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Jesús Gómez Ruiz

Ahora queda lo más difícil

Los 8.000 millones de dólares que va a recibir Argentina le permitirán hacer frente al pánico bancario y al canje de deuda a corto plazo. El Dr. Cavallo anuncia, en un tono triunfalista con tics de populismo, que "Argentina ha ganado la batalla a los especuladores". Es posible que, de momento, Argentina haya ganado la batalla, pero aún esta lejos de ganar la guerra, no a los especuladores, sino a la irresponsabilidad financiera de sus gobernantes. La ley de déficit cero y el decreto sobre la intangibilidad de los depósitos bancarios son condiciones necesarias, aunque no suficientes, para devolver la tranquilidad y la confianza a los inversores.

En Argentina es necesaria una ley de corresponsabilidad fiscal para las provincias, similar a la que PP y PSOE han acordado en el caso español. De poco sirve que el gobierno central ajuste su presupuesto si los gobiernos de las provincias van "por libre" a cargo del presupuesto nacional. Pero los peronistas, mayoritarios en los gobiernos provinciales, no parecen estar por la labor, al menos de momento. Sin embargo, esta es una de las principales exigencias del FMI.

La deuda pública acumulada (128.000 millones de dólares) pesa como una losa sobre la debilitada economía argentina. Bien es verdad que "sólo" supone un 60% del PIB, una tasa que en Europa se considera como "normal". Sin embargo, sólo el servicio de esa deuda a unos tipos de interés tres veces superiores a los de las economías más desarrolladas consumirá la mayor parte de los ingresos por recaudación de impuestos. Para equilibrar la situación, sería necesario que Argentina creciera a un ritmo muy superior al de las economías más desarrolladas, algo bastante difícil en un ambiente de desacerelación económica mundial. Por lo tanto, los argentinos tendrá que trabajar muy duro, cobrar poco, ahorrar mucho y pagar impuestos. Algo parecido a lo que tuvieron que hacer los alemanes después de la II Guerra Mundial y los chilenos después de Allende.

Thomas Jefferson decía que las grandes reformas debían apoyarse en grandes mayorías. Es preciso que los argentinos se conciencien de la gravedad de su situación. Los peligros inminentes o los grandes desastres unen a los pueblos y les animan a luchar y trabajar duro para superarlos. Churchill hizo su famosa arenga a los británicos en la hora más desesperada de la guerra. Ludwig Erhard, el artífice del milagro alemán, llevó a cabo las reformas necesarias en el momento más desesperado, con una nación destruída y desmoralizada. La situación argentina, aunque no tan desesperada, es bastante grave y requiere grandes sacrificios a corto plazo.

No es momento, pues, de lanzar las campanas al vuelo y dormirse en los laureles, sino de renunciar a la demagogia y concienciar a la ciudadanía de que queda por delante una larga travesía por el desierto. El FMI sólo ha prestado un poco de agua, pero el oasis aún está muy lejos. Sin embargo en el momento que los argentinos se decidar de verdad a caminar bajo el sol y soportar la sed, no les faltará el apoyo de los inversores extranjeros, puesto que Argentina es una gran nación con un enorme potencial de crecimiento. Es el precio que hay que pagar para entrar definitivamente en el Primer Mundo.

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