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EDITORIAL

Las patrañas del Gobierno con la inflación

El Gobierno ha estado haciendo oídos sordos al incremento sistemático de los precios, que lleva produciéndose de manera alarmante desde el pasado verano, mientras aviva la inflación con sus políticas.

La inflación continúa desbordando la cesta de la compra y extendiéndose por todas las ramas de la actividad de la economía. El INE ha confirmado esta semana que el IPC se elevó de golpe en marzo hasta el 9,8%, lo que supone la escalada de precios más alta de los últimos 37 años y una erosión sin precedentes en el poder adquisitivo de empresarios y particulares.

Con la desvergüenza política que caracteriza a sus integrantes, el Gobierno ha estado haciendo oídos sordos al incremento sistemático de los precios, que lleva produciéndose de manera alarmante desde el verano del año pasado. Especialmente desacertada ha vuelto a estar Nadia Calviño en este asunto. La misma incompetente ministra que se atrevió a afirmar que la pandemia "tendría un impacto poco significativo" en la economía nacional ha vuelto a hacer lo propio con la inflación: ocultación, negación y, cuando no le ha quedado más remedio, buscar culpables externos.

En septiembre, cuando el IPC cerraba en el 4%, la que se erigía como el ministro más preparado del Ejecutivo aseguraba que "la inflación no me preocupa a corto plazo" porque "no es exorbitante". En noviembre, cuando el IPC terminaba el mes en el insólito 5,5%, Calviño seguía asegurando que la subida de la inflación respondía a un "fenómeno transitorio". Y así una patraña nueva cada mes. Ahora, cuando la inflación roza los dos dígitos, a Calviño le resulta imposible negar un drama que afecta principalmente a las clases medias y bajas, esas a las que su Gobierno tanto se jacta de proteger. Sin embargo, la ministra se limita a culpar a la energía de esta escalada de precios y esconde que la inflación subyacente (la que no incluye el componente energético) se ha multiplicado por once.

Otro maestro de la mentira y la manipulación es Pedro Sánchez, que ha achacado la escalada de los precios a la invasión a Ucrania a pesar de que la energía o las materias primas llevaban disparadas muchos meses antes de que Putin comenzara el ataque. De hecho, no hay que olvidar que nuestro país cerró el año 2021 con un IPC del 6,5%, el nivel más alto en 29 años.

Es cierto que la inflación tiene unos componentes externos de los que no se puede culpar directamente al Gobierno -desde la política monetaria del BCE a los cuellos de botella de la cadena logística pasando por la subida de los precios de la energía-, pero también es igual de cierto que el Ejecutivo de Sánchez está desarrollando una política claramente inflacionista: gasto público desbocado, subidas de impuestos, una demencial política energética que encarece sus precios...

Ahora, la última temerosa predicción de Calviño es que "no se prevé una inflación de dos cifras como media del año" 2022. Y la ha hecho el mismo mes en el que nueve CCAA han roto ya la barrera del 10%. Es difícil saber si la ministra volverá a errar o no, pero poco importa. Porque aunque el IPC cierre el año por debajo de esa barrera psicológica, lo que es seguro es que terminará rozándola y esos niveles de precios seguirán empobreciendo gravemente a los ciudadanos.

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