La mentira es una herramienta típica de los regímenes totalitarios. Sin embargo, la misma tiene límites que ni los totalitarios exceden: cuando la mentira es grotesca y evidentemente falsa, pierde efectividad.
El sanchismo tiene rasgos autoritarios. Entre muchos otros, el control descarado de la Fiscalía General, el ninguneo al Rey, la ausencia de diálogo con la oposición y decisiones trascendentales inconsultas (Sáhara Occidental) o declaradas inconstitucionales (confinamiento). También hace un uso desacomplejado de la mentira.
Pero el sanchismo es, además, esencialmente cutre. Por eso muchas de sus fechorías salen rápidamente al descubierto (caso Delcy, rescate a Plus Ultra, uso del Falcon, reforma de Las Marismillas, mociones de censura pactadas con Ciudadanos, etc.). En su cutrez, la mentira se hace evidente.
El último ejemplo lo dio la ministra Nadia Calviño, que en el Congreso de los Diputados dijo, respondiendo a la propuesta de rebajas de impuestos del PP y VOX: "… ante cualquier problema tenemos la solución milagrosa, ese bálsamo de Fierabrás, que ustedes efectivamente aplicaron en el pasado y nos llevó a un desequilibrio fiscal que hemos tenido que arreglar desde que llegamos al gobierno (…)".
Vayamos por partes. En cuanto a los impuestos, el gobierno de Rajoy subió el IRPF y el IVA al inicio de la legislatura. Luego rebajó el IRPF dos veces, recortó 5 puntos el tipo del Impuesto sobre Sociedades e hizo bonificaciones en las cotizaciones sociales (tarifa plana, etc.). La presión tributaria total de 2017 (último año completo de Rajoy) fue de 38,2% del PIB, más baja que el 41,1% de ZP en 2007, en plena burbuja, pero casi igual que la que había dejado Aznar (38% en 2003). No se puede caracterizar al gobierno de Rajoy como uno de rebajas masivas de impuestos.
No hay mayor desvergüenza que un socialista criticando el déficit fiscal. Rajoy encontró un desequilibrio de 9,7% del PIB en 2011 (la meta pactada con Bruselas era del 6%; la ministra Salgado dijo que se cumpliría "con comodidad"). A partir de 2012, el mismo se redujo todos los años, hasta llegar al 3% en 2017.
¿Qué hicieron con el déficit fiscal Pedro Sánchez, Nadia Calviño y María Jesús Montero, desde que entraron a La Moncloa por la ventana? Se responde en una sola palabra: aumentarlo.
En 2018, la meta era de 2,2%; hasta la moción de censura iba camino de cumplirse. Unos pocos meses de ese trío manirroto bastó para que el desequilibrio fuera 2,5%. No conformes con eso, renegociaron con Bruselas la meta para 2019: de 1,3% la elevaron a 2%. Pero ni así fueron capaces de cumplir: el déficit fiscal de 2019 fue de 2,9% del PIB.
La pandemia y las malas decisiones del trío manirroto dispararon el desequilibrio público de 2020 hasta el 11% del PIB (con todo, no lograron batir el récord de ZP, de 11,3% en 2009). En 2021 el mismo fue de 8,6% y este año rondaría el 7% del PIB.
Téngase en cuenta que los déficits del sanchismo se producen pese a que subió o creó al menos 16 impuestos. Los socialistas dirán que es "por la crisis de la pandemia" y "por Putin". Sin embargo, el coronavirus ni Putin nada tienen que ver, por ejemplo, con la decisión de gastar 21.000 millones de euros en planes de igualdad, multiplicar el número de ministerios y asesores, o intentar comprar votos mediante la entrega de cheques a jóvenes. La pandemia fue la misma para todos, pero entre 2019 y 2021 España acumuló un déficit fiscal de 22,5% del PIB, el más grande de todos los países de la UE. En 10 países, entre ellos Portugal, Alemania y los nórdicos, el desequilibrio en el mismo período fue menos de la mitad que en España.
Nadia Calviño fue presentada como la luz que iluminaría la mediocridad del gabinete de ministros. Nada más lejos de la realidad. Mucho más ajustado resulta en este caso el refranero popular: "dime con quién andas y te diré quién eres".