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José María Rotellar

El Gobierno no puede convertir al INE en el CIS

El Gobierno debe comprender que la independencia estadística es sagrada y que no se debe producir ni intromisión ni pérdida de comparación.

El Gobierno debe comprender que la independencia estadística es sagrada y que no se debe producir ni intromisión ni pérdida de comparación.
Nadia Calvino | EFE

La estadística es una ciencia esencial para poder tomar decisiones en el día a día y ver los efectos que éstas producen, sus posibles desviaciones y correcciones a realizar. Especialmente importante son todas las estadísticas oficiales que miden la actividad económica y el mercado de trabajo.

Por eso, es vital que los organismos estadísticos sean completamente pulcros e independientes en su labor, de manera que no se produzcan filtraciones, en primer lugar, y, en segundo lugar, que los datos obedezcan al máximo rigor técnico. Es decir, puede haber equivocaciones, pero no manipulación si lo que se quiere es contar con una estadística fiable y comparable en el contexto nacional e internacional.

Las revisiones de algunos de sus indicadores son normales y habituales, conforme se va contando con una información más fina que permite ajustar dichos indicadores, para que estos últimos den la imagen más real de la evolución de la magnitud medida. De esta manera, en la contabilidad nacional la revisión es un hecho normal que sucede durante un periodo de entre tres y cuatro años, que comienza con el avance del PIB en contabilidad nacional trimestral, continúa con los principales resultados, le sigue la publicación de los principales agregados de la contabilidad nacional, y así sucesivamente hasta que el dato se asienta y se pueden construir de manera perfecta el marco input-output del ejercicio en cuestión, al cabo, como digo, de alrededor de cuatro años.

Por tanto, nada que objetar a que se produzcan revisiones al respecto, que es normal. Ahora bien, esas revisiones buscan mejorar el dato conforme se cuenta con un mayor número de indicadores para poder ajustarlo, pero la revisión es una mejora del dato, hacia arriba o hacia abajo, en términos de exactitud, pero sobre la base de un dato inicial calculado también de manera muy escrupulosa y técnica y que, por tanto, estará siempre bastante cerca del dato definitivo. Es decir, es normal que, por ejemplo, en el dato del PIB que arroja la contabilidad nacional, pueda producirse una modificación al alza o a la baja, de unas décimas, difícilmente más allá del medio punto, muy complicado que llegue al punto, pero, desde luego, de esa magnitud máxima. Una revisión mayor supondría o que el dato inicial estaba pésimamente calculado o que la revisión puede adolecer de criterios técnicos. En ambos casos, el problema sería grave: en el primero, de pericia técnica; en el segundo, de independencia.

El INE ha revisado la contabilidad nacional y ha modificado el crecimiento económico de 2020, 2021 y 2022, y lo ha hecho mejorándolo una décima, nueve décimas y tres décimas, respectivamente, respecto del dato anterior.

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Quizás la modificación de 2021 sea la menos explicable por su magnitud, al llegar a nueve décimas, casi un punto, pero digamos que puede tratarse de una revisión extraordinaria, más o menos explicable teniendo en cuenta la peor información con la que se contó durante 2020 y 2021 derivado de la situación en la que estuvo la economía con el coronavirus.

Ahora bien, en el agregado desde el primer dato de cada año, el año 2020 ha empeorado dos décimas y el de 2022 ha mejorado las mismas tres décimas antes mencionadas, pero el dato de 2021 ha mejorado 1,4 puntos desde su primera estimación.

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Como podemos observar en la evolución de las sucesivas revisiones:

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Como digo, la revisión del dato de 2021 es algo que no se suele producir en dicha magnitud -sí suele haber revisiones, en el normal proceso de asentamiento del dato, pero no de manera tan acusada-, pues son 9 décimas respecto a la revisión anterior y 1,4 puntos desde el primer avance, pero digamos que podría explicarse por la peor información, como he comentado, con la que se contó en los años más afectados por las restricciones derivadas del coronavirus (2020 y 2021).

Esto, mejora el PIB de 2022 en términos corrientes un 1,5%, que permitirá algún avance en el cociente deuda sobre el PIB, no porque mejore la deuda, sino porque ha crecido más el PIB, pero sigue siendo un cociente muy preocupante, sin apenas variación importante. Del mismo modo, aunque esta revisión modifique el momento en el que España recupero el nivel de PIB real previo a la pandemia, tampoco sitúa a la economía española liderando la recuperación en la UE, sino todo lo contrario: trimestre arriba, trimestre abajo, el comportamiento de la economía española no ha sido ejemplar, realmente.

Ahora bien, lo que no parece normal es que desde algunas personas del entorno gubernamental, algunas incluso que asesoran al Gobierno, se llegase a avisar de que el lunes dieciocho de septiembre el INE revisaría al alza el dato de PIB de 2022 adelantado por la contabilidad nacional trimestral, por agregación, en marzo, y alguno llegó a decir que lo haría en una magnitud de ocho puntos.

Como digo, que pueda sufrir una revisión el dato -como, de hecho, ha pasado-, es normal y habitual, dentro del rigor estadístico. Ahora bien, en primer lugar, no parece muy lógico que desde personas cercanas al Gobierno se anuncie que se producirá la revisión, porque el dato está embargado hasta la publicación de la nota por parte del INE. ¿Tenían alguna información al respecto esas personas? Si es así, ¿por qué? Y si la tenían, ¿por qué desvelaron, aunque no diesen la cifra exacta, que habría seguro una revisión al alza? Es vital guardar las formas y un anuncio así no es lo mejor para la independencia de los organismos estadísticos.

Por otra parte, esa revisión, como digo, es normal que pueda producirse, pero en magnitudes pequeñas. Por ejemplo, con la misma publicación -contabilidad nacional anual: principales agregados- en 2020 no se produjo variación alguna: en marzo de 2021 la contabilidad nacional trimestral dio, por agregación, un crecimiento del PIB de 2020 del -10,8% y la publicación de los principales agregados de la contabilidad nacional de 2020, publicado en septiembre de 2021, confirmó esa cifra.

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En septiembre de 2022, por ejemplo, sí que se produjo una variación sobre el dato adelantado por la contabilidad nacional trimestral, en este caso, al alza. Del 5,1% de crecimiento inicial se pasó al 5,5%. Es una revisión ya de cierta magnitud, pero nada que objetar al respecto, entra dentro de lo normal.

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Si dicha revisión de ocho puntos adelantada por algún asesor gubernamental se hubiese producido -o incluso una superior a un punto, porque más de un punto ya sería inaudito, sorprendente y chocante- el dato habría perdido mucha credibilidad, más allá de la ya sorprendente modificación al alza producida en una magnitud muy importante, aunque dentro de lo que se puede intentar explicar. ¿Realmente la economía española habría crecido en 2022 un 13,5% en términos de volumen? Ya parece sorprendente un crecimiento de casi un 6,5% -aunque dentro de lo argumentable, como digo, como para haber crecido un 13,5%. Otra explicación sería que intencionadamente se hubiese querido lanzar desde entornos cercanos al Gobierno una posible revisión de ocho puntos para que nos parezca normal una de menor volumen. Tampoco lo sería si se hubiese ido más allá de un punto. Como digo, llegar al punto parece muy difícil, y más de un punto, increíble.

El INE es un organismo muy serio y no puede dejar que haya ni una sombra de duda sobre los datos que ofrece. Nos jugamos el prestigio estadístico de casi dos siglos -desde el primer antecedente del INE, la Comisión de Estadística del Reino, creada bajo el reinado de Isabel II, el tres de noviembre del 1856- y el rigor de las cifras, y el Gobierno debe comprender que la independencia estadística es sagrada y que no se debe producir ni intromisión ni pérdida de comparación -como por ejemplo ha sucedido en el paro registrado al no conseguir todavía el Ministerio de Trabajo publicar cuántos fijos discontinuos están en período de inactividad y no engrosan las listas del paro registrado-. También es positivo que entienda que no se puede deslizar ningún detalle de ninguna publicación hasta el momento en el que se publique oficialmente.

El INE debe mantener su sagrada y esencial independencia y el Gobierno no puede tener la tentación de tratar de convertirlo en "su" CIS estadístico. Estoy seguro de que el INE, sus directivos y profesionales velarán por el mantenimiento de esa independencia, pero no está de más advertir de los riesgos que cambios abruptos y no explicados en los indicadores podrían tener, de producirse, para el prestigio, la credibilidad y la confianza en los organismos estadísticos. De la misma manera, es muy importante también que se trate de afinar lo máximo posible desde el primer avance, para que las oscilaciones no sean especialmente importantes, pues si se logra se robustecerá la fiabilidad de todas las estimaciones.

Confío en que la independencia estadística de estos casi dos siglos se mantenga y que cualquier cambio que se produzca en cualquier caso se explique detalladamente, con toda base técnica y que permita la comparación homogénea de las series. Seguro que así será, porque lo contrario sería gravísimo.

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