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Diego Barceló Larran

La resurrección del Ministerio de Planificación soviético: ni empresarios ni trabajadores provocan la inflación

El empresario intenta maximizar su beneficio, pero si ofreciera sus productos a un precio que el consumidor no quisiera pagar, no habría ventas.

El empresario intenta maximizar su beneficio, pero si ofreciera sus productos a un precio que el consumidor no quisiera pagar, no habría ventas.
Europapress

Dentro de la campaña de hostigamiento que sufren los empresarios, ahora se les acusa de ser los culpables de la inflación. Como remedio a ese supuesto "aprovechamiento" de la crisis para subir los precios, quienes participan de esta campaña proponen regular los márgenes de beneficio de unos sectores arbitrariamente señalados por ellos mismos. Nada nuevo: es lo que hacía el Ministerio de Planificación soviético (el Gosplán), que decidía los costes, precios de venta y márgenes de cada sector. Ya sabemos cómo acabó esa experiencia de supresión de la libertad empresarial.

Este nuevo ataque gratuito a los empresarios se basa en teorías erróneas. Empecemos por lo básico: la inflación es, en todo tiempo y lugar, un fenómeno monetario. Solo hay inflación cuando la cantidad de dinero crece más deprisa que la producción de mercancías y servicios. Que la guerra en Ucrania alteró los precios internacionales es verdad. Pero esa no es la causa de la inflación: en diciembre de 2021, el IPC a impuestos constantes ya tenía un incremento interanual de 7,3%. La guerra empezó el 24 de febrero del año pasado.

Que la inflación sea un fenómeno monetario tiene dos consecuencias fundamentales. La primera es que ni los empresarios ni los trabajadores son capaces de crear inflación. Simplemente, ni unos ni otros pueden aumentar la cantidad de dinero. Empresarios y trabajadores son víctimas de la inflación: a unos les carcome el valor de sus beneficios; a los otros les roba una parte de su salario. La inflación es un impuesto no legislado, sin deducción alguna, que es imposible eludir y empobrece a todo el sector privado.

La segunda consecuencia es que, si el origen del problema es de índole monetaria, su solución también debe serlo. Así, completamente equivocadas (incluso contraproducentes) supuestas soluciones como el "pacto de rentas" o más intervencionismo, y teorías que ven en un imaginario "conflicto distributivo" el origen de la inflación (en la Argentina de los ’80 se intentaba explicar la inflación por la "puja distributiva"; la historia acabó con una hiperinflación anual del 20.300% en marzo de 1990).

Quienes hostigan a los empresarios también erran en otro punto crucial: cómo se forman los precios. La verdad es que quien determina los precios es el consumidor. El empresario intenta maximizar su beneficio, pero si ofreciera sus productos a un precio que el consumidor no quisiera o no pudiera pagar, no habría ventas ni, por tanto, ganancia alguna. Si las empresas pudieran fijar los precios donde les viniera en gana, ¿por qué no lo hicieron antes? Si las empresas pudieran fijar los precios donde les viniera en gana, ¿por qué los precios de la categoría "Comunicaciones" llevan 30 meses seguidos cayendo? (en ese grupo entran, entre otros los equipos y servicios de telefonía).

Hay otro elemento que impide al empresario hacer lo que quiera con sus precios de venta: la competencia. No solo los competidores actuales, sino también los potenciales: aun en el supuesto irreal de que en un sector de la economía los márgenes se dispararan caprichosamente (los consumidores no lo consentirían), inmediatamente acudirían nuevas empresas para intentar aprovecharlos. Así, la mayor oferta (producción) haría bajar los precios y los márgenes volverían a su nivel inicial.

Coherentemente con lo anterior, la idea de una "espiral de precios" que se realimente a sí misma carece de sentido. Eso equivale a suponer que el consumidor está dispuesto a pagar cualquier cosa. Habría "espiral" solo si la cantidad de dinero creciera continuamente.

Según el Indicador CEPYME, ya van siete trimestres consecutivos en que los costes de las Pymes suben más deprisa que sus ventas. Los márgenes se comprimen y de ahí que, por primera vez desde 2013 (excluyendo los meses de la pandemia), el número de Pymes cayera en el cuarto trimestre de 2022. A eso se suma la reducción del colectivo de autónomos en enero, que también es la primera desde 2013 (una vez más, dejando a un lado los peores meses de la pandemia).

En este tema, como en tantos otros, empresarios y trabajadores están en un mismo barco. Quienes pretendan enfrentarlos a cuenta de la inflación, no solo no resolverán ese problema, sino que, para peor, contribuirán a poner en riesgo la paz social.

Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados(@diebarcelo)

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