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Diego Sánchez de la Cruz

Por qué es lógico que Ferrovial se haya cansado de España

Crear riqueza en España va camino de convertirse en misión imposible.

Crear riqueza en España va camino de convertirse en misión imposible.
Agencias

Pensemos, solo por un momento, en las grandes historias de éxito del deporte español. Equipos de fútbol como el Real Madrid, tenistas como Rafael Nadal, pilotos como Fernando Alonso, estrellas del baloncesto como Pau Gasol… El denominador común de todos estos ejemplos es la capacidad de competir a nivel mundial e imponerse a los mejores rivales en las competiciones más exigentes. Cuando vemos al Real Madrid ganar una Copa de Europa tras otra, cuando vibramos con cada Grand Slam cosechado por Rafael Nadal, cuando admiramos la habilidad al volante de Fernando Alonso en los grandes premios de Fórmula 1 o cuando aplaudimos las actuaciones estelares de Pau Gasol en las canchas de la NBA, estamos reconociendo de forma explícita que la excelencia alcanzada por nuestros mejores equipos y jugadores se ha producido luchando en los grandes escenarios globales.

Algo parecido es lo que hacen los grandes campeones empresariales de nuestro país. Decenas de nuestras corporaciones han sido capaces de ir más allá de las fronteras españolas y entrar en mercados foráneos repletos de hábiles competidores a los que solo han logrado batir a base de trabajo duro, innovación y excelencia gestora. El Plus Ultra económico también merece nuestro aplauso y reconocimiento.

En el campo de la ingeniería, España se ha convertido en un país de referencia gracias al buen hacer de empresarios como Rafael del Pino hijo, quien continúa el brillante legado de su padre al frente de Ferrovial. El fundador de la compañía logró consolidar una constructora de indudable prestigio nacional y exploró la posibilidad de llevar su operativa al extranjero con todo tipo de proyectos en mercados maduros y emergentes. La segunda generación tomó ese testigo, consolidó la conversión de la empresa en un operador integral de infraestructuras y salió sin complejos a la conquista de los principales mercados de la OCDE. Hoy en día, Ferrovial opera la autopista más importante de Canadá (407 ETR), el aeropuerto más importante de Europa (Heathrow) y algunos de los proyectos de obra civil más importantes de Estados Unidos. La compañía sigue generando 5.000 empleos en España, pero ha logrado un admirable salto en materia de internacionalización.

A algún despistado le gusta decir que las empresas dedicadas a la gestión de infraestructuras son grandes por diseño del BOE. Craso error. Todos los grandes operadores de nuestro país (no solo Ferrovial, sino también ACS, FCC, OHL…) han demostrado que pueden ganar contratos en los mercados más ferozmente competitivos de la OCDE. Gracias a estas corporaciones, hablar de ingeniería española es hoy sinónimo de excelencia.

Mientras Rafael del Pino hijo conseguía todo eso y más, en España nos hemos dedicado a acumular dos décadas de estancamiento y mediocridad. Numerosos países han rebasado nuestros niveles de PIB per cápita, que avanzan a paso de tortuga. En el Ibex 35 no pasa nada importante desde hace demasiados años. Y ni que decir tiene que la política económica es para echarse a llorar: todo son impuestos, trabas, regulaciones… Hacer negocios en España se ha convertido en una pesadilla. Para Ferrovial, mantenerse en ese entorno mediocre solo traería estancamiento.

Por eso, no me extraña que Rafael del Pino hijo se haya cansado y haya activado un plan de salida que, de hecho, llevaba años diseñando y que no por casualidad ha terminado precipitándose bajo el desastroso mandato de Pedro Sánchez y sus socios de Podemos. Lo que busca Ferrovial es cotizar en mercados con mucho más liquidez, operar en países con más seguridad jurídica y, en definitiva, proyectarse al mundo como una empresa que mira al futuro con capacidad de generar valor. Hacer todo eso desde España es cada vez más difícil y esa es la constatación de nuestro fracaso.

Trabajé durante tres años en Ferrovial y siempre estaré eternamente agradecido a la compañía por todo lo que aprendí en sus oficinas. La decisión de trasladar la sede a Países Bajos y de cotizar en la bolsa estadounidense me parece plenamente respetable y debe entenderse, de hecho, como un nuevo salto de ambición competitiva. Lamentablemente, ese salto ya no es posible en el marco de la decadente economía española, enferma terminal de socialismo. Por eso, lamento pero entiendo el traslado y le deseo mucha suerte a Rafael del Pino hijo y, por supuesto, a las decenas de miles de trabajadores y proveedores de la compañía. Estoy seguro de que, en un futuro, su operativa será aún más global y llegará a muchos más mercados. Animaré su desempeño futuro con la misma admiración que siento por los grandes deportistas de nuestro país, que también salen al exterior a competir con los mejores y probarse a sí mismos. Ojalá fuesen miles de empresas españolas las que lograsen tanto éxito.

Y, por descontado, lo ocurrido me obliga a pensar en el futuro de la economía española. Espero que algún día seamos capaces de reconstruir el modelo y ser capaces de acompañar apuntalar el crecimiento de las grandes empresas que quieren seguir avanzando. Pero, de momento, si algo ha quedado claro, es que generar riqueza en España se está convirtiendo en misión imposible. Aprendamos la lección o nos seguiremos lamentando.

Seguridad jurídica, libertad económica e instituciones comprometidas con la creación de valor. No hay otro camino de prosperidad.

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