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Domingo Soriano

El caballo de Nadia

¿Adivinan quién fue el miembro del Gobierno encargado de liderar el ataque a Ferrovial cuando la compañía anunció el cambio de su sede a Países Bajos?

¿Adivinan quién fue el miembro del Gobierno encargado de liderar el ataque a Ferrovial cuando la compañía anunció el cambio de su sede a Países Bajos?
Nadia Calvino junto a su homólogo francés, Bruno Le Maire, este viernes, en Bruselas. | EFE

Cuando, hace unos años, en Libertad Digital reunimos algunas de las frases más cínicas de la historia de la política, no dudé ni por un instante en incluir la anécdota de Huey P. Long, el famoso senador y gobernador demócrata que en los años 30 se convirtió en una celebridad en EEUU por su estilo populista y tramposo. La frase en cuestión nace de su costumbre de relatar la misma anécdota en todos los mítines, ajustándola, eso sí, a las características de su audiencia. Así, cuando acudía a una zona evangélica, Long describía como cada domingo uncía a su caballo a su carreta para llevar a sus abuelos al culto; cuando la audiencia era católica, la imagen era la misma (joven con caballo y carreta, llevando a unos viejecitos) pero el destino cambiaba: ahora iban a misa. En una ocasión, uno de sus ayudantes le dijo: "Huey, no sabía que tenías unos abuelos católicos". Y él respondió: "¿Qué dices? No seas absurdo. Ni siquiera teníamos un caballo".

Esta semana ha quedado claro que el caballo de Pedro Sánchez era Nadia Calviño (y el de la propia Calviño, porque la trampa la tramaron entre los dos). Está todo el mundo discutiendo otros temas importantes que rodean su nombramiento para el Banco Europeo de Inversiones: desde su sueldo a las posibles cesiones que haya realizado el Gobierno para conseguir el puesto (por ejemplo, perder la sede de alguna agencia europea); desde la ayuda que podrá prestar desde Luxemburgo a la evidencia de que Sánchez sigue teniendo vía libre en Bruselas por muchas tropelías que cometa en casa. Digo que discutimos todo esto, que es cierto que es importante, y nos dejamos otra cuestión clave de todo este tema: el engaño.

Dicen que, el pasado verano, la campaña electoral de Sánchez fue personalista. En la parte política, esto es verdad. Pero en lo económico, el socialista se presentó casi en formato ticket, un poco como los norteamericanos: Sánchez y Calviño, Pedro y Nadia. De hecho, fue uno de los lemas que más repitió. ¿Recuerdan la frase? "Nosotros tenemos a Nadia y ellos tienen a nadie". La idea que querían transmitir estaba clara: la estabilidad la garantizaba su vicepresidenta, adorada en Europa, seria y responsable, con ese aspecto de persona fiable y preparada. Ella sería la garantía de que no se harían locuras y de que iban a controlar a los socios más excéntricos de la coalición. Por supuesto, la interesada jugó a lo mismo.

Ahora sabemos que era todo mentira: Calviño le daba a Sánchez su presencia en la campaña (fue, sin duda, el segundo rostro en importancia tras el presidente, en mítines, entrevistas en medios...) y a cambio éste se comprometía a poner todo el peso de la diplomacia española en Bruselas detrás de su candidatura al BEI. Al menos desde mayo había informaciones sobre el interés de la vicepresidenta en el puesto (aquí, Carlos Segovia en El Mundo). Pero quieren que creamos que se les ocurrió, como por casualidad, unas horas después de las elecciones: el 11 de agosto (no habían pasado ni tres semanas) el Gobierno presentó la candidatura oficial. Eso sí, Calviño aseguró en aquellos días que había sido algo inesperado, que se les había ocurrido a ella y a Sánchez de repente. Sinceramente, casi es mejor que lo admitan, porque la versión oficial suena a recochineo.

Si estuviéramos en disposición de sorprendernos por algo que hace este Gobierno, diría que sorprende y mucho que esto no haya generado más escándalo, porque es una refutación de toda la campaña electoral. Mientras señalaba a la vicepresidenta como su mejor aval o mientras esa misma vicepresidenta hablaba sobre el trabajo que quedaba por hacer... mientras todo esto pasaba, sabían perfectamente que estaban mintiendo y que, si ganaban, ella se iría en unas semanas tras las elecciones.

Por eso me venía la imagen y la frase de Long. Me lo imagino diciéndole a su ayudante: "Estos pringados, qué memos son, se han tragado hasta el fondo lo del caballo y la carreta". Y me imagino a Calviño haciendo una mueca parecida al bajar del atril de cualquier mitin: "Pobres pardillos... están convencidos de que me quedaré y yo ya estoy buscando casa en Luxemburgo". Como vivimos a escándalo diario, tengo la impresión de que esto va a pasar desapercibido, pero no debería. Porque, además, viene de la ministra tecnócrata, la seria, la responsable, la que pone un mohín de disgusto y habla de populismo si un medio de comunicación tira un titular un poco llamativo o un rival político se excede en una sesión de control. Sí, el populismo siempre son los otros.

Y un apunte para terminar. ¿Adivinan quién fue el miembro del Gobierno encargado de liderar el ataque a Ferrovial cuando anunció el cambio de su sede a Países Bajos? Sí, Calviño dijo que la compañía "le debía todo" a España, que el gesto "no era positivo" y que la decisión demostraba "una falta de compromiso" con el país. Incluso insinuó algo parecido a una amenaza, cuando dijo que el Gobierno analizaría "con detalle" la operación. ¿Países Bajos, no; pero Luxemburgo sí? ¿Quién tiene más obligaciones y debe más "compromiso" a su país: una compañía multinacional con accionistas de decenas de nacionalidades o una ministra a la que se presentó en campaña como la garante de la política económica del Gobierno durante la próxima legislatura? No sabemos si Nadia Calviño monta o no a caballo; si lo hace, a partir de ahora tendrá que buscar hípica en Luxemburgo.

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