Nadar y guardar la ropa. Estar en misa y repicando. Sorber y soplar... La mejor virtud del refranero español es el principio de realidad. Frente a la retórica volátil, el peso de la evidencia.
A este Gobierno, sin embargo, no le afecta. De todas las peculiaridades de nuestro Ejecutivo, la que más me llama la atención es su capacidad para proponer una cosa y la contraria en la misma rueda de prensa tras el Consejo de Ministros.
Hace unos días, por ejemplo, conocíamos que se ha puesto en marcha el proyecto de la semana de cuatro días laborales. Nos informa EFE de que "las pymes industriales de menos de 250 trabajadores pueden pedir, durante un mes, las ayudas asociadas al programa piloto del Ministerio de Industria para la reducción de la semana laboral a cuatro días sin recortar el salario". El programa cuenta con un presupuesto de 9,65 millones de euros y las empresas podrán optar a ayudas de hasta 200.000 euros si reducen durante un mínimo de 24 meses un 10% de la jornada laboral sin bajar salarios. Íñigo Errejón, el promotor de la iniciativa y uno de los socios prioritarios del Gobierno, estaba eufórico y aseguraba este jueves que no sólo este proyecto en concreto tendrá éxito, sino que "el futuro es trabajar menos para trabajar todos, para trabajar en mejores condiciones, poder conciliar más y cuidar el planeta".
Hasta aquí, todo normal. Propuesta clásica de la izquierda: trabajar menos para repartir el empleo. Equivocada, en mi opinión, porque parte de dos premisas erróneas:
- que el empleo es el que hay y que, si queremos tener para todos, hay que trocearlo
- que trabajando menos mejoraremos mágicamente nuestra productividad y haremos lo mismo que antes en menos horas. Cuando la solución marcha en sentido contrario: primero tienes que mejorar la productividad y entonces podrás trabajar menos si lo deseas
Lo que no entiendo es cómo compaginar esto con los planes de José Luis Escrivá. El ministro de Seguridad Social fundamenta los cálculos más optimistas de su reforma de las pensiones en dos supuestos: (i) que recibiremos cientos de miles de inmigrantes cada año y que estos tendrán una cualificación similar a la del trabajador español medio; y (ii) que al menos la mitad de los nuevos jubilados que alcancen la edad de retiro de aquí a 2050 elegirán estirar su vida laboral al menos tres años más. Como explica Miguel Ángel García Díaz (uno de los expertos en pensiones más fiables de nuestro país) en su análisis publicado por Fedea hace unos días, el Ministerio atribuye:
Un efecto de reducción del gasto en pensiones de 1,5 puntos anual en 2050 a la jubilación demorada, al considerar que el porcentaje de personas que demorarán voluntariamente 3 años su jubilación aumenta desde el 6% actual al 55%. La AIReF rebaja a 0,8 puntos esta posibilidad al reducir el porcentaje al 30% advirtiendo, no obstante, de la elevada incertidumbre de su cumplimiento.
Pasar del 6 al 55% no será sencillo. Desde un punto de vista financiero, a mí también me parece muy poco probable ese supuesto. Pero hoy no entraré en si la previsión se cumplirá. Vamos a aceptar las cifras del ministro y nos centraremos en la otra parte, la del optimismo.
¿Optimista?
Porque sí, Escrivá puede que sea "optimista" como economista al hacer las cuentas de ingresos y gastos... pero si seguimos la lógica tradicional en la izquierda deberíamos catalogarlo como muy pesimista por el futuro que dibuja: uno en el que tenemos que seguir en el tajo hasta cerca de los 70. Errejón debe estar temblando sólo de imaginárselo.
¿Sería bueno que nos jubiláramos más tarde? La izquierda lleva décadas diciéndonos que no, que "avanzar en derechos" equivale a dejar de trabajar cuanto antes. Y que los mayores tienen que hacer sitio a los jóvenes. Miren la que le han liado a Emmanuel Macron en Francia sus sindicatos por querer pasar de 62 a 64 años. Aquí tenemos a Escrivá hablando de 68-70 y nadie se inmuta. Los sindicatos españoles, de hecho, le aplauden. ¿Y Errejón qué opina de esto? ¿Y Yolanda Díaz? El programa de Podemos ha llegado a plantear incluso los 60-61 años en el pasado. ¿Qué han votado Más País y UP cuando Escrivá ha llevado al Congreso sus medidas para penalizar las jubilaciones anticipadas o incentivar las demoradas?
Además, si es verdad que el futuro pasa por trabajar menos para repartir mejor esos empleos que queden cuando la inteligencia artificial lo haga casi todo, ¿qué sentido tiene que la edad real de acceso a la pensión se vaya a los 67 o 68 años? Si los planes del Gobierno se cumplieran como aparecen diseñados en sus presentaciones a la prensa, asistiríamos al absurdo de que trabajemos 32 horas a la semana de forma obligatoria para luego tener que jubilarnos a los 68-70 para cobrar una pensión similar a la actual. Me imagino que alguno estará pensando: ¿no puedo trabajar 40 horas e irme a mi casa antes?
Por no hablar de la inmigración, tema todavía más sensible siguiendo este razonamiento. La izquierda se sorprende de que los partidos que califican de "extrema derecha" (lo sean o no) y con políticas más restrictivas a la inmigración ganen en regiones que votaban socialista-comunista hasta no hace tanto. Pero lo extraño sería lo contrario. Si el argumento es que no hay trabajo para todos o que hay que ir reduciendo la jornada para que todos estemos mejor... cómo explicar luego que sea bueno que lleguen miles de nuevos trabajadores que compiten con salarios más bajos y menos restricciones horarias. Es normal que ese trabajador medio nacional, al que has convencido de que su futuro pasa por trabajar 32 horas cobrando lo mismo, mire con desconfianza al recién llegado que está dispuesto a echarle 40 o 50 horas y por menos sueldo.
¿Empleo precario o soñado?
En realidad, la cuenta es más sencilla de lo que parece. A lo largo de nuestra vida todos tenemos que producir lo que consumimos. A grandes rasgos, podríamos decir que durante los primeros 25 años, vivimos de otros (nuestros padres); de los 25 a los 65 pagamos nuestra vida y la de nuestros hijos y mayores; y a partir de los 65 volvemos a vivir de los que trabajan en ese momento y de lo que hemos ahorrado durante nuestra etapa productiva. Si miramos a la sociedad en conjunto, la ecuación es similar: ¿queremos jubilarnos antes? Tendremos que ahorrar-pagar más durante la vida laboral. ¿Queremos ser más generosos con los ya jubilados? Pues lo mismo.
Por eso, a la pregunta de si se puede trabajar menos, tenemos que responder que por supuesto. Siendo más productivos: como hemos apuntado en otras ocasiones, esto es lo que hemos conseguido de forma constante en el último siglo. Nuestros abuelos tenían que empezar antes (en la adolescencia, si no antes) y fallecían a menudo con las botas y el mono puestos. Afortunadamente para nosotros, ahora podemos permitirnos más años antes y después de nuestra vida laboral.
Y sí, esa evolución es buena pero...
- Trabajar 20 horas puede ser el empleo soñado o el odiado. En Holanda, Austria, Alemania, Suiza... por encima del 20-25% de los trabajadores (en algunos países ya están cerca del 50%) tienen empleos de jornada reducida. Y de forma voluntaria. Vamos que están encantados y no han necesitado a Errejón. En España, esos puestos de trabajo se asocian a precariedad. De nuevo, la clave está en lo que puedes hacer en ese tiempo (productividad) y lo que te pagan por el mismo.
- Pensar que vamos a hacer lo mismo en 32 que en 40 es absurdo. Por eso, (1) lo han tenido que subvencionar; y (2) casi nadie lo hace sin esa ayuda económica. Sólo los muy ricos (trabajadores o empresas) pueden planteárselo. Aunque lo vendan como conciliación o derechos, lo que hacen estos trabajadores (lo sepan o no) es renunciar a más sueldo a cambio de más ocio. Y si un país lo hiciera obligatorio para todas sus empresas, estaría haciendo el mismo trueque: menos producción y más coste por hora trabajada, a cambio de más tiempo libre. ¿Puede España planteárselo?
- El lema de que hay que trabajar más, pero de forma voluntaria, para garantizar la sostenibilidad de las pensiones también chirría. Si es voluntario, sólo se acogerán a esa opción los que piensen que les sale rentable (por lo que les das a cambio). Por eso, si prometes mejor pensión (o un pago único como ha planteado Escrivá) a cambio de jubilarte a los 68, entonces el sistema no se ahorra nada (o muy poco). Y si la idea es que nos jubilemos a los 68 a cambio de lo mismo que ahora a los 65, entonces es un recorte de manual.
A partir de ahí, yo sólo pido que me digan qué es "lo bueno". ¿El argumentario de esta semana cuál es? ¿Hay que trabajar más o menos para sostener el estado de bienestar? ¿Va a haber más empleos para todos y por eso los discursos sobre el control de la inmigración son populismo puro... o la inteligencia artificial va a reducir el número de puestos de trabajo y por eso es mejor repartirlos? Tengo que escuchar la misa o tocar la campana. Todavía no lo tengo claro.