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Tres cifras que llegan desde Bruselas mucho más preocupantes para España que la (no) congelación de los fondos

Los países del norte de Europa enfrentan una inflación creciente. Todo apunta a que habrá más presión al BCE para que actúe con contundencia.

Los países del norte de Europa enfrentan una inflación creciente. Todo apunta a que habrá más presión al BCE para que actúe con contundencia.
Nadia Calviño, este viernes en Washington, durante la cumbre de otoño del FMI y el Banco Mundial. | EFE

En las últimas horas, una noticia de Bloomberg ha alborotado el gallinero periodístico. Tampoco es que haya ido mucho más allá a pie de calle, pero para los periódicos españoles ha sido suficiente como para tenernos entretenidos el viernes por la tarde. El titular de la noticia aseguraba: "España corre el riesgo de perder los fondos de recuperación tras incumplir varios hitos". Por supuesto, inmediatamente después salía la habitual respuesta de la Comisión, negando la mayor: un portavoz el Ejecutivo comunitario declaraba que "cualquier afirmación de que la Comisión ha congelado fondos a España bajo el mecanismo de recuperación y resiliencia es infundado", según recogía Europa Press.

A partir de ahí, cada uno sacará la lectura que prefiera. Los que quieran criticar al Gobierno se agarrarán al hecho, evidente, de que Bruselas le ha dado un toque de atención por incumplir algunos de sus compromisos y, quizás más importante, le ha dicho que varios de los más importantes hitos (por ejemplo, el de la auditoría sobre los fondos europeos) están en peligro de no alcanzarse si no se pone las pilas. Los que quieran ver el vaso de Moncloa medio lleno escogerán una perspectiva diferente: también es evidente que hasta ahora España no ha tenido ningún problema para recibir el dinero de los tramos ya solicitados, incluso a pesar del retraso en la ejecución de esos fondos.

Las dos cosas son ciertas. Dicho esto, cuesta imaginar a Bruselas chocando de frente con un Gobierno por un quítame allá esos hitos. Desde 2012 España (no sólo España, Italia está en una situación similar) se financia a unos precios irrisorios en los mercados de deuda gracias al aval, implícito y explícito, de sus socios de la Eurozona y a la política monetaria expansiva del Banco Central Europeo (BCE). Se suponía, así lo dijo entonces Mario Draghi, que aquello era a cambio de reformas y ajustes presupuestario. Porque sí, el italiano no sólo soltó el famoso "whatever it takes", también dijo que era el turno de los Gobiernos para hacer su labor. Y nadie ha hecho (casi) nada. Las reformas estructurales en España o en Italia se cuentan con los dedos de una mano. En España, directamente no se cuentan, porque no ha habido ninguna sustancial.

Por supuesto, en lo que tiene que ver con el déficit, más de lo mismo: desde 2008 (este año serán ya quince años), España sólo ha estado por debajo del 3% que marca el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en un ejercicio. Fue en 2018 y con un 2,6% de descuadre, que tampoco es que estuviéramos al 0,1%. ¿Ha tenido eso alguna consecuencia para nuestro país? Muy pocas, por no decir ninguna.

Bruselas y Atenas

Bruselas es una maquinaria política en el mejor y en el peor sentido del término. Los que defienden el sistema, explican que allí las cosas se hacen por consenso, que lleva tiempo coordinarse pero al final se avanza aunque sea zigzagueando y que la táctica del palo (advertencias) y la zanahoria (el dinero siempre llega) es más eficaz que un enfrentamiento abierto entre las capitales y las instituciones. Los críticos (como Libre Mercado) advierten de los pésimos incentivos que genera un sistema en el que parece que nunca hay castigos para los que incumplen.

Esto ya lo vimos con la crisis griega que se desarrolló entre 2008 y 2015. Después de años de tiras y aflojas, al final sí hubo rescate (palo del de verdad) y Grecia sí tuvo que hacer reformas y ajustes. De hecho fueron ajustes durísimos (con recortes de pensiones de hasta el 40%, por ejemplo). La clave del debate es si se podrían haber evitado las medidas más duras y un enfrentamiento que estuvo a punto de llevarse por delante el euro si se hubiera sido más exigente desde el principio. Dejar que se pudriera (o se curase solo, que era la esperanza en Bruselas) no fue en aquel caso una buena receta.

Los tres datos

Todo esto sirve sólo como introducción a lo que nos ha llamado la atención esta semana. Aunque es importante apuntar que el juego Comisión-Gobiernos es muy divertido desde un punto de vista político y nos permite llenar páginas a los periodistas... pero a corto plazo es muy poco probable que traiga consecuencias. Eso sí, al mismo tiempo, si vuelve una crisis a la griega, todos estos incumplimientos y mensajes cruzados serán recuperados y utilizados para demostrar la falta de seriedad del país en problemas. Es decir, sabemos que ahora no significan demasiado, pero si la cosa se pone fea de verdad servirán para justificar el hachazo.

A nosotros, en cambio, hay otros tres datos, que curiosamente también llegan desde Bruselas (en un sentido amplio del término), pero no desde la Comisión ni el Parlamento, que nos parecen más significativos y que son muy relevantes para la economía española:

(17,1%): es la tasa de inflación en Países Bajos. Eurostat, la oficina estadística de la UE, la confirmaba hace unos días.

Aquí estamos más o menos confiados porque el IPC se ha moderado hasta el 8,9% (aunque el IPC armonizado de Eurostat está en el 9,0%), pero en el norte de Europa no siguen la misma senda. Y ya no hablamos sólo de los bálticos, que están por encima del 20% desde hace meses. Austria (11%), Alemania (10,9%), Bélgica (12%) y Países Bajos (¡17,1%!) tienen niveles de inflación que sus sociedades y economías no pueden soportar por mucho tiempo.

(3%): es el tipo de interés que el gobernador del Banco Central belga calificaba como posible para los próximos meses. Hace apenas un par de días, Pierre Wunsch, en una entrevista en la CNBC aseguraba: "Francamente, en nuestro escenario base, que es ahora más o menos de recesión técnica en Europa, creo que vamos a tener que ir a tipos de interés reales positivos". Una precisión importante: con la inflación en los niveles actuales, incluso las últimas subidas de tipos son sólo un paliativo, pero los tipos de interés reales, que deben tener en cuenta los precios, siguen en negativo: en Europa, tener un depósito o contratar renta fija soberana siguen siendo sinónimo de perder poder adquisitivo.

Y Wunsch no hablaba del muy largo plazo. Su apuesta es que antes de final de año estaremos por encima del 2%. Recordemos que ahora mismo el precio del dinero es del 1,25% para las operaciones de refinanciación del BCE y del 0,75% para la tasa de depósito, que parece que es de la que habla el belga. Estamos viendo que son subidas de entre 1 y 1,5 puntos en los próximos tres meses, para empezar a hablar, porque también aseguraba que no sorprendería que nos fuéramos por encima del 3% "en algún momento". Tampoco es ninguna locura, más o menos es lo que está haciendo la Fed en EEUU. Pero imaginen el impacto en los hipotecados o en los gobiernos endeudados de estos movimientos.

Y aquí unimos el primer dato y el segundo: ¿qué países presionarán con fuerza para ver esos tipos? Los que estén poco endeudados y tengan la inflación disparada. ¿Cuáles preferirían una política monetaria menos agresiva? Los del déficit descontrolado e inflación algo más baja. ¿Norte vs Sur? ¿Cómo resolverá el BCE? ¿Hasta dónde llegará la solidaridad entre los socios?

(-1,1%): es la revisión a la baja que el FMI, desde sus sedes europeas en París y Bruselas, ha hecho sobre el crecimiento de la economía alemana para 2023.

En sus últimas previsiones macro para el año que viene que ha publicado esta semana, el Fondo Monetario Internacional revisaba a la baja las cifras para casi todas las economías del mundo. En España, como es lógico, nos hemos fijado en ese 1,2% que anticipa para nuestro país y que supone una corrección de ocho décimas respecto a lo pronosticado en julio.

Pues bien, para Alemania, el pronóstico es mucho peor: -0,3% (recesión) el año que viene. En julio el pronóstico era de 0,8% en positivo. Es decir, en tres meses 11 décimas de corrección a la baja.

Es verdad que ni el FMI, ni el BCE ni ninguno de los organismos que hacen este tipo de previsiones tiene un historial especialmente bueno de resultados. Vamos, que no aciertan mucho, por no decir que cualquiera de nosotros, en la barra de un bar y con una caña en la mano, tenemos más o menos las mismas posibilidades de anticipar lo que pasará en la economía española el próximo año. Pero precisamente por eso, sus pronósticos hay que leerlos más hacia el pasado que hacia el futuro: lo que hacen estas instituciones es ajustar lo que creen que va a pasar mirando a lo que ya saben que ha pasado. Esa revisión a la baja del crecimiento de Alemania, y del resto de las economías de los países más ricos de la Eurozona, lo que nos dice es que los datos que llegan desde allí son muy malos.

Implicaciones para España

Y, de nuevo, ¿qué implicaciones tiene esto para España? Pues no especialmente buenas. La solidaridad europea, las fotos sonrientes y los fondos desembolsados con ligereza son más sencillos cuando las cosas van bien.

A finales de 2020 y comienzos de 2021, era relativamente fácil ponerse de acuerdo para pactar una gran bolsa de dinero para repartir (quién no iba a ser solidario cuando todavía el Covid hacía estragos y las previsiones para los siguientes años eran de recuperación económica intensa) y meter los objetivos de ajuste presupuestario en un cajón. Pero con tu economía en recesión, el precio de la energía subiendo a doble dígito y las exportaciones paradas... explicarle a tus votantes que hay que ser generoso con España o Italia, desde donde, además, siguen llegando noticias de retrasos en las reformas y poco ajuste de gasto, será mucho más complicado.

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