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Jesús Gómez Ruiz

Tontos útiles

Aunque, aparentemente, al canciller alemán no le ha abandonado del todo el sentido común como a su vecino francés, quien se ha tomado en serio –esperemos que sólo de cara a la galería– la implantación de la tasa Tobin, el mandatario germano sostiene –suponemos que para contentar a sus socios "sandía" en el gobierno– que hay que iniciar un debate sobre las formas de frenar la especulación financiera internacional y volverla a someter al control de los gobiernos.

Propone, además, una mayor participación de la política en la globalización, y declara que es preciso tomar en serio a los antiglobalización, quienes propugnan un sentido "social" y "ecológico" del desarrollo económico. Es decir, propone lo mismo que ATTAC –organización en la que, por cierto, ha ingresado el peor enemigo que ha tenido el euro, y en buena hora ex-ministro de economía alemán, Oscar Lafontaine– pero sin tasa Tobin, seguramente para que nadie diga que su política la elaboran los grupos de presión antisistema. Al menos, en esto todavía guarda las formas, no como Jospin, cuyos frecuentes atentados contra el sentido común sólo pueden atribuirse a las secuelas que seguramente le dejó la alucinación colectiva del ’68.

La verdad es que es difícil digerir tanto disparate mezclado con oportunismo político mal calculado, algo, por otra parte, típico de la izquierda. Habría que preguntar, qué entiende Schroeder por “una mayor participación de la política en la globalización”. Probablemente se trata de la nostalgia que los políticos socialdemócratas sienten por el pasado reciente, anterior a Reagan y Thatcher, cuando casi todos los intelectuales estaban de su lado y los resortes de la economía y del poder estaban bajo su control; aquellos tiempos donde vaticinaban el crecimiento cero y el “agotamiento” del capitalismo, y se ofrecían para gestionar una “plácida” decadencia social y cultural.

Caído el muro e incumplidos sus funestos vaticinios, deviene innecesaria su anterior tarea de “dique de contención” contra el comunismo.Ya no les queda nada que ofrecer, y quieren ver en el irredentismo comunista refugiado en los grupos antiglobalización una posible vía de recarga ideológica de la izquierda, por lo que empiezan a disputarse sus simpatías. Pero deberían tener en cuenta lo que la experiencia política enseña: siempre acaba triunfando quien tiene las ideas más claras (aunque sean equivocadas) y más voluntad de poder.

Bien es verdad que voluntad de poder no les falta, pero de lo que sí carecen es de principios políticos claros. En esto les ganan los antiglobalización, cuya voluntad de poder es incluso mayor, y cuyo fin último es el mismo que el de los antiguos comunistas: destruir el mercado y organizar ellos la sociedad conforme a sus criterios.

Resulta difícil creer que los mandatarios de dos de los principales países del mundo hagan ostentación de una ignorancia económica tan espesa, al condenar la especulación financiera. Si bien es verdad que la tremenda volatilidad de los tipos de cambio de las divisas no es la mejor ayuda para fomentar el comercio internacional y, por lo tanto, para impulsar el desarrollo de los países más pobres; también es cierto que la flotación libre de las divisas es obra de los políticos. La mejor solución era un patrón fijo de valor internacional, cuyos últimos vestigios se perdieron con el hundimiento del sistema de Bretton-Woods, hace ya 30 años.

Desde entonces, nadie ha levantado un dedo para apoyar la verdadera estabilidad monetaria, ni siquiera Reagan. La ocasión del euro se desaprovechó lamentablemente. En lugar de constituir una moneda sólida basada en activos reales y tangibles, como el oro, que hubiera dado el protagonismo financiero mundial a Europa, prefirieron fabricar otra moneda más de papel. El propio Alan Greenspan en su juventud, dijo que el oro era el dinero de los pueblos libres. Pero, en ausencia de oro, es mejor tener especuladores “despiadados” que mantengan a raya a los aventureros políticos y monetarios; y esto es precisamente lo que quieren evitar los defensores de la Tasa Tobin. Todo el poder para el pueblo, dicen los antiglobalización; pero como siempre, el pueblo son ellos, o mejor aún, quienes ellos digan.

Dice el refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”. Pero si ni Schoeder ni Jospin aún no se han enterado de con quién andan, su pecado es aún mayor, sobre todo en el terreno político, donde el peor defecto, con ser grave, no es la mala fe, sino la estupidez. Lenin, con razón, llamaba “tontos útiles” a quienes cometían ese pecado.

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