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EDITORIAL

A golpe de decretazo inútil

Pedro Sánchez se siente mucho más cómodo gobernando a golpee de decretazo y trapicheando luego su aprobación con PNV, ERC y Bildu.

Aunque se habían levantado algunas dudas en las jornadas previas, ya parece claro que el decreto de ahorro energético del Gobierno se aprobará sin mayores sorpresas este jueves. De nuevo una ley deficiente que no resuelve nada sino que causará más problemas a los españoles pasará el trámite parlamentario gracias a los pactos del Pedro Sánchez con separatistas y bilduetarras.

El análisis de este nuevo decretazo debe empezar, precisamente, por el hecho de cómo el Ejecutivo vuelve a forzar los mecanismos legales de la democracia y hacer un uso completamente abusivo de una herramienta legislativa –el Real Decreto Ley– que está creada para situaciones de urgencia y no para hurtar al Congreso sus funciones. Pero un Gobierno que respeta tan poco la democracia y sus formas como el de Pedro Sánchez se siente mucho más cómodo gobernando a golpee de decretazo y trapicheando luego su aprobación con PNV, ERC y Bildu.

Más allá de su falta de respeto por las formas y la separación de poderes, otra de las razones por la que este Gobierno prefiere el trapicheo a un verdadero trámite parlamentario es porque es completamente incapaz de desarrollar, no ya una política que aborde de verdad los problemas y contribuya a la mejora general de la situación de España, sino incluso de hacer nada positivo en cualquier campo concreto. Dicho de otro modo: todo lo que toca lo empeora y, desde luego, la energía no va a ser la excepción, sino más bien lo contrario: si en algún terreno Sánchez y los suyos –y muy especialmente Teresa Ribera– son presa de una ceguera ideológica y un sectarismo que les incapacita para desarrollar las políticas complejas y a largo plazo ese es la energía. Y, por desgracias, esas políticas bien pensadas, planificadas y a años vista son las únicas que pueden sacarnos de la crisis energética.

Pero en lugar de eso, el Gobierno ha preferido otro decretazo que no ha pactado con nadie, ni con las comunidades autónomas encargadas de su aplicación ni con los sectores afectados, y a partir de ahí utilizarlo para tratar de desgastar a la oposición en una campaña tan torpe y chapucera como de mal gusto.

Ese ataque barriobajero a Feijóo será, finalmente, la única utilidad real de un decretazo mal planteado y peor ejecutado, o al menos la única que podamos constatar fehacientemente, porque lo que el Gobierno entregue a sus socios separatistas en sus negociaciones bajo cuerda nunca lo sabremos a ciencia cierta.

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