucesivos Gobiernos han sido reacios a vender la participación al completo: hacerlo habría supuesto reconocer que el Estado perdía miles de millones de euros, un titular que ningún ministro de Economía quería asumir.

Al final, lo cierto es que hubo momentos en los que la participación del Estado tuvo un valor de mercado que rondaba los 10.000-11.000 millones (aunque está claro que nunca se sabrá cuánto habría recibido en realidad si la hubiera puesto a la venta). A los precios actuales, incluso si se concreta alguna prima en favor de los accionistas de Bankia, estaríamos hablando de unos 3.000 millones. Tampoco al Estado le ha funcionado el market timing.

- ¿Quién se ha quedado el dinero del rescate?

Esta pregunta sí tiene respuesta, pero no es la que queremos escuchar: nadie… y todos nosotros. Nadie porque en realidad el agujero de Bankia no se debió a que alguien robase aquellos 22.000 millones. En realidad, ni siquiera hubo un "rescate", un término muy equívoco, aunque ha tenido éxito en la prensa.

Lo que pasó es que se sucedieron las malas inversiones, sobre todo en el ladrillo, y hubo un momento en el que la entidad entró en riesgo de no poder hacer frente a sus obligaciones. Lo hemos explicado en anteriores ocasiones: lo que se rescató no fue Bankia, sino a sus clientes. El Estado se quedó con la propiedad de la entidad a cambio de poner el dinero necesario para que el banco cumpliese con sus obligaciones. ¿Justo? ¿Riesgo moral? Eso es otra cosa, pero los 22.000 millones no están en cuentas bancarias en un paraíso fiscal, sino en construcciones a medio terminar diseminadas por la costa española.

En cualquier caso, las cuentas para el Estado son las siguientes (para el detalle de las cifras, de lo inyectado y lo recuperado, el mejor documento es el informe-balance que publicó el Frob al cumplir diez años de vida):

  • Ayudas: 22.424 millones en Bankia y 1.645 en BMN
  • Ya recuperado: 346 millones y 143 millones en BMN
  • Ingresos de BFA por venta de participaciones en 2014 y 2017 (el Frob todavía no lo contabiliza como ayudas recuperadas, porque no las ha integrado en sus cuentas, pero lo son a todos los efectos): 2.122 millones
  • Dividendos 2014-2018: 961 millones. A esta cifra hay que añadir los dividendos por el ejercicio 2019: en principio, había previsto un extraordinario, pero el coronavirus también se llevó esto por delante estos planes y nos quedamos con el ordinario, de 355 millones, de los que 220 millones corresponden al Frob.
  • En total, hablamos de 24.069 millones en ayudas, de las que ya se han recuperado casi 3.800 millones. Y otros 3.000 millones, aproximadamente, que saldrán de la fusión con Caixabank. Ése es el saldo a día de hoy.

Por supuesto, aquí queda otra duda: ¿venderá el Estado su participación o se quedará como accionista de la nueva entidad resultante, con el 14-16% del capital? Tampoco hay una respuesta para eso en este momento.

- ¿Quién será el siguiente?

Por alguna extraña razón, cada vez que se anuncia una fusión bancaria en España parece inevitable que sea sólo el comienzo de una ronda de operaciones societarias. De hecho, la noticia de este jueves vino precedida de unas declaraciones de Luis de Guindos, también esta semana, en las que alentaba a las entidades españolas a mirar en esa dirección. Y el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, y el presidente de la Asociación Española de Banca, José María Roldán, coincidieron con el vicepresidente del Banco Central Europeo.

La lógica no puede ser más clara: con los tipos en los niveles actuales, el margen para ganar dinero con el negocio tradicional es mínimo. Sólo queda la vía de las fusiones, las sinergias, los ahorros de costes y el tamaño. El problema es qué fusión, porque el sector está mucho más concentrado en España que en cualquiera de los otros grandes países de la UE. Entre Santander, BBVA y la nueva Caixa-Bankia ya se comen el 60-70% del pastel (y da un poco igual qué métrica cojamos, si clientes, activos, beneficios…)

Ahora todo el mundo mira al Sabadell, el siguiente en la lista. Pero con el Santander entretenido con la integración del Popular y Caixa-Bankia a lo suyo, tampoco le quedan tantas novias a las que cortejar. Y luego están las cajas que sobrevivieron a la crisis: Unicaja, Kutxabank, Ibercaja, Liberbank… Eso sí, el recuerdo de Bankia no ayuda: el problema de una fusión es que nunca sabes lo que la entidad a la que integras llevará en el balance. ¡Que le pregunten a Rato si volvería a aceptar la unión con Bancaja!

- ¿Qué pintan Podemos y Pablo Iglesias en el Gobierno?

Pues muy poco. Si la formación morada no rompe el pacto de Gobierno con Pedro Sánchez su credibilidad quedará muy dañada entre el electorado de izquierdas. Y sus competidores lo saben, no hay más que ver la reacción que este viernes tenía Íñigo Errejón, hablando de "privatización encubierta" y de "irresponsabilidad que nos hace financieramente más frágiles".

No estamos ante un tema menor. De hecho, si hay una cuestión en la que Podemos y Pablo Iglesias han incidido desde su llegada a la política española es en sus ataques a los bancos, a los favores políticos a las entidades, a la necesidad de que haya una banca pública que haga de contrapeso al poder de los grandes actores del sector financiero, a la excesiva concentración en el sector… Muchos de los problemas sociales que Podemos denuncia que existen en nuestra sociedad derivan, en su opinión, del poder de los grandes bancos, desde los desahucios al control de los medios de comunicación. Por eso, en su programa llevaban la promesa de convertir Bankia en el elemento central de su esquema de banca pública.

Y ahora se encuentran con esta noticia de la que se han enterado por la prensa. El ninguneo y la humillación han sido absolutos. ¿Qué pesa más, el sueldo, la moqueta y el coche oficial o los principios con los que se presentaron a las Europeas de 2014? Porque ningún otro de los desencuentros dentro del Gobierno de coalición ha sido tan importante como éste.

Además, sobrevuela la sensación de que ha sido una jugada orquestada y dirigida por su archienemiga en el Consejo de Ministros, Nadia Calviño, y que en parte va destinada a enviar un mensaje de tranquilidad a Bruselas (tranquilidad en el sentido de que Podemos está neutralizado); y a cumplir con la promesa que el Estado español hizo en 2012 a la UE, tras el rescate bancario, de privatizar las entidades nacionalizadas tan pronto como fuera posible.

- ¿Se convierte así el sector financiero español en un oligopolio?

No es que se convierta… es que ya lo es más que antes. Como apuntábamos, teníamos uno de los sectores más concentrados de los países grandes europeos. Ahora se da un paso más en esa dirección. En muchas zonas de nuestro país, la competencia real se dará sólo entre los tres grandes.

¿Es necesario para que las entidades sean viables en esta situación de mercado? Pues quizás sí. ¿Es una forma de protegerse ante los retos de la digitalización y los nuevos actores-competidores que aparecen en el horizonte? También. ¿Es peligroso? Muchísimo.

La crisis de 2007-08 ya nos debería haber enseñado las consecuencias de que haya entidades "demasiado grandes para dejarlas caer". Bancos que, en caso de quiebra, ponen en peligro la viabilidad del Estado.

Es cierto que en España el problema lo generaron las pequeñas cajas más que los grandes bancos. Y, por eso, la salida a esa crisis ha tomado la dirección que todos conocemos: concentración, más tamaño y más solvencia casi a golpe de decreto, subida de las ratios de capital manu militari… Pero, cuidado, las crisis de futuro no tienen por qué parecerse a las del pasado y quizás los problemas no se concreten en 5-7 años, sino en 15-20. ¿Estamos jugando con fuego? La apuesta, desde luego, es arriesgada porque, además, el negocio de Bankia y Caixabank es muy parecido, con mucho peso en España y apenas exposición al exterior. Si el parón económico provocado por el coronavirus se prolonga, lo pasarán mal, tanto si van juntos como por separado. Juntos quizás sean más resistentes, pero también más difíciles de salvar. Esperemos que los libros de historia sobre la próxima crisis financiera no comiencen con la frase: "El 3 de septiembre de 2020…".

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