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Diego Barceló Larran

Por qué redistribuir es injusto

Los socialistas dicen querer redistribuir por una cuestión de equidad. Pero al hacerlo por medios violentos, el resultado de esa acción es injusto.

Los socialistas dicen querer redistribuir por una cuestión de equidad. Pero al hacerlo por medios violentos, el resultado de esa acción es injusto.
Imagen de archivo de una protesta sindical contra la pobreza y la desigualdad | EFE

Imaginemos una ciudad en la que todos tienen, aproximadamente, los mismos ingresos: una situación en la que la renta estaría distribuida de forma teóricamente "perfecta". Luego se radica en la ciudad una persona que no trabaja, sino que roba a sus conciudadanos, pero solo hasta el punto de alcanzar el mismo nivel de ingresos que todos los demás. Así, la actividad del ladrón no distorsiona la distribución del ingreso existente.

Volvamos a imaginar la misma ciudad, pero ahora, en lugar de un ladrón, arriba un emprendedor, que instala un taller en el que fabrica y vende ropa. El taller resulta un éxito rotundo: toda la ciudad compra la ropa, de buena calidad y precio conveniente. El éxito hace que el empresario se convierta en millonario, por lo que la ciudad pasa a tener una distribución del ingreso extremadamente desigual: hay un único millonario y todos los demás tienen un ingreso mucho más bajo, aunque similar entre sí.

¿Alguien diría que es más provechosa la actividad del ladrón, porque no altera la "perfecta" distribución de la renta? ¿Alguien se atrevería a decir que la actividad del emprendedor que se hizo millonario fue perjudicial porque llevó a que la distribución del ingreso se tornara extremadamente desigual?

Los socialistas de todos los partidos han hecho que el objetivo de una distribución del ingreso "equitativa" sea la primera prioridad de toda política económica. La propaganda de años ha calado y ahora se considera "normal" y hasta "razonable" que sea así.

Los ejemplos anteriores, aunque simples y exagerados, ponen de manifiesto el error socialista. El ladrón ataca los derechos de terceros y su actividad es evidentemente condenable; no es un atenuante el hecho de no alterar la distribución de la renta. Sus "transacciones" (robos) no fueron voluntarias, sino violatorias de los derechos ajenos. En cambio, el empresario se hizo millonario a partir de transacciones voluntarias: la gente compró su ropa porque quiso.

Más precisamente, puede decirse que los ciudadanos compraron la ropa porque la valoraron más que el dinero que entregaron a cambio. Exactamente al revés que el fabricante, que valoró más el dinero que la ropa que vendía. Clientes y empresario se enriquecieron con sus transacciones (si uno creyera que no va a mejorar su condición, no realizaría la transacción).

Si cada una de esas transacciones se considera justa (y cuando son voluntarias, siempre lo son), el resultado de las mismas debe ser, por fuerza, justo (aunque sea una distribución del ingreso desigual). Y cuando las transacciones son injustas (como los robos), su resultado es, por fuerza, injusto (aunque fuera una distribución del ingreso "equitativa"). ¿Qué hay de condenable en el enriquecimiento que surge de transacciones voluntarias? Nada.

Los socialistas se equivocan porque ponen el foco en el resultado y no en el proceso. Además, el criterio para determinar qué resultado es justo, es subjetivo: es lo que diga el socialista de turno. En la práctica, consideran injusto el simple hecho de ganar o tener más que otros. Por eso intentan "corregir" la distribución del ingreso con impuestos (cada vez más) progresivos, así como con los tributos sobre las herencias y el patrimonio.

En nuestro ejemplo, el impuesto progresivo y el de patrimonio castigarían al fabricante de ropa y lo inducirían a producir menos. Exactamente lo opuesto de lo que dicta el buen sentido: si alguien fabrica algo que la gente valora, habría que incentivarlo o, al menos, no castigarlo. Hay otra consecuencia peor: la carga impositiva extra, destinada a "redistribuir" y no a financiar servicios estatales, no es una transacción voluntaria: es una exacción realizada bajo amenaza de castigo. Esa carga impositiva extra es una acción violenta y, por lo tanto, injusta. Como esa carga extra es injusta, su resultado, la distribución del ingreso más "equitativa", es también injusta.

Los socialistas de todos los partidos dicen querer redistribuir por una cuestión de equidad. Pero al hacerlo por medios violentos, el resultado de esa acción es injusto y contradictorio con los fines propuestos.

Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)

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