Desde que Ada Colau llegó a la alcaldía de Barcelona, el consistorio se ha mostrado reacio a desbloquear algunos de los principales proyectos de inversión que llegaban a la Ciudad Condal. Hoteles, museos, organismos internacionales… El gobierno de los "comunes" no ha dejado títere con cabeza, para desesperación de los empresarios e inversores locales.
Sin embargo, la alcaldesa comunista ha sorprendido a propios y extraños con su decisión de apoyar firmemente la organización de la Copa América de Vela. La candidatura barcelonesa ha resultado elegida por la organización, de modo que el torneo de 2024 se celebrará en el municipio gobernado por Ada Colau, una noticia que ha sido bien acogida por la comunidad empresarial y deportiva.
Dicho esto, cada vez hay más dudas sobre el coste que puede tener este proyecto para las arcas públicas. A finales de marzo, Colau concedió una entrevista a TV3 en la que habló de un presupuesto 50 millones de euros, que irán dedicados a sufragar la organización del evento, acondicionar las instalaciones deportivas del puerto, realizar nuevas obras e infraestructuras requeridas por el torneo…
La regidora promete que el Ayuntamiento de Barcelona deberá inyectar 10 millones de euros, frente a los 40 millones que movilizará el sector privado. A cambio, Colau afirma que el retorno y el impacto económico de la competición llegará a los 1.000 millones de euros. Una estimación aparente exagerada, si se realiza una comparativa con otros eventos deportivos de mucho mayor tamaño.
La experiencia de otras ciudades
En cualquier caso, para evitar entrar en un baile de estimaciones y cálculos preliminares, vale la pena fijarse en el informe de evaluación que realizó la ciudad de Auckland, en Nueva Zelanda, tras organizar la última edición del torneo. Según dicho documento, la organización de la Copa América supuso unas pérdidas de 156 millones de euros.
Al hilo de esta información, no resulta sorprendente que otras ciudades hayan optado por retirarse de este tipo de procesos. Es el caso de Cork, en Irlanda, que aspiraba a organizar la Copa América de 2023 pero, tras realizar una evaluación del proyecto, ha optado por abstenerse de participar en la puja. El miedo a las pérdidas y sobrecostes que puede generar el evento fue vital para que el Ministerio de Deportes irlandés tomase esta decisión.
Por otro lado, no hay que olvidar un ejemplo más cercano. Y es que el Consorcio Valencia 2007, constituido en su día por el gobierno de España, la Generalidad Valenciana y el Ayuntamiento de la Ciudad del Túria, dejó una deuda de 400 millones que terminó afectando a las arcas públicas. Y es que las instalaciones e infraestructuras desarrolladas para acoger la competición nunca llegaron a generar los retornos esperados.
Cada vez que en Barcelona se habla de grandes acontecimientos deportivos o culturales, la memoria colectiva evoca el éxito de los Juegos Olímpicos de 1992. Sin embargo, no hay que olvidar el fiasco del Fórum de 2004, que recibió a poco más de 3 millones de personas, frente a los 5 millones que se habían previsto inicialmente.
El tiempo dirá si la apuesta de Colau por la Copa América resulta rentable para la ciudad de Barcelona. En caso de fracaso, no podrá decirse que no existían precedentes de sobra para adoptar una postura más escéptica y cautelosa.