El plan económico de la ya ex primer ministra británica Liz Truss generó un gran desconcierto en los mercados de deuda. Como explicó este diario, la nueva lideresa conservadora pretendía combinar una agresiva bajada impuestos con un fortísimo repunte del gasto, lo que pronto fue interpretado como una apuesta temeraria que amenazaba con generar un agujero negro en las cuentas públicas.
Por descontado, la izquierda política y mediática ha intentado trasladar la idea de que el gobierno de Truss se vino abajo por intentar bajar los impuestos. Sin embargo, la realidad es más compleja de lo que sugiere este relato tan simplista. De entrada, aunque la rebaja tributaria que se planteaba era de 45.000 millones, el 85% de la cifra correspondía a la decisión de anular los aumentos impositivos que había anunciado el anterior primer ministro, Boris Johnson.
Es cierto que el efecto dinámico que habría tenido la reducción de los impuestos habría permitido recuperar el 70% de la caída recaudatoria estimada en términos estáticos, pero también es cierto que la subida del gasto que planteaba el gobierno era temeraria, con un aumento de los desembolsos públicos valorado en 150.000 millones de libras. Esto significa que el 90% del aumento del déficit se habría explicado por el repunte del gasto que defendió Truss.
¿Y ahora qué? De momento, el nuevo primer ministro, Rishi Sunak, y su ministro de Hacienda, Jeremy Hunt, han anunciado que su plan de acción incluye medidas de ajuste por valor de 58.000 millones de dólares. De acuerdo con el Financial Times, el plan presupuestario que se dará a conocer el 17 de noviembre tomará como referencia las proyecciones más pesimistas de la Oficina Presupuestaria de las islas británicas, para generar la mayor confianza posible en los mercados.
En clave impositiva, la mayoría de analistas dan por descontado que no se cancelarán los planes tributarios que Boris Johnson había dejado en vigor y que Liz Truss pretendía revertir. En paralelo, ya se empiezan a conocer algunos detalles de los ajustes que exploran Sunak y Hunt, como por ejemplo la decisión de revisar el gasto en "ayuda al desarrollo" y "cooperación internacional", el replanteamiento del calendario de inversión en nuevos proyectos de infraestructuras o la revisión de "ayudas sociales" ineficientes.
Marcado contraste con España
La senda de ajustes que exploran los británicos contrasta con el planteamiento de Pedro Sánchez de cara a 2023. El gobierno español ha presentado unos Presupuestos Generales del Estado que disparan el gasto un 10,7%. De hecho, si se aíslan los fondos europeos, el crecimiento sigue siendo muy abultado, de un 6,7%.
Así las cosas, el contraste entre el nuevo premier británico y el presidente español no puede ser más marcado. Mientras Sunak quiere evitar una crisis de deuda y cerrar la hemorragia fiscal, Sánchez sigue disparando la deuda pública y generando un agujero presupuestario muy abultado, a pesar de que los ingresos están en máximos históricos y de que el peso del Estado ha crecido en 130.000 millones de euros bajo su mandato.