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Domingo Soriano

Las vacaciones pagadas de Yolanda Díaz

Por bueno o malo que sea el motivo, una hora no trabajada es una hora que el trabajador no cobra y una hora que la empresa no factura.

Por bueno o malo que sea el motivo, una hora no trabajada es una hora que el trabajador no cobra y una hora que la empresa no factura.
Yolanda Díaz, junto a Ada Colua, en un acto electoral, este sábado, en Barcelona. | EFE

En España no se podrá trabajar en la calle durante las olas de calor. Lo anunció hace unos días la ministra Yolanda Díaz y lo aprobó unas pocas horas después un Consejo de Ministros extraordinario.

En la práctica no creo que nada cambie demasiado respecto a la situación actual. Como explicábamos este fin de semana en Libre Mercado, en la mayoría de los sectores afectados ya hay normativas que regulan estas cuestiones. Lo que más me preocupa es cómo se articulará en la práctica el detalle: lo complicado siempre es poner negro sobre blanco la ocurrencia. ¿Qué es hora de calor: 35-40-45ºC? ¿Qué significa "adaptación de las condiciones de trabajo"? ¿Policías? ¿Camareros atendiendo una terraza? ¿Trabajadores de la construcción? ¿Una cocina de un restaurante, que quizás no es al aire libre, pero en la que las temperaturas extremas son constantes? ¿Durante un horario determinado o durante toda la jornada? Del dicho legislativo al hecho del trabajo diario siempre hay un trecho.

Lo que me llama la atención, empero, no es esta medida, ni tan diferente ni mejor o peor que otras muchas aprobadas en las últimas dos décadas. Ni la discrepancia entre la prohibición de trabajar durante una ola de calor y la permisividad con otras actividades objetivamente más peligrosas. Y digo objetivamente porque el número de accidentes de trabajo o fallecidos es muy superior en otras actividades. Pero la lógica numérica aquí no funciona: el verano pasado nos encontramos con varias noticias que nos contaban que algún trabajador había acabado en el hospital o había fallecido por un golpe de calor. Un Gobierno de progreso no puede permitirse otro titular de este tipo a unos días de las elecciones.

Digo que lo que me llama la atención no es la noticia. Sino que nunca nadie señale lo obvio: si no se trabaja, no se produce y no se cobra. No digo que esto sea malo, ni mucho menos. Se me ocurren infinidad de situaciones en las que es mejor (por salud y por otras muchas causas) trabajar menos y cobrar menos. Lo que digo es que esto es así. Y que el suma resta de beneficios/perjuicios debería formar parte del debate.

¿Trabajar más?

Aunque parezcan dos temas muy alejados, la cuestión de fondo es similar a la que planteó Íñigo Errejón con lo de la jornada de 32 horas semanales.

¿Es bueno o malo trabajar menos horas? Ahí no entro. De hecho, puede que mis preferencias personales marchen en la dirección del recorte horario. Pero lo que no hago es engañarme: si trabajamos menos, produciremos menos y cobraremos menos.

Lo mismo ocurre con las normativas sobre seguridad o salud laboral. Como siempre en estos puntos, hay algunas muy sensatas y otras que son una locura. De estas últimas, no sólo los empresarios se quejan. Hay muchísimos trabajadores de sectores afectados que te dicen que no podrían hacer nada si cumpliesen a rajatabla lo que marca el reglamento de turno.

El político que hace el anuncio, ya sea Errejón o Díaz, plantea una realidad sin cara b. Y para los afectados que salen en la foto, a veces es así: coges una empresa; le das una subvención para acogerse al programa de 32 horas; y el trabajador cobra lo mismo por un día menos. Los afectados de verdad (los que no encuentran un empleo y los que pagan la subvención) son los que no salen en las noticias.

Buena parte de la culpa la tiene un lenguaje en el que hemos aceptado expresiones que son falsas de principio a fin. Ejemplo: "servicios públicos gratuitos", una mentira insostenible pero que se repite a diario. En esto del trabajo, el equivalente es "vacaciones pagadas". Miren, a todos nos gusta imaginar que, cuando estamos en la playa de Bolonia, admirando la catedral de Florencia o recorriendo una ruta en Monte Perdido, nuestro jefe nos está abonando esas horas. Pero NO es cierto.

Nos pagan al cabo del año lo que trabajamos al cabo del año, ni más ni menos. Si trabajamos once meses, cobraremos once meses. Luego la norma puede decir misa. Por ejemplo, puede decir que nos abonen ese trabajo anual en catorce pagas. O que parte de nuestra remuneración se la envíe la empresa directamente a la Seguridad Social como "cotizaciones a cargo del empleador". Pero el principio básico no cambia: lo que determina nuestro sueldo total es (1) nuestra productividad y (2) el tiempo que estamos en el tajo; lo que hacemos cada hora y el número de horas que lo hacemos.

En España no siempre lo somos conscientes, entre otras cosas porque nuestro sueldo legal está lejísimos del sueldo real total: cobramos un 25% más de lo que creemos que cobramos. Lo que ocurre es que, como apuntábamos antes, ese 25% se lo lleva la Seguridad Social en concepto de impuestos al trabajo-cotizaciones y ni roza nuestra cuenta bancaria. Pero aquí la realidad tampoco cambia porque no la queramos mirar.

Wall Street

Un ejemplo no español, para que no pensemos que la Economía sólo impone sus reglas aquí. En los años 50 y 60, los sueldos entre los países de Europa Occidental (Francia, Italia, Holanda...) y EEUU tendieron a converger. A partir de los 70 y 80, las líneas comenzaron a separarse. ¿Qué pasó? Pues algo de más flexibilidad en los mercados norteamericanos, más facilidades para abrir empresas, un mercado interior muy potente, menos trabas a las innovaciones, más productividad fruto de una formación más dirigida al mercado de trabajo... sí, ha habido de todo esto. Pero también hay más horas de trabajo. El estadounidense medio trabaja 300-400 horas más al año que el alemán. Y claro, también cobra más.

Vuelvo a lo que decía al principio de mis preferencias personales. Si me preguntan dónde preferiría trabajar yo: en Wall Street, con un nivel de presión y exigencia horaria extrema; o en las torres de Azca, donde también hay presión y exigencia horaria... pero menos. Les diría que el distrito financiero de Madrid es un lugar más vivible y humano. Ni de broma me gustaría verme metido en un rascacielos en Manhattan, por mucho bonus que cobrase a fin de año o mucho chalet en los Hamptons que pudiera comprarme.

Pero lo que no quiero es hacerme trampas: si trabajas menos, cobras menos. Da igual que la razón sea buena o mala. Puede que sea porque eres un flojo o porque lo que te pide tu jefe es inaceptable y va a poner en peligro tu salud. Ahí no entro.

Cuando nos dicen que a lo largo de este siglo hemos ido alcanzando "conquistas laborales", como la semana de 40 horas o el mes de vacaciones, y que ahora debemos seguir el mismo camino, nos mienten con ese lenguaje equívoco. Trabajamos menos que nuestros abuelos porque somos muchísimo más productivos. Y eso nos permite ganar en 40 más de lo que ellos obtenían por 60. ¿Nos gusta más cobrar 44.000 por once meses que 48.000 por doce? ¿Nos parece mejor esta vida que la que tendríamos con jornadas de 10-12 horas a cambio de más sueldo? A mí me lo parece. Pero no se me ocurre pensar que si trabajase 60 horas no cobraría más. O si tuviera sólo 15 días libres en verano, como es habitual en muchos países fuera de Europa.

En la última década no se ha aprobado en España ni una norma sustancial dirigida a mejorar la productividad/hora. Lo poco que se hizo, en el período 2011-12, acuciados por la prima de riesgo, queda como un lejano recuerdo. Y luego uno ve las estadísticas y comprueba que no somos mucho más productivos que hace 15-20-25 años. Eso sí, trabajamos menos, en lo individual y en lo colectivo; queremos entrar más tarde al mercado laboral y salir antes; que haya un porcentaje más elevado de la población que no tenga un empleo; que se reduzca la jornada laboral.

Córdoba, en julio

¿Asfaltar una carretera en Córdoba el 15 de julio, a las 15.00, a 44ºC, es inhumano? Lo es. ¿Es malo que se regule o que haya un acuerdo sectorial para fijar las condiciones? No. Y no creo que hacerlo afecte al PIB español del próximo año. Esta columna no va de eso. Va de que, cuando vemos a un trabajador del tercer mundo afanándose por hacer el trabajo más penoso posible, no deberíamos pensar "quién será el malvado que le obliga a hacer algo así"... sino, "qué podemos hacer para que este tipo sea más productivo". Porque no está ahí porque le obliguen, sino porque suele ser su mejor alternativa para llevar algo de comer a casa. Esa situación se produce porque no hay empresas en su país, porque falta seguridad jurídica en los mercados, porque apenas ha recibido formación que merezca la pena... Por lo que sea. Pero está ahí porque no le queda otro remedio. En España, afortunadamente, frente a esas condiciones extremas sí tenemos otros remedios. Entre otras cosas, tenemos la capacidad de gastar dinero para minimizar su impacto; ejemplo, con aire acondicionado o con cuadrillas que se van relevando.

Esta columna va de lo que nunca nadie dice cuando se publican esas noticias o se aprueban esas normas: por bueno o malo que sea el motivo, una hora no trabajada es una hora que el trabajador no cobra y es una hora que la empresa no factura. Eso sí es seguro. Y no todos los trabajos que se verán afectados por la normativa consisten en asfaltar una carretera en Córdoba a 44ºC. Eso también pueden darlo por hecho.

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