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José T. Raga

A causas corruptas, efectos vituperables

La Sra. Díaz habla del paro juvenil como si fuera una anécdota o una necesidad.

Este título, verdaderamente, habría sido prescindible, por su evidencia. Pero ante nuestro mundo real parece conveniente recordarlo, por respeto a la población de buen hacer, que es mayoritaria.

No hace una semana, en una entrevista a dos páginas, un prócer de la opinión, cuyo nombre silencio para no halagarle, se permitió decir, textualmente, que "mentir forma parte de la vida política y de la personal".

No, señor, mentir formará parte de su vida –usted lo dice– y formará parte de la vida política de aquellos a los que usted protege con sus mentiras; pero la gente de bien mayormente dice la verdad y se ofende si se duda de ella.

Mentir es el instrumento del embustero, del mentiroso, del que, conociendo la verdad, dice lo contrario para engañar, para perjudicar, y no sin intención sino en beneficio propio. No he conocido a nadie que mienta para perjudicarse.

Cuando uno promete sabiendo que no piensa cumplir su promesa, cuando asevera lo falso, cuando presenta como bueno lo que es intrínsecamente malo… Ese es el mentiroso, una lacra social.

No aseguro que exista una relación directa entre el número de engañados, de estafados por las mentiras de esa vida que usted menciona, y el número de ignorantes, pero algún efecto sí debe de haber; el primer engaño está ya en la educación primaria.

Será por eso que las leyes educativas las elaboran los que consideran que la mentira forma parte de la vida política; se aumenta el número de ignorantes para que nadie cuestione lo falso frente a lo verdadero.

La Sra. Díaz habla del paro juvenil como si fuera una anécdota o una necesidad. ¿No le avergüenza que España sea el país de la OCDE con mayor volumen de desempleados menores de 25 años, el 29,6% de esa población (marzo 2022)?

¿Este drama tiene que representarse así? ¿Es que la educación basada en la holganza y la reducción de conocimientos no tiene efecto en la competencia para un trabajo digno? Eso no se resuelve con aumentos salariales.

Salario y productividad, señora ministra, deben de ir de la mano. Los neocomunistas españoles, acostumbrados a serlo en un país, digamos, capitalista, no lo saben, pero los comunistas de veras, los de aquella URSS, lo tenían muy claro.

Kosiguin, al objetivar la mejora del bienestar material del pueblo soviético, afirmó: "Esta mejora será sobre todo por el aumento de los salarios de los obreros y de los empleados y de las rentas de los koljoses en la medida en que aumente la productividad del trabajo y que se eleve la cualificación de los trabajadores" (XXIVe Congrès du Parti Communiste de l’Union Soviétique, Éditions de L’Agence de Presse Novosti, Moscú, 1971, pág. 287).

¿Está claro, señora ministra?

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