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¿Genialidad de Musk o el peor negocio del siglo? Las claves de la compra de Twitter

Nadie se atreve a apostar por un resultado. Las dudas son enormes y los argumentos, a favor y en contra, numerosos.

Nadie se atreve a apostar por un resultado. Las dudas son enormes y los argumentos, a favor y en contra, numerosos.
Pocas adquisiciones empresariales han generado más ruido que la operación de Musk en Twitter. | Cordon Press

44.000 millones de dólares por una red social con graves problemas para monetizar su audiencia y generar beneficios. Y, además, en un momento en el que el sector está a la baja en Bolsa en lo que muchos consideran como una corrección de pasados excesos no justificados por las cifras de negocio.

Dicho así, no suena demasiado bien. Más bien recuerda a las últimas operaciones de anteriores mercados alcistas. Ese banco que entró en el sector inmobiliario en 2005-06, cuando su negocio tradicional no estaba ahí; o ese inversor anti-tecnológicas que no pudo resistir más la presión y empezó a comprar .com en 1998-99, cuando parecía que el límite estaba en el infinito y más allá.

Y, sin embargo, con Elon Musk y su adquisición de Twitter todos preferimos pecar de precavidos antes de hacer juicios de valor. Nadie se atreve a apostar por un resultado. Las dudas son enormes y los argumentos, a favor y en contra, numerosos. Eso sí, casi todos los que creen que saldrá bien lo hacen más por pura confianza en la genialidad del empresario que porque les salgan los números. Porque salir, no salen.

Redes

- La más pequeña entre las grandes. Las cifras de Twitter (unos 450 millones de usuarios) son enormes... salvo que las compares con las de Facebook (2.900 millones), Youtube (2.500) Whatsapp (2.000), Instagram (1.500) o TikTok (1.000). De hecho, no está ni siquiera en el ranking de las diez plataformas o redes sociales con más seguidores del mundo si metemos a las grandes asiáticas (WeChat, Sina Weiboo...).

- ¿La más relevante? Pues depende de cuál sea el significado que le demos al término. Lo que sí es cierto es que es de las que más ruido hace. Podríamos decir que es la más informativa y la que más miramos los periodistas, lo que a veces distorsiona también su importancia que en cuanto a tráfico o usuarios es menor que la de las citadas en el anterior epígrafe.

También es verdad que los comunicados y anuncios oficiales se hacen a menudo en Twitter. Y lo mismo pasa con discusiones, debates, meteduras de pata, etc. Por eso, lo que le cerraron a Donald Trump fue su cuenta de Twitter y fue sonado porque era por este canal por el que el expresidente de EEUU opinaba de casi todo y se comunicaba con sus millones de seguidores.

- Fortalezas. El efecto red. Esa característica, presente en muchos negocios, que hace que cuantos más usuarios tenga sean más fuertes y, al mismo tiempo, atraigan a los clientes que todavía no están.

Esta característica es clave en el éxito de muchas redes sociales, aunque podemos explicarlo con otro ejemplo clásico: las tarjetas de crédito. Hacerse con una posición dominante en este mercado es muy complicado. Necesitas una enorme base de usuarios: es decir, que muchísimos consumidores tengan esa tarjeta y que muchísimos comercios la acepten. Es difícil pero, si lo consigues, la cosa se vuelve muy sencilla: los consumidores no querrán otra tarjeta (porque saben que la dominante la aceptan en todas las tiendas) y los comerciantes están casi obligados a cogerla (porque, si no lo hacen, se arriesgan a perder muchos potenciales compradores). Es un círculo virtuoso que te otorga una posición semi-monopolística: cuanto más fuerte eres, más complicado se lo pones a los posibles rivales para igualar tu posición o a nuevos competidores; al mismo tiempo, cada día atraes más nuevos usuarios que saben que estás en todas partes, lo que te hace todavía más fuerte.

Con las redes sociales pasa algo parecido. Los casi 3.000 millones de usuarios de Facebook no están ahí porque les guste especialmente ni porque Mark Zuckerberg les caiga bien. Están ahí porque hay otros 2.999.999.999 usuarios como ellos. Incluso aunque ahora apareciera una red social con más atractivo o mejor diseño, superar esa barrera sería muy difícil.

Twitter tiene algo parecido en el campo de las noticias. Ningún político, medio, marca, famoso, periodista... quiere desaparecer de la red social. Recordemos lo que le pasó a Donald Trump cuando intentó poner en marcha una alternativa: fracaso absoluto.

Por eso, en los últimos días hemos escuchado a muchos famosos, sobre todo de izquierdas, decir aquello de "pues si esto sigue así, me marcho". Pero casi ninguno se ha ido de verdad.

Los 44.000 millones

- Debilidades. El precio pagado. Nadie duda de que Twitter es una buena idea. Pero de esas hay cientos y la mayoría no dan un duro. Aquí la clave es si la compañía se merece los 44.000 millones que Musk ha desembolsado. Sobre esto hay un acuerdo generalizado: no, salvo que le dé la vuelva como a un calcetín.

En primer lugar, es un precio excesivo a la vista de su valoración. Con una ratio Enterprise Value sobre Ebitda por encima de 66 (tomando como referencia los resultados presentados en junio; no damos el PER porque ahora mismo está en pérdidas), parece claro que Musk ha sobrepagado por hacerse con el pajarito azul. Aquí, Fortune le recuerda que la empresa pierde unos 3 millones de dólares diarios en estos momentos. Y es que a lo largo de la historia los números negros no han acompañado a Twitter: es verdad que tuvo beneficios netos en 2018 y 2019 (por encima de los 1.000 millones de dólares en cada año). Pero no ha sido capaz de consolidar esa tendencia.

¿Mucho ruido? Sí. ¿Muchas cifras de beneficio normalizado una vez que el negocio sea maduro, de esas que son tan habituales en la nueva economía? También. Pero beneficios reales, de los que se pueden tocar, devolver a los accionistas en forma de dividendos o reinvertir en el negocio... de esos ha habido pocos. En el último ejercicio, las pérdidas netas superaron los 221 millones de dólares y para este año las previsiones son algo mejores, pero sin dejar los números rojos.

Sólo el coste de intereses para pagar la adquisición ascenderá a 1.000 millones anuales. En la prensa anglosajona especializada, hay más cejas levantadas por escepticismo que aplausos entusiastas. Aquí a Forbes no le salen las cuentas: para que los 8 euros al mes por cuenta verificada supusieran un incremento de ingresos sustancial (por ejemplo, para pagar esos 1.000 millones de los que hablábamos) necesitaría que más de 10 millones de usuarios los pagasen, cuando ahora apenas unos 400.000 tienen el famoso tick azul. Es verdad que Musk trabaja en nuevas modalidades premium (libres de publicidad, con prioridad para mostrarse a tus contactos...) pero incluso eso tendrá que manejarlo con cuidado: lo que ganas por un lado con la tarifa mensual lo pierdes porque tu principal vía de ingresos (publicidad) tendría menos usuarios.

En este punto, el reto es brutal: como les ha pasado a otras redes sociales, su atractivo en parte surgió de su gratuidad y siempre esperábamos que el número de usuarios compensara de sobra esa característica (sobre todo a base de publicidad). Twitter está entre las que menos ha convertido su fuerza en ingresos. Aunque con matices, porque para este año anuncian un Ebitda (beneficio antes de impuestos, intereses y amortizaciones) superior a los 1.100 millones.

- Objetivo. Ser una "súper-app". ¿El WeChat occidental? Pues algo así es lo que parece que está en la mente de Musk. Parece claro que para este hombre nada se plantea a pequeña escala. Si hago coches, quiero ser la primera marca del mundo. Si mando gente al espacio, hablo de colonizar Marte. Si tengo una red social, quiero que sus usuarios vivan en ella: que paguen sus facturas, compren en las tiendas, reserven entradas para el teatro o se manden dinero entre sí a través de la app. Y con cientos de negocios queriendo entrar con mini-aplicaciones especiales que se integran en el "ecosistema" y que permiten a sus clientes encontrarles allí. ¿Imposible? En China es lo habitual: aquí, una columnista chino-británica en The Spectator cuenta cómo para su madre o sus tías no tener WeChat es casi como no tener móvil, porque todo lo hacen con sus servicios.

Emérito Quintana, uno de los inversores españoles que desde hace más tiempo sigue a Musk, nos contaba hace unos días cómo los planes del empresario pasan por (1) mejorar radicalmente la eficiencia de Twitter, recortando gastos (sobre todo personal) que no aportaba demasiado a la compañía y mejorando unos procesos lentos y poco operativos; y (2) por incrementar los ingresos fidelizando a los usuarios con un entorno que vaya mucho más allá de la información: las noticias son el gancho, pero una vez dentro, el tuitero se encontraría con infinitas (y rentables para la empresa) posibilidades.

- Riesgos. Aquí hay de todo. Cada uno puede imaginar un futuro en el que la apuesta sale mal por una causa diferente. Pero quizás los principales sean:

  • Perder el efecto red. Complicado, pero no imposible. Si los usuarios top (los que están amenazando a Musk con largarse) cumplieran de verdad su amenaza, pondrían en problema a una empresa que ahora mismo es una especie de medio de comunicación. Lo mismo ocurriría si se percibiera que Twitter es una especie de "red social de derechas": a pesar del brutal sesgo ideológico izquierdista y de las muy cuestionables políticas de censura de las actuales plataformas, por ahora no ha habido una fuga de usuarios significativa por esa causa. Lo que sueñan los enemigos de Musk es que su verborrea y los ataques de los últimos días sí se le vuelva en contra, porque además él si sufrirá los ataques de los grandes medios, que están encantados con la censura que hemos visto hasta ahora. En este sentido, es menos probable, aunque no imposible, sería una deserción de estos grandes medios: decimos que es poco probable porque (1) necesitan Twitter para llegar a su público y (2) tendría que ser una acción coordinada. Pero, cuidado, no es fácil... pero al mismo tiempo lo están deseando. Porque el movimiento de Musk no sólo es empresarial, amenaza también la posición de verificadores de la verdad que se habían arrogado los medios, universidades y organismos oficiales de la izquierda biempensante en los últimos años. Y todo esto por no hablar de la posibilidad (mucho más real) de que los gobiernos progresistas que dominan ahora mismo el panorama en EEUU o Europa decidan que éste es el momento y la excusa perfecta para ir varios pasos más allá en su intento de control social. Los Biden y los Macron de nuestras vidas están deseando tener un motivo que les permita controlar lo que podemos y no podemos decir. Musk puede ser el pretexto ideal para hacer lo que siempre han querido.
  • Tesla. ¿Afectará la compra de Twitter al negocio que hizo famoso a Musk? No parece que tengan nada que ver... pero no está tan claro. Un coche es en parte un medio de transporte, pero también un símbolo de estatus y una declaración personal. Probablemente el bien de consumo con el que más nos expresamos junto con nuestra ropa. Musk se hizo rico haciendo que toda la progresía pija norteamericana condujese un Tesla, porque les convenció de que así salvarían el planeta y conducirían el carro más chulo que nunca habían imaginado. La segunda parte de la ecuación (el poderío tecnológico y de prestaciones de Tesla) no ha cambiado. Pero ahora la marca ya no tiene el mismo significado para muchos usuarios que hace 10 años. A algunos les caerá mejor ahora, pero otros están empezando a odiar todo lo que huele a Musk.

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