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La impotencia de un guardia civil ante sus okupas: "Han destrozado la casa, mi familia y mi vida"

Después de casi dos años sin pagar, se han ido, pero se han llevado hasta el calentador. Él está en la ruina, separado y prejubilado por depresión.

Después de casi dos años sin pagar, se han ido, pero se han llevado hasta el calentador. Él está en la ruina, separado y prejubilado por depresión.
La casa de Pedro, totalmente saqueada | LD

Entre los que más sufren las consecuencias de la inquiokupación -aquella que ejercen los inquilinos que dejan de pagar- se encuentran aquellos que, por motivos laborales, se ven obligados a cambiar de lugar de residencia y alquilan su casa para poder pagar un techo en el que vivir en su nuevo destino. Ese es precisamente el caso de Pedro, un guardia civil de Cartagena al que sus okupas han llevado a la ruina: "Han destrozado mi casa, mi familia y mi vida".

Durante casi dos años, la familia a la que le confió su vivienda no ha pagado ni un solo euro. Incapaz de hacer frente a la hipoteca, Pedro estuvo a punto de perder su casa, se vio obligado a pedir créditos aun pendientes de pagar, entró en una depresión que le obligó a prejubilarse y, lo que es más grave, toda esta situación se llevó por delante su matrimonio.

Hoy, acaba de recuperar su vivienda. Pero no porque la Justicia haya hecho su trabajo, sino porque sus okupas han encontrado una casa mejor que okupar -en este caso, un chalet- con la que poner el contador a cero para estar otros dos o tres años sin pagar ni un solo euro. Sin embargo, aquel piso que les entregó en perfecto estado y completamente amueblado, hoy está destrozado y ha sido literalmente saqueado: "Se han llevado todos los muebles, el lavavajillas y hasta el calentador de gas".

El detenido fue él

Su particular pesadilla se remonta a abril de 2021. "Siempre se habían retrasado en los pagos y de vez en cuando me decían que si les podía bajar un poco el alquiler, pero llegó un momento en el que la mujer me mandó un mensaje y me dijo que no me iba a pagar más porque no le daba la gana y porque la ley se lo permitía", recuerda indignado. A partir de ahí empezó su calvario: "Yo pagaba la hipoteca de esa casa con el dinero que ellos me daban, porque con mi sueldo tenía que hacer frente al alquiler del piso en el que vivía con mi familia, así que se me vino todo encima".

Los créditos y la lucha con el banco para que no le quitaran la casa es probablemente lo que menos le duele de toda esta historia. Lo peor es cómo todo esto acabó afectando a su familia. "El día que recibí ese mensaje me presenté en el piso para decirles que se fueran y acabé detenido", rememora entre el dolor y la rabia. No les hizo nada, pero los okupas saben que siempre pueden jugar la baza de un posible delito de amenazas o coacciones y eso fue precisamente lo que hicieron.

¿Quién es el vulnerable?

Afortunadamente, aquella detención no fue a más, pero la impotencia que este guardia civil sintió aquel día le hizo entrar en una espiral que se llevó por delante su trabajo y su familia. "Me tuve que dar de baja por depresión, porque todo esto se destroza y me acabé separando, porque, aunque nosotros éramos un matrimonio modelo, esta situación me hacía estar de malhumor permanentemente y al final lo acababa pagando con mi mujer y mis hijos".

En junio de 2022, consiguió que la Justicia ordenara el desahucio. Sin embargo, sus inquiokupas lograron ir esquivando el desalojo gracias a dos estrategias que ya se saben a la perfección. La primera vez, solicitaron un abogado de oficio en el último momento. La segunda, recurrieron a Servicios Sociales para que certificaran su vulnerabilidad. "Ambos trabajaban de camareros y casualmente les despidieron unos días antes del desahucio", asegura Pedro, que dice haber corroborado por sus propios medios que, sin embargo, los dos seguían trabajando sin contrato. "Mi situación era mucho peor, porque ellos encima tenían ayudas. Yo tengo dos hijos, estoy separado y tenía que pagar la hipoteca del piso en el que ellos vivían y mi propio alquiler en Murcia. Y ya me veía debajo de un puente", insiste.

Una casa totalmente saqueada

Los meses fueron pasando hasta que hace unos días, un vecino le llamó de madrugada para decirle que los okupas se habían ido por su propio pie y que habían dejado la llave en la puerta. Sin embargo, no lo hicieron porque hubieran entrado en razón, sino porque "alguien les dijo que había un chalet vacío que podían okupar". En cuanto pudo, Pedro se presentó en su casa. Efectivamente se habían ido, pero lo que se encontró distaba mucho de lo que les había entregado el día que se lo alquiló.

"La casa estaba totalmente destrozada y se habían llevado todo: los muebles, el lavavajillas y hasta el calentador de gas", lamenta este guardia civil, que insiste en que la pesadilla de los propietarios no termina cuando sus okupas se van. "Ahora me toca arreglar toda la casa para poder venderla, alquilarla o volver a vivir allí, pagar todo lo que debo al banco, a la abogada, a la procuradora… Estoy en la ruina", sentencia abatido.

El infierno que ha vivido en los dos últimos años es precisamente lo que le ha llevado a colaborar con la Plataforma de Afectados por la Ocupación y a crear su propio grupo de víctimas de la inquiokupación, la modalidad que hoy está al alza y que amenaza a muchas personas que, como él, alquilan su vivienda por necesidad. "Y, encima, luego tienes que soportar que tus okupas presuman en las redes sociales de si se han ido a cenar a no sé dónde o de lo bien que viven a tu costa y que se rían de ti -advierte Pedro- Nadie sabe lo terrible que es esto hasta que no lo vive".

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