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Domingo Soriano

De la fusión nuclear a la geotermia: la ciencia está con los 'negacionistas'

La ciencia nos sirve como pista y como esperanza. La fusión nuclear o la geotermia son el recordatorio de todo lo que hemos hecho en el pasado.

La ciencia nos sirve como pista y como esperanza. La fusión nuclear o la geotermia son el recordatorio de todo lo que hemos hecho en el pasado.
La fusión nuclear es una de las principales esperanzas para encontrar una fuente de energía fiable, abundante y barata.

Una de las paradojas más curiosas del debate sobre el calentamiento global o la transición energética es que el oficialismo es lo menos oficial que puede uno echarse a la cara. Lo explicábamos hace unos meses a raíz de un rifirrafe tuitero entre Ana Pastor y Francisco José Contreras, el diputado de Vox. Pastor acusaba de negacionismo climático a Contreras cuando la intervención del congresista que criticaba la presentadora de La Sexta se basaba punto por punto en los informes y escenarios del famoso IPCC.

Lo mismo podríamos decir de esas declaraciones de Angels Barceló que comentábamos hace unas semanas y en las que pedía que se negase el micro y el debate a los que "niegan la evidencia". Es curioso, porque lo hacía la misma Barceló que acogió en su programa al periodista que quizás ha hecho la afirmación climática más absurda y anticientífica del año (y mira que hay candidatos): Ignacio Escolar, cuando pronosticaba que es muy probable que "en 2030 el clima en España se parezca mucho al de Marruecos".

Recordatorio:

  • La Aemet ha publicado que en "la temperatura media en España fue en 2021 de 14.3 °C (14.2 °C en territorio peninsular,17.3 °C en Baleares y 18.6 °C en Canarias), valor que queda 0.5 °C por encima de la media del periodo de referencia 1981-2010".
  • La temperatura media en Marruecos en el período 1990-2020 fue de algo más de 18 grados centígrados (ver datos del informe sobre riesgos climáticos del Banco Mundial, una publicación que yo tildaría de alarmista pero que ni siquiera así se acerca, ni de broma, a lo que los periodistas serios españoles van afirmando por ahí).
  • Por lo tanto, para que Escolar acertase, las temperaturas medias en nuestro país tendrían que subir, en siete años, entre siete y ocho veces más (de 3 a 4°C) de lo que han subido en el acumulado de las últimas tres décadas (0,5°C). No hay ningún informe, estudio o publicación oficial que se acerque ni por asomo a este pronóstico.

Está claro que este asunto del cambio climático está viciado, porque mezcla de forma torticera un dato evidente y sobre el que no hay demasiada discusión (la temperatura media en el planeta ha subido alrededor de un grado respecto a niveles pre-industriales, con un rango que va de 0,8 a 1,2°C) con aquellos otros en los que el consenso está muy lejos de lograrse, entre otras cosas porque es casi imposible: qué porcentaje de ese incremento está causado por el hombre y los gases de efecto invernadero; qué pasará en el futuro si siguen aumentando las emisiones (podría ser que la temperatura subiese a mayor ritmo o, al revés, que se desacelerase la tendencia); qué pasará si descienden...

El consenso

Toda esta introducción es para entonar el mea culpa.

Me explicaré: yo también, como Contreras y al contrario que Pastor, Escolar o Barceló, soy un oficialista acérrimo en esto del clima. Desde hace años comienzo mis artículos, vídeos o podcast afirmando que no voy a discutir las cifras que plantea el IPCC. Parto de sus escenarios y desde ahí, es verdad, planteo algunas preguntas que no encajan en el relato oficial. Pero siempre aceptando sus cifras para iniciar el debate. Y por qué pido perdón. Porque aunque en mis artículos afirmo que las proyecciones sobre emisiones futuras no tienen ningún sentido, no suelo ir mucho más allá. De hecho, mi planteamiento habitual es no discutirlas.

En parte lo hago porque si te crees que la situación es tan grave como afirman Barceló o Escolar o Pastor, deberías olvidarte de escenarios de aquí a 2100 y lo único que debería importante es qué medidas tomar para controlar las emisiones en el futuro próximo. Y ahí la respuesta también es (como en el resto de esta columna) innovación. Tres décadas de protocolos, acuerdos y cumbres en Kioto, Río o París deberían habernos enseñado que los pactos políticos no funcionan y que si quieres hacer una transición energética real tienes que encontrar una forma de energía barata, abundante y fiable. Porque ahora mismo, tras todas las campañas, subvenciones, prohibiciones y planes, los combustibles fósiles siguen representando el 82% del consumo de energía a nivel mundial.

Pero deberíamos cuestionarlos más. ¿El qué? Los escenarios a futuro del IPCC. Esas previsiones se basan en las emisiones ya liberadas a la atmósfera, pero también en las futuras. Y cometen siempre el mismo error: minusvalorar la capacidad de innovación del ser humano. Si yo tuviera que predecir cómo serán las emisiones en 2050 diría que no tengo ni la más remota idea... pero que intuyo que serán muy inferiores por unidad de PIB a las actuales. Porque eso es lo que siempre ha pasado desde hace 200 años: cada vez necesitamos menos intensidad energética para producir más. De hecho, en los países ricos incluso se están reduciendo las emisiones en términos absolutos. Por ejemplo, el consumo de gas+petróleo+carbón en la UE-27 se ha desplomado casi un 25% desde 1980.

¿Cómo conseguiremos esas reducciones extra? No tengo ni idea. ¿Capturando un asteroide y aprovechándonos de su energía? ¿Poniendo un panel solar en la parte superior de cada coche? No sé.

La aceptación de mi ignorancia predictiva es letal para el debate. Porque en la misma frase dices que no sabes lo que va a pasar, pero que crees que descenderán las emisiones simplemente porque llevamos 200 años usando cada vez mejor la energía. Suena a poco sólido. Enfrente, lo que te ponen son unos modelos de apariencia muy sofisticada.

Geotermia y fusión

En los últimos días se han sucedido los noticias sobre dos de esos "asteroides" de los que hablamos y que parecen ciencia ficción: geotermia y fusión nuclear. En ambos casos intuyo que estamos lejísimos de su aprovechamiento a gran escala y de su aplicación comercial. Pero también en ambos casos estamos ante un recordatorio de lo que la capacidad e imaginación del ser humano son capaces. ¿Es más científico hacer modelos a futuro pensando que no se descubrirá nada nuevo en los próximos 80 años? Pues, aunque suene extraño, no lo es. En realidad, es absurdo. Cualquier pronóstico para el futuro que no plantee reducción de emisiones por unidad de PIB e incluso reducción de emisiones netas en el medio plazo no tiene demasiado sentido.

Es cierto que entre los escenarios que maneja el IPCC hay varios (los centrales) que contemplan el estancamiento o incluso la reducción de emisiones en las próximas décadas. Pero no es eso lo que nos venden políticos o medios. Los escenarios que posibilitan los titulares más alarmistas son siempre aquellos que anticipan un incremento desaforado de nuestras emisiones de CO2, cuando en los países ricos están estancadas o descendiendo, y en el mundo crecen cada vez de forma más lenta. O los que anticipan un incremento disparatado de población que tampoco está sustentado en ningún dato del pasado cercano. Por qué pensamos que cuando China o la India tengan nuestra renta per cápita se comportarán de forma diferente en cuanto al uso de la energía.

Además, muchas de las medidas que están dañando nuestra economía ahora se basan en el supuesto de que no inventaremos nada o de que lo que inventaremos será algo de menor importancia frente al reto climático. Nos dicen que nos sacrifiquemos ya para proteger el futuro, pero el futuro que imaginan no tiene en cuenta el pasado conocido. ¿Imaginan hacer planes en 1900 para el año 2000 pensando que llegaríamos al siglo XXI con la tecnología de comienzos del XX? Pues algo así hay en muchos modelos climáticos.

La ciencia nos sirve como pista y como esperanza. Para los que estamos tranquilos y para los que viven con eco-ansiedad. Los que no creemos que sea tan peligroso (nos llaman "negacionistas") intuimos que el ser humano siempre ha encontrado soluciones a los problemas planteados. Los que crean que sí es un riesgo enorme, si fueran sinceros, aceptarían que sólo tienen este mismo asidero para salvarse.

Por eso, la fusión nuclear o la geotermia son el recordatorio de todo lo que hemos hecho en el pasado. Y la rendija por la que entrevemos lo que seremos capaces de hacer en el futuro. Tenemos de nuestro lado a la ciencia real: en minúsculas, con muchas dudas, prueba y error, humildad, pequeños avances continuos... "LA CIENCIA" en mayúsculas, la que no se puede discutir, inmutable y acrítica se la dejamos a ellos. Y en 2030 comenzamos a hablar de quién ha acertado. Eso sí, mientras tanto, el dinero y el poder lo tienen los que se equivocarán.

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