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Domingo Soriano

¿Quieren reducir la pobreza infantil y la desigualdad? 'Empujen' a los padres a casarse

En EEUU debaten este otoño sobre una tesis políticamente incorrecta: ¿son las familias tradicionales el mejor entorno para un niño? Parece que sí.

En EEUU debaten este otoño sobre una tesis políticamente incorrecta: ¿son las familias tradicionales el mejor entorno para un niño? Parece que sí.
Los matrimonios y el compromiso entre los padres son una tesis muy viejuna... pero que sigue funcionando, al menos para sus hijos. | Pixabay/CC/StockSnap

Si quieren reducir las cifras de pobreza infantil o abandono escolar, hagan que los padres de esos niños se casen. Mejor, en realidad, que se casen primero y luego tengan niños. Que vivan con ellos durante toda su infancia, por supuesto, con el mismo nivel de compromiso con el que sus padres (los abuelos) los criaron a ellos. Y si quieren reducir la desigualdad: la receta es la misma, matrimonios, estabilidad y familias viejunas.

Digo, si quieren. Porque todos los partidos están con el tema (desigualdad y pobreza, especialmente la infantil). Pero ninguno lo enfrenta realmente. Nadie habla de lo que más importa. Ni siquiera VOX, en realidad, dice lo que tendría que decir. Sortean la cuestión porque no entra en el relato políticamente correcto. Eso sí, montan un Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil que no ataca una de las principales causas del problema: en todos los países en los que se han realizado estudios en profundidad sobre el estancamiento de ingresos de ciertas familias o la ruptura del ascensor social, se ha señalado el efecto del incremento de hogares en el que uno de los dos progenitores (casi siempre el padre) no vive con sus hijos.

No me entiendan mal. Asumo que también hay otras razones: (i) inestabilidad-precariedad laboral en España, en buena parte, por una legislación ultrarígida y desfasada); (ii) salarios bajos (derivados de una productividad estancada); (iii) mal diseño de servicios, políticas públicas y fiscalidad (yo no soy muy socialdemócrata, pero puestos a tener un país dominado por esa ideología, por lo menos podía ser una socialdemocracia eficiente). La diferencia es que todas esas otras razones están más o menos sobre la mesa, aunque las soluciones que se proponen para enfrentarlas sean absurdas en su mayoría. Pero lo del matrimonio... ni mentarlo.

Dos noticias de esta semana que me han devuelto la atención a este asunto:

- La primera, una encuesta del Pew Research Center, acerca de la visión que tienen los norteamericanos sobre el matrimonio y la familia. Una de las últimas preguntas gira en torno a qué elementos son necesarios para llevar "una vida plena". Las respuestas: 71% cita "tener una carrera" y un 61% "tener buenos amigos"; pero sólo un 26% "tener hijos" y un 23% "estar casado". Ya les digo yo que hace cincuenta años los resultados no habrían sido esos. Si nos importa más el puesto en el organigrama de la empresa que nuestra familia...

Luego, los mismos encuestados se dicen preocupados (36% tienen una visión negativa frente a un 9% que la tienen negativa) por el desplome en el número de matrimonios y por el hecho de que también en EEUU estén cayendo las tasas de natalidad. Aunque esto de los niños importa menos, quizás porque se han creído la milonga de que los niños son malos para el medioambiente (un 41% de los encuestados dice que es positivo para la naturaleza que nazcan menos niños, frente a un 11% que lo ve negativo).

Pero si nos quedamos con el matrimonio, lo que tenemos es una mirada personal despreocupada (para mi felicidad no es especialmente importante tener hijos o estar casado), aunque parece que a la mayoría le gustaría que OTROS hicieran subir las estadísticas por ellos. Por cierto, intuyo que en España las respuestas serían parecidas.

También es verdad que estas encuestas nunca preguntan a los más interesados, los niños. Cuando los menores tienen la palabra siempre dicen lo mismo: queremos vivir con nuestros padres. No es que nos sorprenda, pero ya que estamos todo el día con la cantinela de escuchar al niño, no estaría mal hacerle caso en esto, porque son 100% coherentes y constantes en su exigencia.

Las recetas de Feijóo

La segunda noticia es la (no) investidura de Alberto Núñez-Feijóo, en la que incluyó entre sus propuestas lo siguiente:

El tercer gran acuerdo que España necesita es un Pacto de Estado por las Familias. Ante la estigmatización que algunos pretenden, quiero reivindicar la libertad de todos los ciudadanos para impulsar el proyecto de vida que cada uno desee. El papel de la política no es juzgar a nadie, sino defender a todas las familias españolas. Es la respuesta adecuada a nuestra realidad demográfica, con una caída de la natalidad cada vez más acusada. Y es lo justo ante la situación de la mayoría de padres y madres que viven con la lengua fuera, muchos abuelos también. Y no puede ser.

Sugiero una política decidida como país en este sentido con una aportación extraordinaria de 6.000 millones de euros.

  • Para reforzar las ayudas a las familias numerosas, monoparentales y a las más vulnerables.
  • Para facilitar su acceso a la vivienda.
  • Y para incrementar las ayudas de conciliación. En lo que de mí depende, las escuelas infantiles de 0 a 3 años serán gratuitas.

Ya sabemos que lo importante del discurso de Feijóo no fue lo económico. De hecho, probablemente ni siquiera fue el discurso, sino las réplicas, lo que determinó el resultado del debate. El líder del PP quería presentarse como tal, como el tipo que comandará el centro-derecha en los próximos años y el que detendrá los desafueros de Sánchez con los independentistas. Y eso lo consiguió. A partir de ahí, lo demás queda en un segundo plano, el aderezo necesario (porque no te puedes presentar en una sesión de investidura sólo con la anti-amnistía: se supone que tienes que presentar un programa de Gobierno).

Pero aunque no fuera lo fundamental, debemos fijarnos en lo que propuso. En primer lugar, porque se supone que marca las líneas fundamentales que seguirá el PP en los próximos años; en las autonomías en las que gobierna y en el Ejecutivo central, si lo alcanza (bien porque haya una repetición de elecciones o porque la legislatura sea corta). Y en segundo, porque dado el no-programa del PSOE en esta materia (o la destrucción que plantea Podemos), es bueno saber lo que pide el principal partido de la derecha.

La parte buena es que al menos sacó el tema (y lo digo en serio, es bueno que el PP piense algo en las familias y se quite el complejo de hablar en estos términos). La mala, que sigue con las mismas milongas de siempre. Las soluciones que suenan bien y no solucionan (casi) nada: guarderías, ayudas, conciliación...

Tampoco me entiendan mal. No quiero meterme demasiado con Feijóo precisamente el día que pone encima de la mesa este asunto. Pero las propuestas vuelven a esa mezcla de buenas intenciones sin sustancia mientras se deja al margen el problema real.

Lo que dicen los ‘pijos’

Hace unas semanas, decíamos que "lo único" que puede hacer un Gobierno si quiere que los españoles incrementen su natalidad es "ponerse en modo abuela": es decir, convencer a los jóvenes de que tener (muchos) hijos y tenerlos jóvenes es lo mejor que pueden hacer con sus vidas.

Ya sabemos que esto ni está ni se le espera. Pero lo de la pobreza o la desigualdad no se les cae de la boca. Así que entendemos que sí les importa. Pues bien, la recomendación es parecida a la de entonces: las recetas de la abuela.

Precisamente, este otoño, en EEUU se ha publicado un libro que está generando bastante debate. Ya he leído al menos 4-5 artículos y comentarios sobre el mismo, junto a varias entrevistas con la autora. Todavía no he podido leerlo (eso sí, ya está comprado; prometo reseña completa y detallada en cuanto el señor Amazon me lo traiga a casa): The Two-Parent Privilege. How Americans Stopped Getting Married and Started Falling Behind de Melissa Kearney [podríamos traducirlo como "El privilegio de la doble paternidad. Cómo los americanos dejaron de casarse y comenzaron a quedarse atrás"].

La tesis parece sencilla y no es nueva; Charles Murray en Coming Apart o J. D. Vance en Hillbilly Elegy la habían puesto de moda en la última década. Aunque quizás la contundencia del título de Kearney sí suponga un cierto impacto en muchos lectores (aquí la reseña del Financial Times; y aquí una larga entrevista con la autora en la página de la Reserva Federal de Richmond). Lo que explica en las entrevistas y en lo que coincide con lo que esos otros ensayistas plantearon es que hay pocos indicadores mejores para anticipar la vida futura de un niño que el hecho de si vive con sus dos padres de forma estable. Sí, los ingresos y estudios de los padres también importan. Sí, hay hijos criados por una madre soltera que terminan siendo millonarios, mientras otros hijos de familias tradicionales y de ingresos altos acaban en prisión por tráfico de drogas. Y sí, hay matrimonios muy tóxicos, en la que la mejor noticia para todos es que aquello termine cuento antes. Lo repito: sí, sí y sí a las tres cosas.

Pero, lo repito también, estadísticamente, para sacar a los niños de la pobreza lo que se necesitan son matrimonios estables. Lo que dice Kearney en las entrevistas es de cajón; dos padres bajo el mismo techo aportan todo aquello que un niño más necesita: ingresos más elevados, más tiempo y dedicación, estabilidad, protección frente a imprevistos, modelos-roles... Además, todos los que han estudiado el tema recuerdan que es bueno para los niños pero también para los padres: parece ser que lo de "sentar la cabeza" no es una manera de hablar y que nos hacemos más responsables y trabajamos más (sobre todo, los hombres) cuando nos casamos.

Además, los mismos indicadores apuntan a que la evolución de los matrimonios en EEUU en los últimos 30-40 años tampoco ha ayudado a la desigualdad, otro de los mantras de la modernidad. Todo el día hablando de la desigualdad no relevante (la que se deriva de las fortunas de los milmillonarios de internet, que no han quitado a nadie el patrimonio que acumulan) y dejando a un lado la desigualdad generada en el otro extremo de los ingresos. Pues bien, una de las fuentes de desigualdad más relevantes reside en que entre las clases altas, las tasas de matrimonio y de hijos que viven sus dos padres no han caído demasiado desde 1980; mientras tanto, en los estratos inferiores de la distribución de ingresos, las tasas se han desplomado, algo que también está sucediendo entre las clases medias en los últimos 10-15 años (esperemos que la tendencia no se consolide, porque sería muy preocupante).

Los pijos americanos se casan casi igual que sus padres, aunque luego muchos de ellos aconsejen (en los anuncios de sus empresas, en las series que producen, en los periódicos que publican) que los demás no lo hagan. ¿Por qué esta diferencia entre el discurso anti-familia y la práctica? Pues es un misterio, pero los pobres (en EEUU, especialmente en las comunidades negras) están aplicando ese discurso al pie de la letra y con pésimos resultados.

Lo cierto es que el predictor de "los dos padres" es muy bueno: mejores resultados en la escuela, el mercado laboral y la justicia. Y mejor aún si los padres están casados, porque las parejas de hecho tienen ratios de disolución (a igualdad del resto de factores como edad, ingresos, estudios) superiores a los matrimonios.

Con todo esto sobre la mesa, la solución parecería obvia: como no hay, nos dicen, preocupaciones más acuciantes que la pobreza infantil y la desigualdad enquistada que está rompiendo el ascensor social... digo que como no hay nada que en teoría les importe más, hay pocas cosas que deberían estar en la agenda legislativa de forma más constante que la promoción del matrimonio de toda la vida. De hecho, si fuera verdad lo que dicen, debería ser una política incluso transversal, a derecha e izquierda. Ahora prueben a poner la palabra "matrimonio" en los programas electorales de los partidos españoles y, más allá de alguna referencia al homosexual o de personas de diferente género: no les sorprenderá saber que no encontrarán nada. Tienen la solución (no digo que la única, pero sí una bastante buena y que no debería afectar demasiado al presupuesto) a mano pero la ignoran por completo.

De hecho, en ocasiones toman medidas que van en la dirección contraria, puesto que perjudican a esos matrimonios que deberían mimar. Sobre este asunto, una última provocación: cuando se subvenciona algo (ya sea el tabaco o el coche eléctrico), el resultado es que tienes más de ese algo. Y sí, ofrecer ayudas especiales para hogares mono-parentales es subvencionar este tipo de hogares. Lo digo porque esto lo propuso el otro día Feijóo y lo proponen todos los demás. De hecho, siempre que un partido plantea ayudas a la familia, hay algo especial y más generoso para aquellas en las que sólo hay un padre-madre. ¿Llevamos medio siglo, desde que comenzaron a aplicarse en EEUU estas medidas, pagando por aquello que hace que los niños pobres sean más pobres y tengan menos posibilidades en la vida? Pues... parece que sí, estamos subvencionando exactamente lo que peor les viene. No soy muy fan de las ayudas a la familia ni creo que sirvan para demasiado si no hay un cambio cultural: pero lo que sí tengo claro es que las que aprobemos no deberían tener en cuenta ni privilegiar que haya uno o dos padres. Porque puede que no sea lo que se busca (y digo "puede", porque la destrucción de la familia tradicional sí es el objetivo de la izquierda desde hace medio siglo), pero desde luego, en parte es lo que se encuentra.

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