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Domingo Soriano

Davos, anticapitalismo y la gran pregunta: ¿esto quién lo paga y por qué?

Histórico discurso de Javier Milei ante el WEF. Por fin, después de muchos años, alguien reivindica la economía de mercado real.

Histórico discurso de Javier Milei ante el WEF. Por fin, después de muchos años, alguien reivindica la economía de mercado real.
Un policía suizo, sobre el tejado del hotel donde se celebran las principales reuniones del WEF que esta semana tenía lugar en Davos. | EFE

Cuando empecé a trabajar de periodista, una de las primeras cosas que me sorprendió fueron los mini-Davos. No digo Davos, porque a la ciudad suiza no tengo el gusto de haber acudido nunca, pero sí a esos foros similares que tan habituales se han vuelto en nuestros días.

Más o menos, el esquema es como sigue:

Convocatoria para hablar de "Las nuevas tecnologías en España". En un hotel de cinco estrellas en Madrid (los más habituales son el Ritz y el Palace, pero los demás también compiten por estos eventos). Lo apadrina un medio de comunicación. Y es habitual que alguna empresa pública esté también por allí, con su nombre en los paneles de patrocinadores. Pero los que de verdad pagan la fiesta son los 3-4 sponsors principales, casi siempre las grandes compañías del sector.

Para los que no han ido nunca, ya les digo yo que no se pierden demasiado. El resultado suele ser tirando a aburrido: comienza con conferencia inaugural del ministro del ramo, que es lo que saldrá en las noticias (algo dirá, o en su intervención o en el clásico canutazo a la salida). Cuatro-cinco mesas redondas en las que se alternan CEO de compañías del sector con algún periodista o académico más o menos conocido. Comida a las 13.30-14.00 (prontito, como una forma de dejar claro que los horarios españoles no son buenos para los negocios). Un par de charlas más por la tarde y a las 19.00 clausura alguien de la CAM (si puede ser Ayuso, mejor).

Desde el primero al que asistí (y fueron unos cuantos aunque hace ya años que decidí que me daba mus de todas estas cosas salvo obligación ineludible), me pregunté siempre: quién paga esto. Sí, ya lo sé... los patrocinadores. Y muchas veces también los asistentes, que abonan una tarifa más que respetable. En realidad, la pregunta es ¿por qué pagan? O mejor, ¿para qué? Respuesta del entendido: "Para hacer contactos". ¿Y merece la pena? Otro gesto de hastío: "No lo entiendes. Aquí se reúne todo el sector. Y también los policy makers. A cualquier empresa le viene bien estar cerca y llevarse bien con quien toma las decisiones".

Lo primero, lo del sector, es la mejor excusa. Si está bien montado, es cierto que una reunión de este tipo puede ser una buena oportunidad para reunirse con clientes o proveedores, para eso que llaman networking. Y sí, hay algunos bien montados. En general, cuanto más pequeño y centrado en algo concreto, mejor.

Pero hay otros muchos de estos eventos en los que el sector ni está ni se le espera. Que se publicitan con argumentos macro-políticos-tendenciales-ESG... Insufribles para el oyente y con muy poca chicha para el asistente. En la propia Davos, de negocio real intuyo que se habla tirando a poco. Echas un vistazo a la agenda y lo que hay es mucha charla sobre macro, grandes tendencias, riesgos para los próximos años, etc... Me responderán que los negocios se hacen en las comidas y las cenas. Perdonen que sea escéptico.

Mi impresión es que a menudo lo relevante de verdad es lo segundo: lo de los políticos, las relaciones públicas y el lobby. Esto también te lo explican para justificarse: "Para una empresa puede ser muy rentable reunirse con políticos, asociaciones, académicos o periodistas... que toman decisiones o influyen en su mercado".

Llegados a este punto uno se cuestiona si el coste (y no es pequeño) para las empresas que patrocinan estas cosas o incluso para las que simplemente asisten como oyentes merece la pena. Aquí la pregunta correcta es "¿le merece la pena a la empresa o le merece la pena a su CEO a nivel personal?". En el segundo caso, hablamos de hacer contactos-agenda con el dinero del accionista: y el que quiera una campaña de relaciones públicas debería pagársela de su bolsillo.

Acudir a Davos no es barato. Aquí la prensa americana haciendo un recuento de los precios disparatados que puede uno encontrarse en estos días: desde los 60 dólares por un menú de "Ensalada César + CocaCola", hasta los 2.800 dólares por el alquiler de un apartamento una noche o los 16.000 dólares por la entrada a una fiesta de las que se celebran tras las sesiones. Porque, además, el viaje y la estancia son casi lo de menos: ser miembro del World Economic Forum y tener entrada a las conferencias cuesta decenas de miles de euros (estamos hablando de cerca de 100.000 dólares para los miembros individuales y unos cuantos centenares de miles para las empresas, en función del nivel de patronazgo y del número de personas que quieran que asistan a Suiza). Aunque está claro que cualquiera de estas grandes multinacionales, que facturan miles de millones cada año, puede permitirse mandar al CEO por un millón de dólares a pasar una semana a Suiza en enero, la pregunta debería ser si esto es rentable para el negocio: es decir, si van a facturar más por haber ido y pagado.

¿Por qué?

La discusión sobre si los que se gastan ese dineral le sacan rédito o no sería eterna. Mi intuición es que para la mayoría de los participantes la respuesta es no. Al menos para el que paga de verdad (la empresa, el accionista); a nivel personal, para el CEO puede que sí le salga a cuenta: porque engorda su agenda y porque el ser humano es como es, vanidoso... y no todos los días puede uno decir que se cruzó a Bill Gates en un pasillo.

Pero incluso dejando eso al margen, hay cuatro ideas que me rondaban la cabeza estos días:

- Frente a esa idea tan presente en nuestros medios de "los beneficios no son lo único que importa", tan bonita y vacía, la realidad es que los beneficios son el mejor indicador posible de lo que está haciendo una empresa. Porque sus opciones son ilimitadas. Tiene que decidir cómo invertir recursos escasos. Y los beneficios y las pérdidas le indican si está generando valor para la sociedad o no. Los beneficios nos dicen que los clientes valoran lo que compran más que lo que costó producirlo. Es una información extraordinaria. De hecho, por eso fracasó el comunismo: porque no tenía esa información sobre si se estaban usando los recursos escasos para algo más valioso que su propio coste.

En los davos de nuestras vidas, esa percepción se pierde. Empresas de todo el mundo se gastan cientos de millones de dólares en actividades que estoy seguro de que no tienen demasiado claro si producen un retorno equivalente y si generan valor. Lo hacen porque hay que hacerlo, porque todos lo hacen, porque a sus directivos les conviene o por miedo a quedar fuera de la decisión política.

- En el caso de que ese retorno se produzca, suele ser debido al politiqueo-lobby, no porque hayan conocido algo nuevo que les permitirá optimizar sus procesos de producción, alcanzar a un acuerdo ventajoso con un proveedor o desarrollar una nueva idea para su cliente. Es decir, el beneficio no aparece porque vayan a hacer algo valioso para la sociedad, sino porque han sabido encontrarse con el que legisla y van a conseguir que lo haga a su favor (a menudo, con el coste trasladado al cliente o a otros competidores).

- Hace unos meses, escribía sobre la burocracia europea y decía que lo peor no es lo que cuesta. Ni siquiera el marasmo legislativo que produce. Lo peor es la pérdida de talento. Algunos de los mejores profesionales de Europa dedicando su vida no al mercado (pensar "qué puedo hacer yo que los demás valoren") sino a un juego que sólo tiene sentido cuando uno se mete en la lógica política. Tipos brillantes y muy trabajadores utilizando esa brillantez y esfuerzo en la dirección equivocada. Y porque son tan brillantes... lo que restan es más que si fueran mediocres.

Algo parecido pienso en estas reuniones tan pomposas de empresas-políticos-académicos-periodistas: "Cuánta gente de mucho nivel hay aquí... y cuánto tiempo desperdician en actividades de cero impacto positivo para la sociedad. Incluso si a sus empresas les viene bien que lo hagan (porque si no están, la sorpresa legislativa puede golpearles), para el conjunto de la sociedad es dinero, tiempo y talento desperdiciado".

Me pasa algo parecido con la infinidad de informes, análisis, previsiones, proyecciones... que se publican cada año (el WEF que organiza la reunión de Davos, por ejemplo, es muy activo). La mayoría son sobre temas muy interesantes. Pero, al mismo tiempo, no puedo evitar posicionarme con Taleb en cuanto a la inutilidad de los mismos. ¡Cuánto desperdicio intentando adivinar un futuro que fallaremos en predecir! Predicciones en las que, además, nadie se juega la piel (eso es lo que las diferencia de las predicciones de los empresarios: que también las hacen y se equivocan... pero sufriendo las consecuencias de esos errores). ¿Cuánto bien podrían hacer estos excelentes profesionales si dedicasen todo ese tiempo a sus clientes?

- Por último, ha caído en mis manos en los últimos días Más ricos, más sabios, más felices, de William Green. Un libro excelente que nos acerca a las vidas de algunos los mejores gestores del mundo en las últimas décadas, de Charlie Munger a John Templeton. Mientras pensaba en Davos, leía el relato de Green y me decía a mí mismo: (1) A estos tipos, no les vas a pillar demasiado a menudo en estos foros. No digo que alguna vez no hayan ido; incluso, puede que alguno de los protagonistas del libro aparezca por allí cada año. Podría ser, pero sería la excepción: casi todos los grandes inversores, los que saben separar el grano de la paja, son alérgicos a este tipo de reuniones-relaciones públicas-politiqueo. (2) Las empresas que más les gustan también suelen estar entre las que menos aparecen o patrocinan estos eventos. Me encanta cuando describen a un CEO confiable, con el que llevan 20 años invirtiendo, como un tipo austero, que no se pliega a las modas de la industria ni está demasiado interesado en el reconocimiento público, que evita reuniones que no tengan que ver directamente con el negocio...

El capitalismo debería ser lo que nos explica Green. Personas pensando en cómo ofrecer valor a sus clientes. Construyendo relaciones de confianza a lo largo de toda la cadena productiva; y al mismo tiempo sin que los consumidores que están al final de esa cadena sepan demasiado sobre ellos ni sobre sus opiniones políticas. Siempre he desconfiado del empresario-estrella.

También por eso, todos estos Davos, que cada vez están más presentes en nuestras vidas, me parecen la definición exacta de anti-capitalismo. Sí, utilizo "anti", un prefijo que significa "opuesto o con propiedades contrarias". Porque a menudo lo que nos encontramos en estos foros es a mucha gente reunida pensando en cómo obtener beneficios (personales en la mayoría de los casos; para sus empresas en el mejor supuesto) no ofreciendo valor, sino buscando un privilegio. Al final, a eso se reducen los contactos políticos, las relaciones públicas y la extraña mezcolanza de legisladores, académicos, medios y empresarios: es la búsqueda de rentas del siglo XXI. Y muchos lo hacen de maravilla.

No me extraña que entraran en shock escuchando a Milei. Esperemos que no logren atraerle al lado oscuro.

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