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La patronal del aceite de palma: "Cada vez es más difícil hacer negocios en Europa. En EEUU no nos tratan así"

La CEO del Consejo del Aceite de Palma de Malasia carga contra las normativas de la UE por ignorar los avances de su país contra la deforestación.

La CEO del Consejo del Aceite de Palma de Malasia carga contra las normativas de la UE por ignorar los avances de su país contra la deforestación.
El Consejo del Aceite de Palma de Malasia muestra su rechazo a las regulaciones europeas. | MPOC

Desde 2022, Belvinder Kaur Sron es la consejera delegada del Consejo del Aceite de Palma de Malasia. El país asiático es el segundo mayor productor del mundo, solamente por detrás de Indonesia, de modo que su organización tiene un enorme peso en el ámbito del comercio internacional.

Libre Mercado se ha entrevistado con Belvinder para conocer de primera mano la nefasta experiencia que están atravesando los productores de Malasia a raíz de la entrada en vigor de nuevas regulaciones europeas que introducen un sinfín de complicaciones en los procesos de importación de este producto.

Bruselas habla mucho de "regulación inteligente" pero los países productores de materias como el aceite de palma, el cacao o la soja están criticando duramente la nueva normativa europea que regulará las importaciones de estos productos. Se supone que el objetivo es luchar contra la deforestación y el ‘cambio climático’, pero por lo que hemos podido saber se trata de una norma que introduce un sinfín de restricciones y que entra en vigor sin haber escuchado a los productores y sin otorgarles apenas tiempo para adaptarse a ella.

En todo este proceso apenas ha habido diálogo con los países productores. Además, la nueva regulación se ha aprobado con prisa, en apenas dieciocho meses. En efecto, la Unión Europea habla de "regulación inteligente" y, por ejemplo, plantea la importancia de seguir un enfoque "gradual" en este tipo de acciones, pero ¿cómo encajamos ese discurso oficial con el hecho de que la normativa termine aprobada de esta forma tan apresurada?

Malasia es un país en vías de desarrollo y su situación socioeconómica no es la de Europa. Sin embargo, Bruselas está exigiendo todo tipo de requisitos que chocan con la capacidad real que tienen los productores.

Sí, nos piden que cumplamos estos requisitos casi de la noche a la mañana - y lo hacen sin haber hablado con nosotros desde un comienzo. Ahora estanos haciendo todo lo posible para explicar los problemas de implementación asociados a esta normativa, pero hasta este punto he de decir que la Unión Europea no se ha preocupado por estudiar la cadena de suministro y ha ignorado las circunstancias locales de estos productores.

En teoría, la UE está pidiendo que aseguremos un exhaustivo grado de trazabilidad para los productos que exportamos, pero en la práctica esto no es tan fácil de cumplir porque, por ejemplo, la forma mediante la cual se pretende que suministremos esa información pasa por completar todo tipo de trámites online por parte de campesinos y agricultores que viven en zonas donde no hay ni acceso general a internet ni preparación y capacitación suficiente para hacer uso de estas tecnologías.

El desequilibrio que vamos a ver golpea especialmente a los pequeños productores, es decir, a esas mismas personas que luego acaban emigrando a Europa y otras latitudes por falta de oportunidades.

Sin duda, las grandes compañías pueden llegar a responder a esta regulación con cierta efectividad, pero el problema es que un tercio de las plantaciones están en manos de pequeños productores. Hablamos de 250.000 explotaciones golpeadas y cientos de miles de personas humildes afectadas. Quizá si el calendario de aplicación fuese de cuatro o cinco años para estos agricultores sería factible encontrar formas que aseguren el cumplimiento efectivo de la norma, pero eso no es lo que ha pasado.

Antes decíamos que la UE enmarca esta norma en la lucha contra la deforestación. El problema es que Malasia exhibe muy buenos datos en todo lo referido a la protección de sus bosques, pese a lo cual Bruselas sigue fingiendo que la situación es problemática.

Si se pretende incorporar la deforestación en los criterios de acceso a un mercado, entonces lo lógico es que los países que sí están evitando la destrucción de sus bosques y están cosechando buenos resultados dejen de figurar como un mercado de riesgo en este tipo de catalogación.

¿Qué avances han conseguido exactamente?

Los datos independientes de organismos como el World Resource Institute han demostrado que los ratios de deforestación han bajado un 56% y, de hecho, somos uno de los cinco países donde más ha mejorado esta métrica a lo largo de la última década. Además, si nos centramos en la conservación de bosques, encontramos que el 54% de la superficie de nuestro país está sujeta a distintos regímenes de protección, por encima del compromiso del 50% que adoptó nuestro gobierno en la Cumbre de Rio de 1992.

¿Cómo lo hemos hecho?

A través de una alianza continua entre las autoridades y el sector privado, incorporando objetivos ambientales que estamos cumpliendo a través de nuestro programa de certificación obligatoria, el sello MSPO. Gracias a dicha iniciativa, hoy podemos decir que el 96% de nuestra producción está certificada como sostenible y cumple con los requisitos de referencia, que de hecho son más exigentes que los establecidos por la Unión Europea en muchas de sus regulaciones medioambientales. Sin embargo, lo más importante es que la certificación MSPO tiene expectativas realistas en relación con los pequeños agricultores y no impone cargas como las de la UE, que hoy por hoy son muy onerosas y difíciles de implementar.

Malasia es un país en vías de desarrollo, eso no se puede ignorar. No tenemos la misma realidad económica ni la misma capacidad administrativa. Por eso, dialogamos con las ONG y con las autoridades locales. De esa forma, logramos incorporar en el proceso a todos los productores locales, haciendo un gran esfuerzo por integrar a todas las partes afectadas para que podamos avanzar juntos.

¿Lidian con este tipo de problema cuando exportan a EEUU?

En absoluto, la verdad es que con los reguladores de Estados Unidos no enfrentamos este tipo de obstáculos y el aceite de palma se exporta con normalidad. La UE es el único bloque económico que está creando estos problemas burocráticos. Pedimos a Bruselas un poco más de confianza, no es justo que se nos trate así cuando hemos realizado grandes esfuerzos, hemos conseguido resultados notables y podemos acreditar que somos un socio responsable y fiable.

El aceite de palma ha sido criticado en los últimos años pero, a menudo, se ha hecho desde la ignorancia o desde la propaganda de un ecologismo mal entendido.

El aceite de palma es un producto cuyo cultivo resulta muy eficiente. Además, las prácticas que hoy se implementan en la industria son, como decíamos antes, sostenibles y compatibles con los estándares de los países más avanzados. Es importante recalcar que el aceite de palma se emplea en todo tipo de ámbitos, no es solamente un aceite alimentario, también se usa en el ámbito de los oleoquímicos, por ejemplo para nuestros productos de limpieza o de cosmética. En términos de precio, el aceite de palma es asequible y, por lo tanto, ayuda a que los precios sean más bajos.

Si tenemos inflación y aprobamos normas que encarecen la importación de productos baratos, sospecho que no vamos a librarnos tan fácilmente de las subidas de precios

Claro, con esta regulación, el productor y los intermediarios tendrán verán subir sus costes de forma notable y eso afectará en última instancia al consumidor en forma de precios más altos. Además, he de decir que el impacto será muy regresivo, porque los hogares de rentas bajas dedican un mayor porcentaje de su renta a la compra de productos básicos.

En círculos económicos se da por hecho que Europa está en declive. Como alta directiva de una gran industria de alcance internacional, ¿qué percepción tiene?

El mercado europeo es muy importante para nosotros, Malasia exporta casi 1,5 millones de toneladas al año y la UE es un socio relevante pero, ante este tipo de circunstancias, estamos empezando a explorar otros mercados. Por ejemplo, China e India tienen un gran potencial para nosotros, como también África, Medio Oriente… así como otros mercados en Asia. Vamos a diversificar más, no podemos depender solamente de un comprador, máxime cuando luego pasan estas cosas.

¿Hacer negocios en Europa se está volviendo más fácil o difícil?

Creo que hacer negocios en la UE se está volviendo ciertamente más difícil. Es caro implementar tantas obligaciones burocráticas que podrían superarse con regulaciones más sensatas. Puesto que vender a Europa va a salirnos más caro, tenemos que fijarnos en otros mercados, obviamente. Y, desde luego, Bruselas tiene que ser consciente de que hay otras economías que van creciendo y se van desarrollando, lo que aumenta el atractivo de entablar otro tipo de relaciones comerciales. Con el tiempo, todo sector se va adaptando para concentrar su oferta en zonas donde, además de existir demanda, hay buenas condiciones de mercado.

Lo más llamativo de este problema es que los indicadores medioambientales de su país son positivos y, sin embargo, están sufriendo este tipo de trato.

Si uno toma la superficie global dedicada a todo tipo de cultivos, encuentra que el aceite de palma supone apenas el 0,6%. Solamente como referencia, el ganado representa el 60%. ¿Cómo se puede vincular la evolución de la deforestación al aceite de palma, cuando supone menos del 1% de los cultivos y cuando los países productores están mejorando, que no empeorando, sus resultados medioambientales? En otros continentes hay una agricultura mucho más intensiva, vemos de hecho que los datos han ido a peor en términos de deforestación y parecería que la UE toma en esos casos un enfoque más laxo…

Creo que ya va siendo hora de que la UE reconozca nuestros mecanismos de certificación, fue la UE la que nos pidió este tipo de sistemas de control hace muchos años y lo que hoy tenemos en pie fue, por tanto, un reclamo que nos hicieron y que está en pie y arroja resultados. ¿Por qué no reconocerlo y trabajar juntos para buscar soluciones más inteligentes? Nuestra producción es sostenible, los indicadores de desempeño medioambiental de nuestra industria mejoran y la UE debería hacer un reconocimiento serio y comprometido de esta circunstancia. De hecho, cada vez más países se van a empezar a preguntar si les merece la pena incurrir en grandes costes para contentar a una Unión Europea que luego puede decidir imponer nuevos requisitos de espaldas a los productores y a la realidad.

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