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Domingo Soriano

Cinco lecciones económicas de esta guerra para Putin (o para Alberto Garzón)

No habrá más multinacionales que les chupen la sangre a los rusos y se aprovechen de sus recursos. Ni más intercambios comerciales desfavorables.

No habrá más multinacionales que les chupen la sangre a los rusos y se aprovechen de sus recursos. Ni más intercambios comerciales desfavorables.
Los últimos clientes salen del Ikea de San Petersburgo, cargados de muebles, este jueves, tras el anuncio de la multinacional sueca del cierre de sus tiendas en Rusia. | EFE

Creo que ya he comentado en alguna ocasión que el argumento comunista que menos comprendo es el del bloqueo a Cuba. Si tú piensas realmente que tu sistema es superior, ¿qué más te da que quien tiene un modelo fallido no quiera comerciar contigo? De hecho, debería ser una bendición.

Esta semana, por ejemplo, tras la desconexión económica de Rusia (desconexión parcial, eso es cierto; pero también más importante y con más efectos de lo previsto en un inicio) la izquierda occidental debería gozarlo. No más multinacionales que les chupen la sangre a los rusos y se aprovechen de sus recursos. Ni más intercambios comerciales desfavorables. Ni más bancos de los países capitalistas haciendo negocio a su costa.

De hecho, con Cuba o Crea del Norte les queda la excusa del tamaño. Al fin y al cabo, hablamos de dos países pequeños, con los problemas que eso puede acarrear (falta de determinados recursos naturales, carencia de conocimientos técnicos, etc...) Pero con Rusia eso no vale. Hablamos del país no sólo más extenso del mundo, sino también del que está más provisto de materias primas. Cojan ustedes un atlas y ábranlo por las primeras páginas, esas en las que vienen los mapas de población, temperatura o recursos. Suele haber al menos 3-4 grandes ilustraciones de mapas económicos con el reparto de minerales, productos agrícolas, cabezas de ganado, etc... En el mío, hay más de tres docenas de gráficos-tarta, de los que se dividen en quesitos según el tamaño que corresponde a cada país: pues bien, quitando el café y algún otro producto tropical, Rusia aparece entre los primeros en prácticamente todas las categorías relevantes. Le pasa un poco como a EEUU o Australia: tienen mucho de muchas cosas; y lo que no encuentran en su territorio, podrían pedírselo a sus socios chinos o sudamericanos fácilmente.

Un país que lo tiene todo y que ahora, además, se ve liberado de la nefasta influencia del capitalismo. Seamos comprensivos: quizás durante unas semanas haya dificultades mientras se ajusta todo. Pero luego... su economía debería dispararse y debería convertirse en el paraíso en la Tierra para sus trabajadores. Cómo ya lo debía ser la URSS. Si tú crees que Google, Amazon, Coca-Cola, Inditex y el resto de grandes multinacionales lo que hacen es aprovecharse de los lugares en los que operan para enriquecerse a su costa; cuando se vayan y dejen al más rico del planeta a su suerte (y ni siquiera solo, da la sensación de que contará con el apoyo de su socio chino), aquello sólo puede ir a mejor. ¿No?

Pues no veo yo a los Alberto Garzón de este mundo muy convencidos de esta alternativa. Tampoco los ciudadanos moscovitas a los que vemos en las fotos de esta semana, haciendo cola, parecen entusiasmados. Ni sus madres, que todavía recuerdan como era el mundo sin capitalismo. Mi apuesta (y la de Garzón, si tuviera que poner su dinero) es que dentro de unos meses Rusia será mucho más pobre que ahora. Pero también aquí la culpa será de los capitalistas que bloquean su economía. Pasa como con Cuba, si no les vendes nada, mal, su pobreza es tu culpa; y si les vendes... peor, su pobreza también será tu culpa.

Nota: decimos esto último de que la pobreza de los países involucrados en el comercio mundial también es culpa (para sus enemigos) de los países capitalistas, a efectos puramente retóricos. Porque la realidad es que cada vez que EEUU y el mundo occidental se han puesto a venderle o comprarle algo a alguien de forma masiva; ya sea Alemania desde 1946, Corea a partir de los años 50 o los bálticos de 1990 en adelante... ese alguien ha dejado de ser pobre en muy poco tiempo.

El caso es que todas y cada una de las peticiones de la izquierda mundial se cumplirán con la Rusia de Putin en las próximas semanas. Será como la aplicación del programa económico de los hermanos Garzón. El anticapitalismo era esto y su puesta en práctica se desarrollará delante de nuestros ojos:

  • Salida de la inversión extranjera, sobre todo de las grandes multinacionales
  • Impresión a mansalva de una moneda devaluada (porque recuerden, un Estado con moneda propia no puede quebrar)
  • Producción nacional y consumo de proximidad
  • Asunción por parte del Estado de la propiedad y dirección de los sectores estratégicos (de los que no lo haya hecho ya, porque Rusia es una economía que ya estaba ultraintervenida)
  • Cartillas de racionamiento y mercados de productos básicos controlados centralmente
  • ...

Tengo para mí que la cosa saldrá tan bien como ha salido en todas las demás ocasiones en que se ha puesto en marcha. Y han sido muchas en los últimos dos mil años. Como no hay mal que por bien no venga, al menos esta guerra horrible podría servir para que tanto el presidente ruso como los ministros de nuestro Gobierno aprendieran algo de Economía. Nada complicado, todo incluido en el "Tema 1: Principios Básicos". También les digo que con uno enredado en bombardear cosas y los otros luchando contra el heteropatriarcado capitalista... no les veo yo con muchas ganas de estudiar ni siquiera las siguientes cinco lecciones.

1 Los precios informan más que incentivan (aunque hacen las dos cosas). Ya lo dicen Tyler Cowen y Alex Tabarrok en su manual de microeconomía: "Un precio es una señal envuelta en un incentivo". Porque siempre nos quedamos con la segunda parte "incentivo" que empuja al empresario a buscar el beneficio; pero obviamos la primera, "señal", que es la más importante. Lo que hacen los precios (los reales, los de mercado... no los que impone el Gobierno) es darnos información y coordinarnos socialmente. Cuando faltan, como ahora en Rusia, el problema no es sólo que nadie quiera arriesgarse por un beneficio que no existe. El problema real es que estamos a ciegas, queriendo encontrar la salida de un laberinto a oscuras. Nos estrellaremos.

2 Los intercambios favorecen a las dos partes. Rusia sufrirá este año. Pero Occidente también. Porque les compramos y les vendemos mucho a los rusos y a los ucranianos. Y Adam Smith ya nos recordaba hace 250 años que los intercambios libre favorecen a las dos partes. La izquierda sigue sin entenderlo y siempre ve en cada interacción comercial a un ganador y un perdedor, el que explota y el que es explotado, el que se aprovecha de los recursos del otro y el que sufre el expolio. Cortar los vínculos comerciales nos hace más pobres a todos. Le irá peor a Rusia, claro, porque perderá más operaciones y se quedará más aislado, incluso aunque mire a su vecino chino. Pero también nosotros lo pasaremos mal. El comercio es bueno para todos. ¡Y que a estas alturas haya que recordarlo!

En este epígrafe podríamos recordar también al bueno de David Ricardo y su idea de la ventaja comparativa: incluso aunque un país tenga de todo (casi como Rusia) y sea el más eficiente en todos los procesos (nos tememos que aquí no encaja tanto el país de Putin), saldrá beneficiado del comercio, porque éste le empujará a especializarse en aquello en lo que es comparativamente más eficiente.

3 La autarquía no es lo como nos la contaron. ¿Consumo de proximidad? Ya verán cómo se pone de moda en Rusia en unas semanas. Se acabó lo de comprar marcas extranjeras que producen lejísimos y no dejan nada en el suelo de la Madre Patria. A partir de ahora, todo lo harán allí, explotando para sí mismos esa inmensa riqueza de la que disfrutan. Por supuesto, se liberarán de la obsolescencia programada y no tendrán que comprar nuevos aparatos en unos pocos meses. Miren a Cuba, que lleva reciclando coches americanos desde los años 50 a base de repararlos una y otra vez. ¡Eso sí que es sostenible! Viendo las colas de esta semana, los consumidores rusos no parecen muy convencidos de las bondades del nuevo modelo.

Otra nota al margen: de todas las locuras de la izquierda, ésta de la obsolescencia programada es la más absurda... pero también exitosa. Muchos de mis amigos creen realmente que hay una especie de plan mundial para que nuestros aparatos se rompan a los dos años y tengamos que comprar otros. Una conjura en la que participan todas las empresas de todos los sectores (desde las lavadoras a los ordenadores) para no dejarnos salir de la rueda del consumismo. Muy marciano todo, pero diría que más de la mitad de la población lo cree a pies juntillas.

4 Da igual lo que tengas, lo importante es lo que sepas hacer (y lo eficiente del proceso con que lo hagas). Los recursos los definimos nosotros, con la tecnología y los procesos productivos. Por eso nunca se acaban, porque una y otra vez inventamos (1) cómo usarlos mejor, (2) cómo encontrar más y (3) cómo hacer lo mismo con otras materias primas. Nuestra riqueza no depende de lo que tengamos (y Rusia tiene mucho) sino lo que sepamos hacer (por eso, la salida de las empresas extranjeras que allí invierten se demostrará tan dañina en muy pocos días). Nadie se va a llevar del país ni un litro de petróleo. Lo que se llevarán será su conocimiento. Créanme, puestos a elegir, sería mucho mejor que drenarán hasta la última gota de crudo de suelo ruso.

5 El capitalismo beneficia incluso a los que reniegan de él. Putin y Garzón, por ejemplo. Ni uno ni otro tendrían lo que tienen sin el sistema que desprecian. No hace falta que lo adores, basta con que no lo destruyas. Desgraciadamente para su país y para sus compatriotas, Putin no ha sido un nuevo Reagan. La economía rusa seguía siendo poco flexible, intervenida, estatalizada. Pero lo poco que se había permitido, estaba funcionando. Sin milagros como los de sus vecinas bálticas (estas sí, muy capitalistas), pero algo (poco) de crecimiento había logrado. Ahora verá lo que se consigue tras desconectarse del capitalismo mundial. Aquí sí podría aprender Putin de nuestros comunistas patrios: no hay nada más rentable que ser comunista en un país capitalista. Que le pregunte a Alberto Garzón, por ejemplo. A ver si iba a vivir como vive en La Habana o Pyongyang. Hasta el anticapitalismo es un negocio (y muy rentable, mientras no lo destruyas con una guerra, claro).

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