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No es el capitalismo: ocho de las diez empresas que más contaminan del mundo son estatales

Las empresas estatales son culpables de al menos el 50% de las emisiones de efecto invernadero del planeta.

Las empresas estatales son culpables de al menos el 50% de las emisiones de efecto invernadero del planeta.
Una refinería de petróleo de Aramco en Dahran, Arabia Saudita. | Alamy

Desde sectores de izquierdas, fundamentalmente ecologistas y anticapitalistas, se suele atacar con dureza al capitalismo por "estar destruyendo el planeta" y provocar el calentamiento global. Cualquier ocasión es buena para atizar al sistema económico que más gente ha sacado de la pobreza, ya sea con carteles bajo el lema de "El capitalismo mata el planeta" durante las marchas contra el cambio climático, o con los recurrentes discursos progresistas de aquellos que fingen ir contra el "establishment" al tiempo que forman parte de él y/o reciben todo el apoyo (económico, político y mediático) de gobiernos, filántropos y multinacionales, como son personajes de nuestra izquierda patria, o los productos juveniles e infantiles de marketing como Greta Thunberg o Francisco Vera.

Uno de los argumentos más utilizados para cargar contra el capitalismo es el de que "Cien empresas son las responsables del 70% de las emisiones globales de CO2". No son pocos los políticos y activistas que se han refugiado en este estudio de The Carbon Majors, donde se enumeran las cien compañías más contaminantes del planeta junto con la cuota de contaminación de cada empresa. La sorpresa, para quién examine el trabajo, es que si se analiza correctamente cada negocio y se le distingue por su condición (pública o privada), observará que no es precisamente el capitalismo el gran culpable de la contaminación mundial por CO2. Pasemos a comprobarlo.

El puesto número 1 de este ranking lo ocupa la empresa China Coal, de carácter público, dedicada a la minería de carbón y que es propiedad del Gobierno chino. Esta compañía contribuye con el 14,3% del total de emisiones globales de CO2. En segundo lugar, nos encontramos con Aramco, empresa de petróleo y gas propiedad del Estado saudí, que es responsable del 4,5% de las emisiones globales de CO2. Gazprom, compañía gasística propiedad del Gobierno ruso, ocupa el tercer lugar de esta lista al provocar el 3,9% de las emisiones globales de GEI. La cuarta plaza está reservada a National Iranian Oil, empresa pública controlada por el Estado iraní y que emite el 2,3% del total de contaminación de este tipo.

Es necesario llegar hasta el puesto número cinco para encontrar la primera empresa privada, que no es otra que ExxonMobil Corp, que produce el 2% de las emisiones globales de CO2. En sexto lugar vuelve a aparecer otra compañía pública, pero esta vez es propiedad del Gobierno indio, la petrolera Coal India, que es responsable del 1,9% de las emisiones. En séptimo lugar está Pemex, la petrolera propiedad del Gobierno de México, que representa el 1,9% de las emisiones globales de CO2. En octavo lugar nos encontramos con otra empresa estatal, la petrolera Russia Coal, que emite el 1,9% de las emisiones de CO2. Ya en noveno lugar volvemos a encontrar otra empresa privada, Royal Dutch Shell PLC, que emite el 1,7% del total de emisiones globales. El top-10 lo cierra CNPC, de nuevo, otra empresa petrolera propiedad del Gobierno chino, responsable del 1,6% del total de emisiones globales.

En principio, ya podemos observar como ocho de las diez empresas (que suponen el 32,3% del total de emisiones por CO2) que más contaminan en todo el mundo son de carácter público. No obstante, la lista sigue: PDVSA (1,2%), Abu Dhabi National Oil Co (1,2%), Poland Coal (1,2%), Sonatrach SPA (1%), Kuwait Petroleum Corp (1%), Conoco Phillips (0,9%), Petrobras (0,8%), Nigerian National Petroleum Corp (0,7%), Petronas (0,7%), Rosneft OAO (0,7%), Iraq National Oil Co (0,6%), Qatar Petroleum Corp (0,5%), PT Pertamina (0,5%), Kazakhstan Coal (0,5%), Equinor (0,5%), National Oil Corporation of Libya (0,5%), Ukraine Coal (0,5%), Oil & Natural Gas Corp Ltd (0,4%), TurkmenGaz (0,4%), Sasol Ltd (0,4%), Egyptian General Petroleum Corp (0,3%), Petroleum Development Oman LLC (0,3%), Czech Republic Coal (0,3%), Sinopec (0,3%), CNOOC (0,3%), Singaneri Collieries Company (0,3%), Sonangol EP (0,3%), Tatneft OAO (0,2%), North Korea Coal (0,2%), Petoro AS (0,2%), Exxaro Resources Ltd (0,2%), YPF SA (0,2%), Syrian Petroleum (0,1%), etc.

La lista continúa, pero ya con lo anteriormente mencionado podemos observar como las empresas estatales son responsables de, al menos, el 50% de todas las emisiones globales de CO2. Cabe aclarar que este 50% no es sobre el 70% mencionado al principio del artículo, sino sobre el 100% de emisiones mundiales por GEI (Gases de Efecto Invernadero).

Por tanto, el 70% de las emisiones provocadas por esas cien empresas mencionadas se debe a que, al menos, el 50% de las emisiones mundiales serían atribuibles a las empresas públicas y un 20% a las empresas privadas. De esta manera, se descompone el discurso anticapitalista que culpabiliza del calentamiento global al capitalismo.

Esto no quiere decir que el capitalismo no contribuya al calentamiento global, como lo haría cualquier otro sistema económico que implicara tener una industria y unos recursos con los que elevar tanto el nivel de vida como a los estándares actuales, sino que es injusto atribuir al capitalismo más culpa de la que merece. La pregunta que deben responder los que piden un "decrecimiento de la economía" es la siguiente: ¿El sistema que ellos proponen mantendría los actuales estándares de vida con una mejor utilización de los recursos disponibles? Esta es una pregunta importante, pues si con "decrecer para vivir mejor" lo que se propone es empeorar nuestro nivel de vida (como ya se está haciendo desde instancias europeas) a cambio de reducir de forma insignificante el nivel de contaminación, está claro que muchos se negarán a ello, y con razón.

Por tanto, vemos que el capitalismo, que, si bien es un sistema imperfecto que también produce un derroche de recursos y contribuye al calentamiento global, no es el mayor culpable de la contaminación mundial, sino que administra de una forma más eficaz y eficiente los recursos disponibles que el Estado.

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