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José María Rotellar

La prestidigitación del Gobierno con la inflación: la subida de precios se vuelve estructural

Se necesita que el Ejecutivo deflacte la tarifa del IRPF, no para bajar impuestos, sino para no subirlos.

Se necesita que el Ejecutivo deflacte la tarifa del IRPF, no para bajar impuestos, sino para no subirlos.
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El Gobierno alardea de que la inflación en España baja, pero eso no es cierto, sino todo lo contrario: realmente, sube. Aunque la tasa interanual baje al 5,8% según el indicador adelantado del IPC de diciembre (5,6% el IPC armonizado con la UE), lo hace desde niveles de precios muy elevados, que fueron alcanzados en los pasados meses, que hacen que al comparar con un mes en el que ya había elevada inflación, como fue diciembre de 2021, la comparación mitigue el incremento interanual, pero por mero efecto estadístico, no por descenso de precios.

Es el mismo efecto estadístico que provoca que tengamos la menor inflación interanual de la eurozona, dado que España ya acumuló algunas de las mayores subidas anteriormente y durante muchos meses, aparte de la anestesia de gasto público que han subvencionado los precios, elemento que no ha solucionado el problema, sino que lo ha enquistado, como casi siempre sucede con el gasto público.

De hecho, se ve claramente que no baja al medir el IPC en términos mensuales, donde el índice general aumenta un 0,3%. Es decir, los precios han subido más todavía de noviembre a diciembre, según el indicador adelantado. Paralelamente, se produce una subida mensual de la inflación subyacente de un 0,8%, elemento muy preocupante, porque es la inflación que se vuelve más estructural.

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La subyacente aumenta exponencialmente hacia niveles muy elevados, superando al índice general, de manera que se cruzan los dos indicadores -el índice de precios general y el de la subyacente-, al elevarse la tasa interanual de la subyacente al 6,9%, seis décimas más que su tasa interanual del mes anterior. La subida de vestido, calzado y alimentos elaborados impactan con fuerza en el alza de precios.

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Tenemos un grave problema de inflación, que no se soluciona con cheques sin sentido ni con bajadas tardías e insuficientes de impuestos, sino que precisan de un ajuste estructural que haga que el gasto disminuya con fuerza desde esos niveles ingentes en los que el Gobierno lo ha situado. El Gobierno no puede seguir con sus trucos de prestidigitación, en su intento permanente de desviar la atención, de hacernos ver otra realidad con pequeños señuelos que pone sobre la mesa –Ayuso se ha referido a ello descriptivamente como "engañabobos". Son otras medidas las que hay que aplicar con urgencia: se necesita que el Ejecutivo deflacte la tarifa del IRPF, no para bajar impuestos, sino para no subírselos, que es lo que está sucediendo al no deflactarla y al aumentar las retribuciones por la inflación.

Es necesario que baje, en el marco competencial -solicitando autorización a Bruselas cuando fuere necesario- los impuestos a los carburantes, para mitigar los incrementos de costes que sufren las familias y las empresas, que sirva como cortafuegos de la transmisión de la subida de precios a toda la cadena de valor, transmisión que, desgraciadamente, ya ha sucedido. Es imprescindible que la muy tardía rebaja del IVA no se quede en los productos anunciados, sino que pueda aplicarse también a la carne, el pescado, las conservas o el agua.

La inflación es siempre un fenómeno exclusivamente monetario y la inundación excesiva de dinero que hemos vivido durante tantos años nos ha llevado a esta situación, al no retirar a tiempo los bancos centrales ese exceso de liquidez. Ha reaccionado tarde, de manera que el retardo interno -desde que surge el problema hasta que se toma la decisión de política económica- ha sido muy largo, y eso hace que el retardo externo -desde que se toma la decisión de política económica hasta que surte efecto- esté resultando mucho más largo y complicado, que motivará una intensidad mayor en la subida de tipos, durante más tiempo, y que tendrá un impacto en la economía -vía encarecimiento de la financiación de familias y empresas -mucho más negativo del que habría tenido.

El papel del BCE

Adicionalmente, la subida de tipos ha de venir por el juego de oferta y demanda en el mercado, de manera que en lugar de subir los tipos sin retirar liquidez, el BCE debe retirar liquidez, para que ello provoque la subida de tipos que el mercado establezca, pudiendo el BCE, al ser monopolista de la oferta monetaria, decidir dónde los quiere y, en función de ello, drenar liquidez. Si sólo sube tipos y no retira dinero o lo hace de manera lenta -15.000 millones al mes desde marzo, que es lo que el BCE ha anunciado, puede ser un ritmo no muy rápido-. Es cierto que retirarlo abruptamente puede generar un problema, pero hay que empezar cuanto antes. Es el problema que tiene ser tan tremendamente expansivos en política monetaria, que después es complicado drenar la liquidez necesaria.

Pues bien, aunque la inflación es un fenómeno monetario, las trabas económicas y el incremento de gasto público dificultan la transmisión de las medidas de política monetaria en su lucha contra la inflación. En esto, el Gobierno español es un alumno aventajado en hacer mal las cosas, porque ni da facilidades al dinamismo económico, al ser uno de los gobiernos más intervencionistas de la UE, ni ayuda a controlar la inflación, ya que con su incremento exponencial de gasto público presiona al alza los precios.

Subida de los productos básicos

Todo ello, lleva a un empobrecimiento de la economía, con las empresas que no soportan ya más aumento de costes y con las familias asfixiadas por el incremento de la cesta de la compra y la subida de las cuotas hipotecarias variables. Si el IPC está subiendo ese 5,8% interanual, con un 6,9% de subyacente, y los alimentos están alrededor de un 15% de incremento, los productos básicos del día a día, en los supermercados, han subido mucho más desde el verano, con incrementos en el precio de la leche de hasta el 65%; un 11% en las naranjas; un 44% en los tomates; un 36% en los huevos; un 15% en el pan; un 20% en la carne; hasta un 40% en el pescado; o un 84% en el aceite de oliva, por poner unos ejemplos.

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Todo ello, acompañado de una subida en las cuotas hipotecarias, en cuanto toque revisión de las mismas, de entre 200 y 300 euros al mes, tal y como ya hemos analizado en Libertad Digital.

El Gobierno, con su política económica equivocada, lo único que hace es empeorar la situación, al subir impuestos, incrementar sin freno el gasto, subir el déficit estructural, que augura un problema presupuestario serio en cuanto los ingresos caigan, endeudar a muchas generaciones de manera muy grave y, con todo ello, presionar al alza los precios, retrasando el efecto de la política monetaria aplicada. Y es todavía más preocupante pensar que en lo que queda de legislatura, básicamente, el año que acabamos de empezar, Sánchez hará todo lo posible, mediante múltiples subvenciones convertidas en cheques con intención electoral, para retener el poder, agravando la ya de por sí difícil situación que va a dejar.

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