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El arte de darle una nueva vida a los viejos libros... y convertirlos en objetos de lujo

Encuadernaciones Camacho es un negocio familiar que persiste en un sector que casi todos daríamos por muerto: encuadernar y restaurar viejos libros.

Encuadernaciones Camacho es un negocio familiar que persiste en un sector que casi todos daríamos por muerto: encuadernar y restaurar viejos libros.
Un taller de restauración y encuadernación, por dentro

El taller de Encuadernaciones Camacho está en un zona de preciosas callecitas estrechas del centro de Madrid, uno de los pocos oasis de paz que le quedan a la capital en las zonas traseras de las grandes avenidas. En una esquina de la Travesía del Conde Duque, rodeado por antiguos conventos y fachadas en las que se adivina mucha historia y casi disimulada tras una pequeña puerta, encontramos un negocio familiar que ya lleva 40 años dedicado a algo más que un oficio, casi diría que una pasión.

Nos recibe Iván Camacho, uno de los dos hijos de Ángel Camacho, que puso en marcha el negocio "hace ya cuarenta años". Al contrario que él y su hermano, que también se llama Ángel, su padre llegó al mundo de las artes gráficas por casualidad, como me cuenta Iván: "Estaban descargando unos papeles en la calle San Bernardo, necesitaban ayuda, él iba por la calle se ofreció y así empezó a trabajar, primero de aprendiz y luego ya fue profundizando y se decantó por la encuadernación".

Es la historia de una vocación descubierta por casualidad y que Ángel, que por desgracia falleció hace ya algún tiempo, logró transmitir a sus hijos: "Yo con 14 años trabajaba para pagarme comida y cama, como decía mi padre. Luego los dos hermanos nos metimos en la escuela de conservación y restauración y así logramos tener un título".

"Si resistes sales adelante"

Un negocio de 40 años pero que puede parecer de otra época y que, desde luego "ya no es como en los años 80 que todo el mundo encuadernaba fascículos", ahora se hacen "poquísimos, de vez en cuando viene alguien que los tiene desde hace 20 años y quiere unirlo ahora".

Así que en un mundo sin fascículos y con internet sus principales clientes particulares son "bibliófilos", aunque también hay "personas que tenían un libro importante, algo que era un recuerdo de la familia, y se les ha estropeado". Finalmente, la parte más importante son probablemente "clientes de alguna administración, tanto en restauración como en encuadernación".

El problema es que "cada vez hay menos bibliófilos, porque esto es un oficio que, un poco como todos, lo aprecias si lo conoces, y la gente joven los pocos que lo aprecian no tienen dinero", nos explica Iván. Además, esos bibliófilos "se van haciendo mayores y o bien fallecen o bien se jubilan y tienen menor poder adquisitivo", así que obviamente la cantidad de dinero que pueden dedicar a su afición no es la misma.

Aun así Iván cree que el negocio tiene futuro, aunque sea "pasándolo mal en algún momento concreto". A él le gustaría que sus hijas siguieran sus pasos: "Yo les digo que si resistes sales adelante y que ya tienen el taller montado, que hoy en día es muy difícil, y también tienen un nombre y unos trabajos que te avalan, pero… no están muy por la labor, esto te tiene que gustar mucho".

Un trabajo "absolutamente artesanal"

Rodeados de papeles y utensilios cuyo fin me resulta imposible de adivinar Iván me explica un poco el proceso al que someten cada una de las piezas que reciben y que me recalca que es "absolutamente artesanal" y que "prácticamente desde que llega un libro hasta que sale es todo manual".

Un trabajo en el que antes en un taller como el de los hermanos Camacho "había operarios que cada uno hacía una parte del proceso, oficiales que se encargaban del dorado, de la costura, de cortar…". Ahora el panorama es muy diferente: "Prácticamente lo hacemos nosotros todo, incluso carpintería", necesaria a veces si les llega un "libro antiguo con las tapas de madera".

Un precioso ejemplar sobre la mesa de trabajo resulta perfecto para hacernos una idea del trabajo que puede ser un trabajo de restauración. Iván me explica que "es un gótico de principios del S XVI" y me cuenta que "se ha lavado por completo", un proceso que empezó con "una limpieza mecánica con gomas y aspiración" pero que se tuvo que profundizar porque "tenía muchas marcas de humedad, en algún momento de su vida estuvo expuesto al agua, así que lo introdujimos en distintos baños a una temperatura como de 15-18º y después hubo que devolverle el apresto, un tratamiento que se daba al papel para que tuviese más consistencia". Incluso le han hecho injertos en algunas páginas en las que falta un trozo de papel: "Aquí –señala una parte ligeramente distinto del resto– probablemente había un ex libris".

Esto es sólo el trabajo que se ha hecho en el papel, luego viene el que será necesario para recuperar o cambiar las tapas, en este caso "una encuadernación que es típica española –aclara– es una mudéjar que sólo se hacía en España".

También me enseña cómo se decora el lomo con una serie de preciosos utensilios metálicos que se usan para esa ornamentación. "Es lo que más me gusta y a mi madre también era lo que más le gustaba", nos dice mientras contemplamos la enorme colección que ha ido acumulando el taller con los años: "Mucho es de colegas que cerraban y nosotros les comprábamos el material".

Joyas y sorpresas

El de los hermanos Camacho es un trabajo que te pone en contacto con pequeñas joyas como el libro gótico que tiene entre manos o un bellísimo ejemplar de La tentación de San Antonio de Flaubert que nos muestra Iván orgulloso y que me fascina por sus grabados de colores intensos y dibujo fino.

Pero en ocasiones es todavía más que eso: "Para algunas instituciones hemos podido hacer trabajos de restauración de manuscritos muy antiguos, por ejemplo, para el Banco de España lo hicimos con un manuscrito de principios del siglo XIV". Nos cuenta que bel BdE tiene "un fondo documental de mucho valor" y que han tenido la oportunidad de "estar trabajando con ellos bastante tiempo".

En otras ocasiones, la maravilla es una sorpresa totalmente inesperada: "Encontramos un grabado de Alberto Durero en las tapas de un libro". Ante nuestra sorpresa no explica que "antiguamente las tapas de cartón se hacían con papeles pegados hasta conseguir el grosor que necesitaban" y para ello "usaban restos, cosas como naipes…". En definitiva y por sorprendente que nos parezca, alguien pensó hace siglos que un grabado de Durero era una sobra.

¿Cuánto cuesta?

Lo último que nos queda es quizá la pregunta más indiscreta: ¿cuánto cuesta restaurar y encuadernar un libro? Respecto a lo primero es imposible dar una respuesta genérica: "Si hay que restaurar todo depende del estado de conservación, tenemos que hacer un diagnóstico y valorar el tiempo que nos va a llevar y los materiales", nos explica Iván, por ejemplo, "si es necesario lavarlo eso lo encarece bastante". De hecho, esto es tan delicado que aunque hacen presupuestos previos a través de internet en base a las fotos que les manden los clientes, no son definitivos "hasta que no lo examinamos in situ".

Si es sólo la encuadernación es algo más fácil de calcular: "En una plena piel – es decir, toda la tapa con piel– y con una ornamentación bonita pueden ser unos 500 euros". Para aquellos que tengan más problemas de presupuesto "en una holandesa –un método que usa menos piel pero también muy elegante– pueden ser 80 o 90 euros".

A mucha gente le parecerá muchísimo dinero, pero hay que tener en cuenta que la encuadernación en plena piel "puede suponer fácilmente una semana de trabajo, hay que tener en cuenta los tiempos de secado o que el cliente puede querer materiales especiales que haya que ir a comprar…".

Iván reconoce que "como hay un desconocimiento muy grande de lo que es el oficio la gente no lo valora" y muchas veces cuando hacen un presupuesto el cliente "no entiende el precio". Peno no hay que olvidar que estamos ante un trabajo completamente artesanal, realizado por gente muy especializada que cuida al máximo todos los detalles. Como nos dice Iván ya casi cuando nos estamos despidiendo: "Lo que nosotros hacemos es lujo", nos dice con un punto de comprensible orgullo. Un lujo delicioso que está logrando pervivir en un tiempo que ya no parece el suyo, pero que todavía lo es para una exquisita minoría.

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