Menú
Jesús Gómez Ruiz

La sombra de Keynes es alargada

En una de las escasas cosas en que Keynes no se equivocó fue en la importancia que dio a las ideas como motores del mundo. Una prueba de ello es que Milton Friedman dijo en una ocasión que "todos somos hoy keynesianos". Los “banqueros centrales” y ministros de economía actuales son, en época de auge, monetaristas, y en época de recesión, keynesianos. Cuando suben los precios, lo atribuyen a que la demanda agregada es excesiva, por lo que hay que restringirla subiendo los impuestos y los tipos de interés. Y viceversa, cuando los precios bajan, es preciso bajar los tipos de interés e incrementar el gasto público (Japón es un ejemplo palmario).

Todo se reduce, en definitiva, al concepto de demanda agregada keynesiano y a la teoría monetaria de los monetaristas, seguidores de Friedman. La síntesis parece ser la siguiente: para lograr el pleno empleo es preciso estimular la demanda (consumo + inversión), ya sea reduciendo los tipos de interés o aumentando el déficit público. Y para evitar la inflación es preciso frenar el incremento de la cantidad de dinero, subiendo los tipos de interés. Y cuando esto último no es posible, se recomienda la moderación salarial, (como ha hecho el BCE recientemente) para que la demanda agregada no reciba un estímulo excesivo y a destiempo.

Aun a pesar de que las autoridades económicas y monetarias empiezan a tener en cuenta factores como el grado de intervencionismo gubernamental en la esfera económica y los tipos de cambio de las divisas a la hora de trazar las líneas generales de su política, lo cierto es que, en última instancia, lo único que cuenta para ellas en momentos de verdadero apuro es el estado de la demanda agregada. Es por esto por lo que, en época de recesión y deflación recomiendan bajadas de tipos de interés e incrementos del gasto público; y en época de auge excesivo y crecimiento de los precios, recomiendan subidas de los tipos de interés y moderación salarial.

Pero las autoridades económicas y monetarias siguen sin saber enfrentarse a fenómenos como la recesión inflacionaria o estanflación, que hoy reaparece sobre el horizonte. De nada sirvieron las lecciones de los años 70 ni las aportaciones de Hayek (Premio Nobel de Economía en 1974) acerca del ciclo económico, concretamente la distorsión y descoordinación de la estructura productiva que provocan las políticas de estabilización artificial de los precios y de estímulo a la demanda.

En pocas palabras, no se trata de saber si la demanda agregada es insuficiente o excesiva --no existe tal demanda agregada como entidad independiente más que en la mente de teóricos y estadísticos-- sino de saber si los recursos productivos están asignados de acuerdo con las preferencias de ahorradores y consumidores. Pero para ello, es necesario que el sistema de precios (incluidos los salarios y tipos de interés) se vea libre, en la medida de lo posible, de interferencias ajenas al mercado. Y esto sólo es posible con un patrón fijo de valor, el cual las autoridades no puedan alterar de acuerdo con su conveniencia o bajo presión de los llamados "agentes sociales". Pero hoy no está de moda hablar del patrón oro. Es una lástima.

En Libre Mercado

    0
    comentarios