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Jesús Gómez Ruiz

Siervos del Estado

Radio Intereconomía se hacía eco este jueves de un informe acerca de la presión fiscal que recae sobre las rentas del trabajo en Europa. Según el estudio, en España había que trabajar para el Estado como media, casi hasta el mes julio. El caso belga era aún más sangrante (hasta el mes de agosto), e incluso había otro caso más atroz (creo que Dinamarca o Suecia), en el que hay que sudar ¡más de 300 días al año para el fisco!

Se suele pintar con tintes tétricos la Edad Media, una época oscura y violenta donde prevalecía el derecho del más fuerte, y donde los señores esclavizaban a sus vasallos o les imponían pesados tributos. Pero si exceptuamos a los siervos de la gleba, atados a la tierra de por vida, la situación de un vasallo que pagaba tributos a su señor no era muy diferente de la actual; me atrevería a decir que, en proporción, era mejor en muchos casos, ya que rara vez tenía el siervo que entregar a su señor más de un 40 por ciento de su renta, de su producción o de su fuerza laboral. Es cierto que en una época en la que apenas se producía lo suficiente para subsistir, privarle a alguien del 40 por ciento de sus esfuerzos era condenarle a la miseria.

El capitalismo, el mercado y la libertad individual han logrado incrementar la producción y la riqueza muy por encima de los niveles de subsistencia, por eso hoy en día no parece tan grave que a un ciudadano de un país rico le priven de la mitad de sus rentas. Aun puede subsistir con cierta comodidad y dignidad, aunque probablemente esto habría que explicárselo a quienes deben emplear más de las dos terceras partes de sus rentas (de las que les quedan después de la con-fiscación) en pagar los gastos de vivienda y en procurar una educación razonable a sus hijos al margen de la pública y “gratuita”.

La situación de servidumbre hacia el Estado que vive hoy el trabajador europeo no es un tema que interese demasiado a los autoproclamados "agentes sociales", que en la inmensa mayoría de los casos sólo se representan a sí mismos y a sus intereses económicos y políticos. Gozaría de mucha más simpatía y adhesión el movimiento sindical si se ocupara de denunciar de vez en cuando la terrible sangría que el Estado perpetra contra el trabajador. Pero no olvidemos que, al menos en España, los sindicatos cobran de los presupuestos del Estado. Si alguna vez ha habido lucha o conflicto de clases, es el que hoy se entabla entre la clase política y el resto de los ciudadanos, incluidos los trabajadores; y por desgracia, los sindicatos forman parte de la clase política.

Para quienes entendemos que libertad y propiedad son en última instancia una misma cosa (si no se respeta la propiedad, la única libertad que queda es la de la violencia), nos sonreímos cuando los políticos nos hablan de libertad y democracia después de habernos aligerado la mitad de nuestra bolsa. Al más puro estilo "medieval", nos ordeñan porque son más fuertes y están mejor organizados. Pero, por favor, que nos ahorren la humillación de agradecerles los servicios prestados.

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