Si hay un símbolo de esa tan famosa transición energética, ése es el coche eléctrico. En unos años, todos deberíamos tener un coche eléctrico. Al menos eso es lo que nos dicen, que habrá que cambiar los modelos de gasolina y gasoil por este tipo de vehículos.
Y en parte es lógico. El coste por kilómetro es más bajo (aunque esto depende en parte de los precios del crudo y de la electricidad, en general suele ser más reducido). Es más limpio e incluso la mecánica es más sencilla y el mantenimiento más barato. Pero, como siempre, nosotros nos preguntamos por todas las implicaciones. Porque no hay nada gratis. Todo tiene siempre una cara B que también hay que tener en cuenta. Eso es lo que falta en el discurso público sobre el coche eléctrico. Y de eso trata La Pizarra de Domingo Soriano de esta semana.
La primera derivada tiene que ver con los materiales necesarios para el motor y la batería de este tipo de vehículos. Porque son mucho más intensivos en el uso de determinados minerales que los coches convencionales. De nuevo, esto no es ni bueno ni malo, simplemente ES. Si quieres cambiar todo el parque automovilístico mundial de un día para otro (o de una década para otra) tendrás que tener en cuenta que otras materias primas necesitarás. Sería muy complicado y muy caro, porque habría que multiplicar la producción anual de todos estos minerales. Pero no sólo eso, es que además la extracción de los mismos supone un reto medioambiental de primera magnitud. ¿Seremos capaces de hacerlo en un período de tiempo tan breve como el que nos dicen? ¿Qué implicaciones tendrá en los países productores? ¿Cómo evolucionarán los precios de estos motores y baterías? ¿Podemos subvencionar los coches eléctricos como hasta ahora a esos nuevos precios? Y si no podemos, ¿podremos pagar esa transición?
Todo esto se lo preguntan Domingo Soriano y Nuria Richart. Su respuesta es que el coche eléctrico puede ser una buena idea, pero el intervencionismo político, las urgencias gubernamentales, el ansía intervencionista lo está convirtiendo en una pésima iniciativa, cara y poco factible. Los pobres europeos y los países menos desarrollados subvencionando los carísimos coches eléctricos de sus vecinos pijos. Para que los trabajadores de alta cualificación en Europa y EEUU se hagan selfies con sus nuevos Teslas, nos estamos gastando un dinero que podría estar mejor empleado en otros lugares. Para cumplir unos objetivos irreales y un calendario sin demasiado sentido, estamos empujando a los países más pobres a unas inversiones que no pueden acometer. ¿Tiene sentido? Pues al menos miremos esa cara B, para tener todos los enfoques, la parte de atrás, el punto muerto de esta política. No vayamos a estrellarnos.
Pizarras sobre energía y transición energética publicadas este año:
- Sobre el fin del petróleo y lo que pasaría si mañana dejáramos los combustibles fósiles